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«Estoy emocionado, confundido en algún momento, feliz. Para mí es una oportunidad única que estos cuadros estén en Asturias, la tierra de mis padres». Plácido Arango, hombre más de hechos que de palabras, no es muy aficionado a hablar en público, pero ... ayer se deshizo en sonrisas y saludos mientras visitaba la exposición de las 33 obras de su colección donadas al Museo de Bellas Artes de Asturias. Pero la ocasión obligaba a algo más, y como patrono de honor que es del museo receptor, ya se ha comprometido a trabajar más en su favor. En su llamamiento dejó claro que su compromiso es sólido: «Ojalá esto ayude a incitar a un esfuerzo mayor por parte pública para reforzarlo en cuanto a medios, que falta hace», reclamó. Y no puso punto y final a su generosidad ni mucho menos: «Habrá seguramente más donaciones, pero ya las harán mis hijos, y alguna mía todavía», concluyó.
Dijo estas palabras el mecenas astur mexicano después de que Javier Fernández, el presidente del Principado, loara su generosidad. «Él dijo cuando recogió la Medalla de Asturias que estaba agradecido a Asturias, y ahora es Asturias la que le está agradecida a él».
En un acto inaugural con presencia de numerosas autoridades (alcalde de Oviedo, Wenceslao López; consejero y viceconsejero de Cultura, Genaro Alonso y Vicente Domínguez; los expresidente Antonio Trevín y Pedro de Silva, la directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo...) y del ámbito de la cultura, Plácido Arango llegó acompañado de Cristina Iglesias, una de cuyas esculturas forma parte de la donación. Es su primera obra en Asturias. Plácido Arango hijo también arropó a su padre en una tarde noche muy especial para él. Quien fuera director del Prado y ahora al frente del Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, no faltó a la cita. «Es una donación muy generosa, muy pensada para este museo y en comparación con la donación del Prado aquí se le va más el gusto de coleccionista completo, que aborda también lo contemporáneo», reflexiona. «Este museo ya estaba bien, pero esta donación le coloca en una situación muy principal», concluye.
Fue durante la tarde cuando Arango paseó las estancias del Palacio de Velarde y el edificio de la ampliación en la que se exponen las 33 obras que forman parte de la muestra. Durante la mañana, en cambio, no tuvo oportunidad de escuchar los numerosos elogios a su gesto generoso, a la coherencia y amor con que fue formando su impresionante colección de arte español. El consejero de Cultura, Genaro Alonso; el vicepresidente del Patronato y concejal de Cultura de Oviedo, Roberto Sánchez Ramos; el director del Museo, Alfonso Palacio, y el jefe del Área de Conservación de Pintura del Siglo XIX del Museo Nacional del Prado, Javier Barón, fueron los encargados de hablar del magnífico legado de Arango.
Fue Barón quien se encargó de presentar una donanción que tapa lagunas en los fondos del museo asturiano y transita por diferentes épocas, escuelas y autores. También fue él quien dejó claro que este regalo trasciende el ámbito puramente regional para ir mucho más allá: «Supera lo asturiano, supone un enriquecimiento de las colecciones públicas españolas». Abundó en esa idea y dejó muy clara la apuesta de Arango como coleccionista por recuperar patrimonio para España, puesto que muchas de las obras fueron adquiridas fuera del país y primero regresaron a su origen para formar parte de su colección privada y ahora pasan a ser públicas.
Fue Barón quien guio un recorrido que comienza en el siglo XV y concluye en el XX, que empieza con pinturas sobre tabla tan maravillosas como 'La Piedad' de Luis de Morales o el 'San Agustín' de Juan de Juanes y concluye con obras de gran formato en técnica mixta como el díptico de Guinovart o el que juega con emulsiones fotográficas de Villalba, que en su camino se tropieza con lienzos tan hermosos como los de Margarita de Austria de Juan Pantoja de la Cruz, el infante de Lara de Zurbarán o el bodegón de Juan Van der Hamen y León, sin olvidar las esculturas de Juan Muñoz y Cristina Iglesias ni obviar a Canogar, a Tàpies, a Zuloaga, a Palazuelo, al Equipo Crónica...
La selección de obras realizada para la donación ha servido para mejorar los fondos del museo, incorporando autores hasta ahora inéditos, que están ya -seguramente hasta agosto, puesto que todo indica que se prolongará a este mes la exposición- a la vista de quien quiera disfrutarlos. El grueso de las obras se sitúan en el Palacio de Velarde. En su patio central, con la escultura de Cristina Iglesias en el centro, se dejan mirar y admirar tablas del XV y el XVI con especial protagonismo para 'La Crucifixión' y 'El camino del Calvario' de Juan Correa de Vivar y las obras de Juan de la Abadía El Viejo. Siguiendo una secuencia temporal, la primera de las salas se adentra en el XVII, y allí, junto a bodegones y retratos, obras tan maravillosas como 'El banquete de Ester' de Francisco Gutiérrez o 'La danza de Salomé ante Herodes', un óleo de Juan Valdés Leal. Claudio Coello, José Antolínez o Alejandro de Loarte encuentran también acomodo.
En la siguiente sala se da un salto temporal importante. Allí se citan el 'Ocre y gris' de Tàpies', con el 'Balcón con dos figuras' de Juan Muñoz, el 'Campo de campos' de Pablo Palazuelo, 'El cura de pueblo' de Gutiérrez Solana, el retrato de 'Buffalo, cantor de Montmartre', de Ignacio Zuloaga, el 'Guerrillero muerto' de Millares y las obras de gran formato de Eduardo Arroyo y el Equipo Crónica.
Ni en el patio ni en ninguna sala, sino en lo alto de una escalera aleñada al patio está una pintura de Genaro Pérez Villaamil que retrata la Catedral de Oviedo, tan cercana la real al Palacio de Velarde y el edificio de la ampliación. Este último recibe otras cuatro obras de la donación, que además se quedarán ya en Asturias una vez finalice la exposición. La más destacada es el impactante 'Retablo de la flagelación', que luce imponente en el atrio central y que exige una mirada larga, intensa y profunda para descubrir todo lo que narra. Hay que subir a la última planta para descubrir, integradas en la exposición permanente de la colección del Bellas Artes, el 'San Agustín' de Canogar, 'La espera' de Darío Villalba y 'FLAC'76-Díptico', de Josep Guinovart.
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