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Treinta años de gestación tiene tras de sí el último proyecto teatral del actor, dramaturgo y director Jorge Moreno. Una vida entera admirando el genio y el ingenio creativo del pintor Luis Fernández han conducido hasta un hoy en el que su mundo particular, el del teatro, le da la bienvenida al icónico personaje nacido en Oviedo en 1900 y fallecido en París en 1972, donde se fraguó el grueso de su vida artística.
Esta tarde, en el Teatro Toreno de Cangas del Narcea (20 horas), tendrá lugar el estreno absoluto de 'Rosa con vela', que así se titula la obra, que toma su nombre del cuadro homónimo que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias y que fue el último que él pintó. Se plantea como un homenaje a su vida y obra, pero es mucho más que eso y además, pese a contarle, no es en puridad un espectáculo de tintes biográficos. De hecho, el pintor está sin estar, porque los personajes que salen a escena son otros. Nacen también ambos de personajes reales, pero no conocieron a Fernández nuestros protagonistas, que son los cineastas franceses Daniéle Huillet y Jean-Marie Straub, a quienes darán vida Yolanda Gómez Escudero y el propio Jorge Moreno, que se pone al frente así de la compañía Patriachica.
«Siempre quise hacer algo biográfico sobre él, pero me salió algo diferente», cuenta el dramaturgo, que confiesa una fascinación total por el personaje y por esa obra en concreto y cómo un buen día la peripecia de estos dos cineastas, que firmaban un cine un tanto extraño y que realizaron películas en museos parisinos, le inspiró la historia que está por venir. Pensó que ambos podían viajar a Oviedo para hacer una película sobre Luis Fernández e imaginó cómo sería esa cinta y la hizo teatro. «Ellos se plantan en el Museo de Bellas Artes en 2006 para hacer un documental sobre la génesis de ese cuadro, 'Rosa con vela', y a partir de ahí van reflexionando sobre por qué hacen arte, por qué se meten en esos líos, sobre si el arte se vende o se vende, hay reflexiones sobre la pintura, el cine, la literatura, el propio oficio del artista», señala Moreno.
Desde la figura de Fernández, omnipresente en el texto, se hacen reflexiones globales que conducen inevitablemente hacia el hoy. «Es una reflexión sobre Europa, Francia, España, sobre el mundo que estamos construyendo, deshumanizado que se dice. Es libre, pero de libre no tiene nada», concluye Moreno.
Este mundo de letra pequeña en el que renunciamos continuamente a la privacidad está en un texto que no es un drama al uso, pero que sí tiene desde la emotividad y la sensibilidad su parte de drama, aunque dejando siempre un hueco para la comedia ácida. «Tiene un tono desenfadado», anuncia el autor y coprotagonista, que se ha afanado en lograr que existan diferentes capas de lectura para el público. La obra puede llegar de diferentes maneras a quienes sean seguidores de Luis Fernández y conozcan su obra, pero puede llegar también a quienes ignoren todo respecto a su figura. «He pretendido que sea comprensible, no hace falta saber quién es el pintor para entender la obra», reseña el autor.
Después del estreno cangués, la idea es que pueda girar por Asturias y no renuncia Moreno a la idea de poder hacer una función en el propio Museo de Bellas Artes, con el cuadro protagonista como mejor fondo. «Esta obra necesita una atmósfera muy concreta», revela el autor, en capilla de ese estreno en Cangas del Narcea, el lugar elegido por una cuestión de confianza y agradecimiento a su fidelidad. «Es el concejo de Asturias que ha estrenado todas mis obras siempre que he tenido compañía». Allí, hoy, Luis Fernández resucita para hacerse teatro.
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