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ANA RANERA
Sábado, 11 de febrero 2023, 02:05
En la mente de Fernando Palacios, se clavan las imágenes de tormentas, borrascas y nubarrones que, periódicamente, cubren nuestro cielo. Él recuerda lo que vio y lo convierte en arte porque, según confiesa, «trabajo solo con imágenes mentales, es la única referencia que tengo a ... la hora de pintar, nunca uso fotografías», aclara.
A este creador, le basta entonces con el poder de su memoria para hacer realidad series de obras como la que está expuesta hasta el 11 de marzo, en la galería gijonesa Bea Villamarín, 'Memoria de la atmósfera'. Esta colección es fruto de un proyecto que empezó hace tres años, gracias a su trabajo 'Neoclima'.
«A partir de ahí, empecé a intentar abstraer las inclemencias temporales y la polución y comencé a hacer series vinculadas con las tempestades, las ciclogénesis, los deshielos y las corrientes oceánicas», señala. Aunque él asegura que «no es una pintura que denuncie nada, simplemente hago una visión romántica de este nuevo paisaje que está apareciendo».
Él hace poesía de las inclemencias del tiempo e, incluso, de la contaminación humana. «Tengo una serie, 'Océanos de plástico', en la que intento buscar toda esa contaminación que genera nuevas composiciones en el paisaje», señala. «Interpreto el paisaje a través de un collage, que está realizado con la propia pintura», prosigue. Y, para entenderlo mejor, basta con saber que «todo lo derramado cuando estoy pintando, todo lo que me sobra, lo recojo y se van formando capas que se reintegran en el resultado final».
Son maneras de llevar la naturaleza al lienzo y siempre sin pretensiones porque Palacios promete que no es consciente «de que refleje las emociones» en sus cuadros, aunque no lo descarta. «Puede ser, pero no lo hago queriendo», indica. Su única intención es plasmar la realidad.
Y este artista va más de los cuadros porque, aunque no es escultor, asegura que tienen «esa necesidad de proyectar y de ir más allá de la pintura. Me gusta usar los volúmenes», explica. Con ellos, crea aves, que son esos elementos que funcionan «como interlocutores entre el cielo y la tierra», indica. «Considero que estas aves son más objetos plásticos que esculturas, pero me sirven para mostrar cómo les afecta el clima». Aparecen «estáticas y hiératicas», hechas de colores, y resignadas ante una realidad que Fernando no critica, simplemente la contempla desde la barrera y la analiza, a trazos, para que cada espectador encuentre sus propias conclusiones.
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