El escritor Víctor del Árbol. AFP

«La culpa es un alto en el camino, no debe ser algo permanente»

Víctor del Árbol Escritor ·

El autor presenta hoy su última novela, 'El hijo del padre', una historia generacional e intensa, en el Aula de Cultura de EL COMERCIO

Lunes, 19 de abril 2021, 01:47

Conocer la verdad sobre nosotros mismos o escondernos en la mentira. Culpa, pasado y memoria para hacer frente a la sombra del padre, al enfrentamiento ancestral entre familias. Un hombre que se está convirtiendo en aquello que más odia. Estas son solo algunas de las ... cuestiones que trata 'El Hijo del padre' (Destino, 2021), última novela de Víctor del Árbol (Barcelona, 1968). Una historia generacional e intensa sobre una España obstinada en ser dos que nos conducirá, a través de distintas voces, por un misterio envuelto de tantos pecados como recuerdos y que presenta esta tarde, a las 19.30 horas, en el Aula de Cultura de este periódico, a través de ELCOMERCIO.es.

Publicidad

-El pasado es uno de los temas más importantes en 'El hijo del padre'. ¿Es el pasado un lastre?

-Depende de cómo lo asimilemos. Es un lastre si nos ha conllevado heridas o traumas que nos han resultado negativos y arrastramos, pero, si hemos sido capaces de asimilar ese pasado como parte de lo que hoy en día somos, no tiene por qué ser un lastre. Al contrario. Es un punto de referencia.

-¿Y qué es el mal de la desmemoria?

-Creo que olvidar el pasado es un intento, cuando es un olvido voluntario, de dejar atrás algo que no hemos sido capaces de aceptar, pero cuando es un olvido involuntario es un error tremendo, porque perdemos los referentes. No tenemos un punto de partida ni desde una perspectiva personal ni colectiva.

-De un tiempo a esta parte, ¿estamos olvidando con demasiada frecuencia el pasado?

-Tenemos un problema colectivo al respecto. Olvidamos lo que nos conviene. Tenemos una tendencia cíclica a reescribirlo, es decir, a reinventarlo, desde una ideología o desde otra, y es un error porque lo que hay que hacer al revisitar el pasado no es justificar el presente ni ajustar cuentas, sino verlo como un debate sano sobre lo que somos y de dónde venimos. Pero parece que para eso hace falta tener una cierta madurez como sociedad y alejarse de esta sombra cainita de la que hablaba Machado.

-En la novela se trata también con intensidad la verdad. ¿Existe una verdad objetiva?

-Existen los hechos, pero estos sin contexto no son nada, no significan nada. Al final es verdad lo que uno quiere creer y cree que es verdad. Eso es lo que importa. Los hechos están ahí, pero cómo nos afectan es lo que los convierte en reales, en verdad.

Publicidad

-¿Y la mentira es objetiva?

-Cuándo es consciente, sí. Es un ejercicio de cinismo.

-¿Y la culpa?

-Creo que la culpa es un lastre inútil en el sentido de que nos deja en un bucle de dolor, de sufrimiento, que no nos permite avanzar. Culpabilizar o sentirse culpabilizado no tiene mucho sentido. Lo tiene reflexionar sobre los porqués y ponerle solución a esas culpas o a lo que nos remueve la conciencia. La culpa es una parada en el camino que no se puede convertir en permanente. Hay que avanzar.

-En la novela, además de la culpa, también se hereda el odio.

-Se heredan el odio, los afectos, una manera de ver la vida y de entender las relaciones familiares, entre hombres y mujeres, con tus iguales... Es decir, hay una genética de la memoria. Somos el resultado de memorias que no conocemos: la memoria de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestro linaje, por decirlo de alguna manera. Y creo, estoy elaborando esa tesis, que existe una genética de la memoria que también se hereda, al igual que los rasgos físicos. Una forma de ver el mundo y ordenar el pensamiento.

Publicidad

-Una herencia que nunca va a ser limpia. Siempre va a estar adornada.

-Claro. Siempre vamos a estar condicionados, que es lo que le pasa al protagonista de la novela, por lo que nosotros creemos saber o por lo que nos han enseñado. Nos han contado una historia sobre nosotros y nuestra familia, y nosotros hemos encajado en ese discurso, pero hay que reinventarse, avanzar, construirse a sí mismos desde dentro.

-En la sinopsis del libro se nos pregunta quién en Diego Martín, el protagonista, pero ¿quién es para usted?

-Es un pobre hombre. El paradigma de muchos hombres de su generación que han crecido para el éxito. Todo aquello que sus padres no pudieron conseguir él se lo ha puesto como meta aspiracional. Lo ha conseguido y, sin embargo, se siente vacío por dentro. Por eso hace el camino del salmón. Volver al origen para, de alguna manera, saber de dónde viene y quién es. Sobre todo, creo que es un niño grande, como su padre o su abuelo. Hombres rudos, fuertes y violentos. Lo que hace Diego Martín es terrible...

Publicidad

-Al margen de la familia de Diego, inmigrante del campo, trabajadora y de recursos limitados, están los Patriota. ¿Quiénes son?

-Son la otra España. La que utiliza la ideología, sin ser realmente ideológicos, para defender sus privilegios a costa de una mayoría. Dos maneras de entender la vida, desde el privilegio y desde la necesidad, que genera enfrentamientos entre ellos. La familia Patriota es muy interesante porque está llena del miedo a perderlo todo. Se dan cuenta, al principio de la Guerra Civil, de que ese poder que creían omnipotente es frágil. De hecho, acaban perdiéndolo y es la familia Martín quien hereda sus ruinas.

-¿Y de dónde nace la historia de 'El hijo del padre'?

-Llevaba muchos años germinando en el sustrato de lo que yo soy como escritor. Quería explicar muy bien cómo veo a esa generación de hijos de la inmigración del mundo rural hacia el mundo industrial en los años 50 y 60, que dio como fruto gente como yo. Quería hacer una radiografía de en qué nos hemos convertido.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad