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Sonaba el bolero de Ravel a las puertas del Teatro Campoamor y las alumnas de las escuelas de baile se preparaban para conmemorar el Día Internacional de la Danza con sus coreografías. Este año, coincidían todos los profesionales del sector, hacía más ... falta que nunca celebrar esta efeméride y aprovecharla para pelear por mejorar una situación que ya era delicada y que, con la pandemia, se ha terminado de torcer.
Estos artistas solo piden vivir de sus pasos sin tener que darlos a unos cuantos kilómetros de sus raíces, no es tanto. «Pedimos que haya una mayor presencia de la danza en los teatros de nuestra región porque, ahora mismo, se programan más obras de teatro y de otras artes escénicas que baile», aseguraba Tineke Corrales, vicepresidenta de la Asociación de Profesionales de la Danza de Asturias (APDA). «En el Principado formamos a los bailarines para que se vayan a trabajar fuera», apuntaba. Una realidad que queda demostrada «cuando hay que organizar zarzuelas y tienen que traer bailarines de otras comunidades porque aquí no consiguen encontrarlos», añadía.
Para revertir esta situación hace falta «visibilidad, mucho más apoyo por parte de las instituciones y que el público sea solidario con nuestras necesidades», opinaba Elisa Novo, presidenta de APDA. Este jueves reclamaron esa atención a las puertas del coliseo ovetense, pidieron «mayor pluralidad en los escenarios» y agradecieron a todos los bailarines su lucha por seguir adelante con su trabajo, aunque muchas veces, en los últimos tiempos, lo hayan llevado a cabo «en el salón y en el balcón de su casa». No quedaba más remedio.
Después de estas peticiones, Novo pronunció el manifiesto de Friedemann Vogel, el elegido este año para leer en el Día Internacional de la Danza, y las palabras ya dejaron paso al idioma que mejor se les da, el del movimiento. Actuaron entonces las alumnas de Duetdanza, de Elisa Escuela de Danza, de Pau Danza y de la Escuela de Danza Mónica Núñez y Myrian Zamorro. El acto acabó con los pasos de pasión y rabia del bailarín y coreógrafo Antonio Perea, el último en hacer ruido al ritmo del bolero de Ravel.
La danza se ganó entonces su aplauso fuera del Teatro Campoamor. Una ovación que los profesionales esperan que sirva para conseguir estar más veces sobre los escenarios asturianos junto al público de la región.
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