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Tras el éxito de 'Las herederas de la Singer' (Grijalbo, 2022), la escritora asturiana Ana Lena Rivera (Oviedo, 1972) se adentra con 'La niña del sombrero azul' (Grijalbo, 2024) en la historia de todas aquellas mujeres que lucharon por seguir adelante y vivieron sin saber que serían, alguna día, las verdaderas protagonistas del convulso e ingrato siglo XX. Una novela de amistad, amor, lucha y tenacidad que presenta el martes 27 en la librería La buena letra de la mano del Aula de Cultura de EL COMERCIO.
¿Le gusta coser?
A mí no me gusta coser. No sé coser. Soy dueña de una Singer, de ahí mi novela anterior. Intentaron enseñarme porque mi tía tenía un taller de costura y, hombre, para un botón me apaño, pero nunca llegué a saber coser de verdad.
¿Y porque esa pasión por la costura en sus últimas novelas?
La costura es el hilo conductor de muchos de mis recuerdos de infancia y, al final, estas novelas están basadas en recuerdos. En las historias que escuchaba cuando era pequeña. Yo nací tarde, cuando nadie me esperaba, y todos a mi alrededor me sacaban una barbaridad de años. Vivía en un mundo adulto en el que se contaban muchas cosas con el traqueteo de la Singer de fondo, el café y un montón de mujeres hablando. Amigas, costureras, clientas, vecinas… Se ponían su tacita de café y empezaban a contar historias.
¿Qué tipo de historias?
Las historias eran de lo más variado. Hablaban de la vida antes de la Guerra Civil, de la guerra, los bombardeos, las penurias, de cuando la Guardia Civil se llevó a no sé quién o de lo que les había pasado por la mañana en el supermercado; de los años 60, de los que emigraron a Argentina o de los niños que habían enviado a Rusia... De todo. Eran historias que a mí me llamaban mucho la atención y que escuchaba en silencio, a mi edad infantil, intentando entenderlas mientras daba puntadas en un trapo o jugaba con las barajas.
Barajas, ¿se refiere a jugar a las cartas?
No exactamente. Las barajas eran un clásico de aquellas tardes. Era echar las cartas cuando alguna venía con un dramón. Se ponían ahí, alrededor, y todo el mundo opinaba sobre lo que las cartas querían transmitir.
¿Y de todas esas experiencias nace 'La niña del sombrero azul'?
Efectivamente. Yo las escuchaba. Es mi infancia. Pasé tantas horas con esas mujeres cuando era niña que ahora, de mayor, decidí darles voz. No a una mujer concreta ni a su historia, sino a todas ellas porque, al final, lo que contaban era la historia social y política que marcó sus vidas. La historia de la sociedad que les tocó vivir y que recorre un siglo tremendamente convulso en el que les pasó de todo.
¿Cuánto le ha llevado la documentación de este libro?
Muchísimo. No sé cuantificarlo porque hemos estado documentando incluso durante las correcciones, por lo que ha sido un proceso paralelo. He estado con esta novela 15 meses, casi 16, y yo diría que la mitad ha sido de documentación. Lo que pasa es que no estoy ocho meses documentando y ocho meses escribiendo, sino que lo hago a la vez. Quería contar todas las historias de forma que reflejaran lo más fielmente posible cómo fue la vida de estas mujeres que, por otra parte, eran normales y corrientes. Me refiero a que no eran heroínas ni espías, solo mujeres que intentaban sobrevivir. Cualquiera puede ver en ellas a sus abuelas o madres. Entonces, según escribía, documentaba. De hecho, cada recuerdo que escuché, para poder escribirlo, contrastaba que pudiera haber ocurrido realmente.
¿Y si no podía contrastarlo?
Si no era capaz, lo quitaba. A veces ocurre que algo que ya tenías escrito, de repente, no puedes contarlo porque no encuentras la información que lo demuestre. Los hechos tienen que ser verosímiles, aunque no sean reales, y tienen que haber podido ocurrir.
¿Es esta la novela que más le ha costado crear?
