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m. f. antuñA
Viernes, 5 de noviembre 2021, 08:50
Es uno de los grandes nombres de la fotografía española. Juan Manuel Castro Prieto (Madrid, 1958), que se instala hasta el 8 de diciembre en ... la galería Aurora Vigil-Escalera de Gijón, reflexiona sobre el mundo en papel, en vidrio, con el oro como elemento unitario y con la emoción siempre como común denominador en cada disparo. Se cuelgan de las paredes imágenes de los ochenta y otras actuales en un viaje bautizado 'Vanitas' que transita por diferentes territorios. «Se trata de trabajos unidos por el concepto de que todo es vanidad, es una reflexión de lo efímero de las cosas, y de la destrucción, la devastación de la memoria, de la personal y la colectiva», introduce el fotógrafo.
Se divide en varias partes la muestra. La de los paisajes efímeros mira a la decadencia provocada por el hombre y el paso del tiempo. «Hay paisajes de la selva amazónica, ya completamente destrozados, paisajes de ruinas incas, que antiguamente fueron de esplendor», señala. Sobre la decadencia crea sus reflexiones hilvanadas a lo largo de cuarenta años, en las que hay hueco para las cosas perdidas que nos rodean, para crear un diario personal e íntimo de todos esos extravíos. Finalmente, da forma a su gabinete de curiosidades, que son fotografías en color, naturalezas muertas... Albergan un contenido metafórico, alegórico sobre cómo la vida pasa y sobre lo banal que puede ser todo lo material.
«Están unidas las tres partes del trabajo por el oro, todas las fotografías están recubiertas de pan de oro, como símbolo de la vanidad», señala el creador, que recurre también al vidrio como soporte de sus imágenes y lo convierte en un elemento simbólico de la fragilidad. Todo se puede romper en cualquier momento, de modo que volvemos a lo efímero, que no se circunscribe en absoluto a la nostalgia.
Llegar hasta el resultado final de una fotografía es fruto de un proceso que se inicia sabiendo cuál ha de ser el camino y la meta. «El fotógrafo ya asume cómo va a ser posteriormente la obra, eso no quiere decir que más adelante valore otro tipo de plástica», afirma Castro Prieto, siempre abierto a darle una vuelta a lo pensado. Él, un auténtico artesano del positivado de imágenes, cree que el gran momento de la fotografía nunca está en el laboratorio, sino en presionar el dedo sobre el disparador. «Yo creo que lo más importante es el hecho de disparar, ahí vienen las emociones, los sentimientos, normalmente lo previsualizas, pero el segundo, el momento de llevarlo a la realidad es lo que está latente en la imagen al ampliarlo».
El valor del disparo sigue vigente para él, aunque es consciente de lo que sucede en el mundo de hoy en el que la cámara del móvil se ha convertido en una parte más del cuerpo: «Antiguamente se tiraba una placa, porque costaba muy cara, de hecho la mayor parte de este trabajo está tomado con cámara de placa de 20x25 y solo hay un disparo, pero hoy en día se tiran tantas fotos que hay un problema de saturación, eres incapaz de manejar toda es información», señala. Sus fotos son reflexiones. Lo que se capta con el móvil es una suerte de escaneo de la realidad que, a su juicio, no conduce a ningún lugar.
Él también se sirve de su celular si es menester hacerlo: «Lo importante no es el soporte, sino registrar la emoción», afirma. También sabe cuál ha de ser su siguiente destino fotográfico: de nuevo Perú. «Quiero viajar y continuar proyectos que tengo abiertos, como un trabajo sobre los mineros del altiplano de Bolivia y Perú, en el que estoy desde hace cinco años, pero ahora mismo la situación es complicada».
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