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Pablo Antón Marín Estrada
Domingo, 4 de julio 2021
Dos años después de su despedida, Arturo Fernández regresaba este domingo al Teatro Jovellanos para quedarse en el palco de honor del coliseo. Una placa con su nombre mantendrá vivo el recuerdo imborrable del actor, empresario y por encima de todo, gijonés de cuerpo ... y alma, en su lugar más querido, aquel donde más cerca podrá estar del único público ante el que confesaba sentirse nervioso antes de salir a actuar y cuyos aplausos valoraba como en ningún otro escenario.
Los espectadores que daban sentido a su trabajo no podían faltar en el homenaje que Gijón le tributaba a su Arturo y una representación de ellos ocupaba las doscientas localidades que el Jovellanos ofreció para asistir al acto. Sobre las tablas, dos butacas del antiguo teatro simbolizaban a todos los que disfrutaron de sus funciones allí y al otro lado, el propio protagonista aguardaba con los brazos cruzados sobre el pecho a que descubrieran la fotografía desde la que sonreía al patio de butacas. En el centro, el telón semicorrido mostraba el decorado de la función de la tarde: 'La increíble historia de Juan Latino', recordando que con penas o alegrías el espectáculo debe continuar.
En las primeras filas, junto a amigos de la infancia del artista como Janel Cuesta, los familiares de Arturo Fernández no podían ocultar la emoción de recordarle de nuevo en el mismo lugar donde recibió la última ovación hace ahora dos años. Así lo reconocía su viuda, Carmen Quesada, momentos antes de dar comienzo el acto: «Él vivió profundamente su asturianía y ni en sus mejores sueños hubiera pensado una despedida tan respetuosa y cariñosa como la que tuvo aquí. Volver a estar en el Teatro Jovellanos es algo difícil de expresar porque para su familia está presente a todas horas y cada día se le echa de menos», afirmaba.
Lo repitió en las palabras de agradecimiento que pronunció, tras recibir de manos de la alcaldesa, Ana González, un ramo de flores: «Mi tarea hoy debería ser muy fácil, tan solo dar las gracias en nombre de Arturo y de la maravillosa familia que creó, pero dedicarle un palco en el segundo aniversario de su muerte dificulta la tarea, es la emoción de recordar que hace 730 días entró por última vez en su adorado teatro». Con la voz quebrada la mujer con la que compartió sus días aseguró que «Arturo vivió para sus tres pasiones: el teatro, o lo que es lo mismo: el público, Asturias y su familia».
Quesada mostró su gratitud por la placa de homenaje y manifestó que de esta forma «Arturo estará siempre en su Teatro Jovellanos». Acerca de lo que este espacio significaba para el artista, citó sus propias palabras en la lección inaugural de la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias (ESAD), dictada dos años antes de su fallecimiento: «Este viejo corazón de asturiano cada vez que entra por la puerta de actores del Jovellanos siente que el joven que se marchó un día de la tierra que amaba y sigue amando ha cumplido su mejor sueño». A propósito añadió «todos sabemos que hubieras preferido seguir entrando por la puerta de actores y ver al público desde el escenario, no desde un lugar tan inusual para ti como el palco de honor, pero seguro que desde hoy iluminarás a tus compañeros de profesión y los aplausos que resuenen en él serán recuerdos de tu mágica manera de interpretar y allí donde estés, agradecido te inclinarás ante el público».
La actriz Beatriz Quirós, profesora de la ESAD, rememoró aquella clase magistral de Arturo Fernández: «Nos diste una verdadera lección de humildad, generosidad, profesionalidad y de vocación. Aprendiste de los grandes y fuiste uno de ellos», afirmó en un emocionante texto con forma de carta en el que le agradeció: «Habernos hecho reír, llorar, vivir otras vidas», para terminar subrayando que «tu ambición más importante como actor era hacer feliz al público. El teatro sigue resistiendo, Arturo, a pesar de la que está cayendo, sigue siendo el Ave Fénix. Nos vemos en el teatro», deseó.
Cerró el acto, la alcaldesa, Ana González, remarcando que con este reconocimiento «su ciudad quiere corresponder al trabajador infatigable, el del empresario de un oficio tan difícil y el del gijonés apasionado que mostró siempre el amor a su ciudad y lo llevó consigo, convirtiendo esa pasión en elemento de su propio personaje inconfundible, en su seña de identidad». La regidora sostuvo que «Arturo puso en práctica el tópico de que la vida es teatro y el teatro es vida rompiendo los límites entre el actor, la persona y el personaje más allá del escenario» y evocó la imagen «del hombre accesible, socarrón, coqueto e impecable que cualquier agosto podíamos encontrar paseando cerca de la Puerta de La Villa o compartiendo mesa con sus amigos en Casa Víctor». El palco con su nombre le sitúa, concluyó González, «donde siempre quiso estar, en el teatro y en Gijón».
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