No lo sé. Puede que sí. Ha sido un largo recorrido porque, al final, no estamos hablando de un gran hecho, sino de la suma de muchos hechos pequeños que forman una vida completa que recoge un siglo entero. Y además de los hechos reales, también he trabajado mucho los escenarios. La novela tiene muchas ubicaciones, aunque las fundamentales son Oviedo, Gijón y Madrid, pero también aparece Cuba en los tiempos de la Revolución Cubana, y Rusia en los tiempos de la preguerra y la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, sí que ha sido más trabajosa.
La niña del sombrero azul es una 'niña de la guerra', ¿por qué decidió mandarla a Rusia?
Cuando yo escuché estas historias y empecé a oír lo de los barcos llenos de niños que los mandaban fuera del país para salvarlos de los horrores de la guerra, era una cría, igual tenía siete años, y se me encogió el corazón. Uno de los mayores miedos de cualquier niño es que te arranquen de los brazos de tus padres, te separen de ellos y te manden lejos. Y escogí Rusia porque la historia de los niños que mandaron allí fue la que más me impresionó. Hubo tragedias terribles en todos los países acogedores, pero en general los niños volvieron, salvo los de Rusia. No los quisieron devolver porque a ellos se los había entregado la República y hasta que la Republica gobernara de nuevo en España, los niños se quedaban allí. Imagino que lo último en lo que pensaban es que la dictadura iba a durar 40 años.
¿Por qué lleva un sombrero de color azul?
El gorrito es maternal. Es de una madre que tiene el corazón totalmente destrozado y que lo único que puede hacer en el momento en el que se separa de su hija es que la niña no pase frío. Además, nos aferramos a las cosas más sencillas porque tienen un significado especial para nosotros. Para Manuela, la protagonista, ese sombrero es la forma de recordar a su hija; y para su hija, es la forma de recordarla a ella. Y es azul porque no quería que tuviera ningún simbolismo. La historia del libro, aunque esté marcada por los acontecimientos, es totalmente neutra. No hay opinión política más allá de los hechos objetivos porque, en el fondo, es la historia de una gente que, podría decirse, todo lo que le pasó le vino dado y simplemente se adaptó a las circunstancias.
Aparecen diferentes tipos de amor en el libro pero, ¿es la amistad entre mujeres el más importante?
Hay un canto a la amistad entre las mujeres de principio a fin porque a mí era un tema que me interesaba. De pequeña me indignaba escuchar que las mujeres no eran leales, no eran amigas y que la amistad de verdad se producía entre los hombres. Afortunadamente, hace muchos años que no lo escucho, pero es algo que siempre me molestó porque yo creo que la unión entre mujeres, sobre todo en algunos momentos claves de la historia de España, ha sido y es fundamental. Quería, por eso, reflejar esta amistad en el libro. En aquel momento no se hablaba de feminismo, estaba muy denostado, y la palabra sororidad ni siquiera se utilizaba, pero se practicaba.
¿Ha llorado al escribir esta novela?
Mogollón porque aquello que escuchaste de niña y te impresionó, al escribirlo, empiezas a entenderlo de otra forma y cosas que hacía, por ejemplo, tu madre o tú tía y que te parecían manías, las comprendes mejor. Frases que te repetían hasta la saciedad como que debías ir a la Universidad, sacarte una carrera, ser económicamente independiente… Ahora sabes que te lo decían porque querían que tuvieras oportunidades. Ellas no pudieron elegir y tuvieron que ajustarse al papel que en aquel momento se les pedía. Además, al escribir todas esas vivencias, entendí perfectamente cuál es la diferencia entre aceptar lo que te toca y resignarte.
¿Y cuál es?
Vivir desde la alegría intentando ser feliz con lo que te ha tocado. Esto no quiere decir que desees lo mismo para tus hijas. Por eso esta generación de mujeres a mí me parece tan admirable. Yo creo que no estoy preparada para vivir lo que pasaron ellas. No podría haberlo hecho tan bien.
Para terminar, ¿qué vendrá después de Manuela?
No lo sé todavía. Además, necesito quitármela de la cabeza y ahora, bueno, con la promoción de la novela es muy difícil. Cuando esto pare, entonces me volveré a sentar y veré qué es lo que quiero contar.
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