Secciones
Servicios
Destacamos
Cualquier mundo es bueno para Elia Barceló (Alicante, 1957), finalista del Hammett con 'La noche de plata', una novela ambientada en Austria, el país en el que vive, que busca respuestas al maltrato y abuso infantil. Hoy la presenta en la Carpa del Encuentro ( ... 20.30 horas) en colaboración con el Aula de Cultura de EL COMERCIO.
–Se ha metido en un territorio muy inhóspito. ¿Por qué?
–Llevo más de 20 años pensando que el maltrato a los niños es un tema del que nadie habla. Como es tan feo e incómodo, todo el mundo hace como que no está. Entonces no me sentía capaz de escribir sobre ello, pero ahora sí, y pensé que quería tratarlo de forma que no insulte a los lectores y no se sientan cómplices.
–¿Requiere oficio como escritora y mucha vida este relato?
–Sí, ambas cosas. Siempre he pensado que lo peor del mundo es hacerle daño a los niños, pero ahora empiezo no a entender, pero sí a darme cuenta, de la mala gente que hay por ahí. Durante mucho tiempo pensaba que no eran malos, sino malas circunstancias, pero no, hay gente mala, dispuesta a hacer daño, a pagar por hacer daño a otro ser humano. Se me ocurrió la historia y también es verdad que en los últimos años pasaron muchas cosas, sobre todo en Austria, que conducían a ese lugar. Natascha Kampusch, el caso del orfanato Wilhelminenberg en Viena, donde pasó de todo, utilizaron a los niños incluso para hacer experimentos farmacológicos. Había que hablar de ello.
–¿Todo está en la novela?
–De forma discreta. Yo trato del caso de la aparición de unos huesos infantiles antiguos, de hace unos 15 años, y se va recomponiendo y resolviendo la historia. La policía vienesa tiene un porcentaje de resolución de asesinatos del 100%.
–¿Del 100%?
–Sí, en los últimos diez, doce años, 100%.
–¿Y por qué ellos lo consiguen?
–Porque los asesinos de verdad no son tan listos como los de las novelas, en general son gente muy bruta, que le da un cacharrazo a alguien en la cabeza y lo mata. Además, en Austria desde la época de José II se hacen autopsias a todos los difuntos. Practican mucho, así que tenemos los mejores forenses del mundo.
–¿A usted las historias cómo le llegan?
–Me vienen de golpe y me enamoro. Soy muy enamoradiza. Llegan por las noches y me dicen 'escríbeme, no me dejes tirada', y veo cómo se ramifican y ya no puedo parar. Yo escribo por pasión, lo paso muy bien, no entiendo esos autores que sufren tanto. ¡Que se vayan a jugar al golf!
–Algo sufrirá...
–Hay momentos en que lo mandarías todo a hacer puñetas, sí, cuando tienes la sensación de hacer pesas con las palabras, pero pasa. Es como tener un hijo: mola, aunque sean molestos el embarazo y el parto.
–Carola es la protagonista. ¿Las mujeres van a más?
–Desde mis primeros textos estaba claro que las mujeres tienen historias que contar. A mí me cansó mucho de joven que una siempre se tenía que identificar con un protagonista masculino, mientras que al revés no era posible. Yo no solo pongo protagonistas femeninas, sino también mayores. Al igual que en el cine, que cuando una mujer cumple los 50 no le dan un buen papel, en la literatura también pasa.
–¿Cada vez hay más mujeres fuertes en los libros?
–No tienen que ser fuertes, pueden ser convencionales. No me gusta cuando empezamos a escribir mujeres que son hombres con faldas. Para convertirnos en tíos no hemos luchado tanto.
–¿Pero sí hay un ejercicio de militancia feminista?
–Con claridad. Sobre todo en la novela negra, las mujeres eran o la víctima o la secretaria o la mujer fatal. Y ahora empieza a haber forenses, comisarias...
–Y más autoras.
–Yo me acuerdo cuando en la Semana Negra éramos como un 10% de mujeres.
–Volviendo a la novela. ¿Por qué juntar ese mundo de violencia con el del arte?
–Quería contrastar el horror de un comportamiento que no está reñido con que alguien sea una persona de gran sensibilidad para otras cosas. Esa persona puede apreciar la belleza de una escultura y disfrutar torturando a otro. A los monstruos no se les nota nada, esto no es Disney. Quería contrastar el refinamiento con la falta de empatía y el gusto por hacer sufrir.
–Disfruta escribiendo, ¿pero no lo pasó mal haciendo esta obra?
–Sí, sobre todo al documentarme. Al escribir no quise introducir detalles escabrosos, con pocos datos se puede saber qué ha pasado en una habitación, pero antes yo tuve que leer muchas cosas y eso no tiene gracia, sobre todo porque yo confíaba en llegar a entender por qué. Pero no.
–¿Llegó a alguna conclusión?
–Que hay gente mala para la que la sensación de poder es lo más importante y solo la consiguen dominando alguien, dañándolo, solo a través de su dolor.
–También escribe para público joven. ¿Cambia el chip?
–En cuestiones narrativas, no, pero trato de que sea más esperanzador y con final cerrado.
–¿Cómo se llega al público juvenil en los tiempos de Instagram?
–A través de los profesores, libreros y bibliotecarios que ponen de su parte todo lo que tienen y más. Cuando los jóvenes descubren lo bien que se pasa leyendo se quedan, pero tienen que descubrirlo y ser capaces de saber leer. Y cada vez son más los que no saben leer.
–¿Por qué no saben leer?
–Porque no se les estimula. Con que sepan reconocer las palabras y juntarlas, basta, y no hay trabajo sobre textos ni debate. Y así no entienden y les cuesta.
–¿Cuál es la fórmula?
–Primero adquirir el automatismo de leer y luego empezar a crear conciencia crítica.
–La dama de los mil mundos le dicen. ¿Cuáles le faltan?
–Este era el mundo que más miedo me daba y lo he hecho. He escrito ciencia ficción, fantástico, histórico, realista, psicológico... No me da miedo nada. Solo me faltan novelas del Oeste y románticas, pero tampoco me veo.
–¿Buenos tiempos para la ciencia ficción y el fantástico?
–El fantástico está más aceptado en la literatura, en parte gracias al cine. Aún así a la gente le cuesta, aunque se da cuenta de que la ciencia ficción es el único género que trata temas nuevos: robótica, genética, medio ambiente...
–¿Su próximo mundo?
–Una cosa de negro, pero más lúdico. La novela ha de ser imprevisible, hay que ver qué pasa. Te puedes pegar un patinazo y romperte todos los dientes, pero hay que probar.
–Semana Negra sin su amigo Luis Sepúlveda. ¿Cómo lo lleva?
–Es raro. Era un hombre tan fuerte que cuando un virus tan pequeño pudo acabar con él nos dimos cuenta de la dimensión de lo que esta pasando.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.