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A la izquierda, Nicanor Piñole, y a la derecha la obra del pintor que regresará a Gijón.
Un Piñole inédito regresa a Gijón

Un Piñole inédito regresa a Gijón

Un depósito de Alicia Bleiberg, hija del escritor Germán Bleiberg, devuelve a Gijón un pequeño óleo sobre cartón de 1927 que recoge una luminosa vista de Londres. El martes se cuelga en su museo

M. F. ANTUÑA

Viernes, 14 de febrero 2020, 00:21

El inicio de esta historia se sitúa en 1927, cuando un pintor gijonés y universal de nombre Nicanor Piñole (1878-1978) que ya frecuentaba los círculos culturales madrileños viaja por Europa y conoce Francia, Italia e Inglaterra. A su paso por Londres y por los hermosos parajes italianos, pinta sobre cartón una serie de estudios con los que busca captar la luz, la atmósfera de cada lugar. Sucede que 25 años después, un poeta de nombre Germán Bleiberg (1915-1990), adscrito a la generación del 36, acude a Gijón para dar una conferencia y aprovecha para visitar al artista en su estudio. Descubre el escritor los paisajes y la obra más intimista del pintor y deja constancia de ella en un elogioso artículo publicado en la revista 'Clavileño' en 1953 en el que, además de reivindicarle a él, habla igualmente de la magnífica producción artística de Evaristo Valle.

Se titula el artículo 'Con el pintor Nicanor Piñole' y se ilustra con óleos del creador y con una fotografía de Laviada esculpiendo su busto. «No es la asturiana una región que haya dado muchos nombres al arte. Así lo observó ya Leopoldo Alas, que considera al asturiano más práctico que artista. Por eso resalta más el hecho de que estos últimos setenta años hayan surgido en Gijón dos maestros de la paleta, coetáneos, de tan singular importancia como Evaristo Valle y Nicanor Piñole». Así comenzaba un escrito que recordaba que Valle acababa de morir y hacía hincapié en el ostracismo de su obra, pese a su maestría.

Continúa el artículo centrando ya en Piñole. «Su estudio está enfrente de una explanada que llaman en Gijón Parque Infantil. Es un viejo caserón de tres pisos, donde vive un hombre menudo, silencioso, de reconcentrada modestia», escribe Bleiberg, que narra su peripecia vital como hijo de marino, estudiante en San Fernando, discípulo de Ferrant que vivió en Roma y visitó Francia e Inglaterra, que regresa después a su casa en Gijón y en cuyos óleos, de diversas temáticas, se vuelca la vida del creador: «En ellos se funden sus propios sentimientos, sus anhelos, su soledad, con el paisaje, la naturaleza viva o muerta, la vida de los marineros o el vaivén de las olas, el retrato, la fantasía que exalta (...) ideas y momentos, experiencias».

El pintor le guía por su obra y de un arcón saca cincuenta o sesenta óleos de reducido tamaño que son sus recuerdos de viajes. «En todos ellos nos pone en contacto con la realidad evocada: impresiones, con reminiscencias de impresionismo». No son los más pero hay cuadros captados en el extranjero, en Roma y París y también en Londres. «Su estudio es un museo vivo de su obra», dice Bleiberg, que va trazando un camino que concluye apoyando una sugerencia lanzada por Lafuente Ferrari para que surja alguna iniciativa tendente a crear un museo que recoja «avara y urgentemente» la obra de Piñole.

Ni que decir tiene que el artículo tuvo respuesta inmediata de Piñole en forma de carta manuscrita que hoy se conserva. Y no solo eso, quiso obsequiar al poeta con un par de sus obras. «Querido amigo, he recibido su carta con la revista y el hermoso artículo en el que me dedica los mejores elogios para mi persona y mis obras, que no encuentro palabras para expresarle mi agradecimiento», redacta Piñole, que valora la calidad de las reproducciones. Se data la carta el 19 de diciembre de 1953, en vísperas de las Pascuas, por lo que el pintor aprovecha para felicitarle y dedicarle «como Christmas estos dos apuntes que tiene ahí, como pequeño recuerdo de lo mucho que le queda agradecido un buen amigo». Uno de esos apuntes, óleo sobre cartón de 30x22 centímetros, acaba de volver a casa, a Gijón, y pronto se mostrará en el museo que lleva el nombre del pintor. Se trata de 'Vista del Támesis', obra inédita hasta la fecha que ha sido depositada por Alicia Bleiberg, hija del escritor, que ya en 2009 hizo una importante donación de material bibliográfico de su padre al Museo Evaristo Valle. Es Alicia la mayor y a ella le regaló el óleo en 1961 cuando se casó; el otro, un paisaje, seguramente pasó a manos de su viuda o su otra hija.

Era Bleiberg (Madrid, 1915-1990) un destacado escritor e hispanista de la generación del 36, un intelectual exiliado que hizo carrera en universidades estadounidenses y europeas. Fue un hombre prolífico, que dirigió el Diccionario de Historia de España editado por la 'Revista de Occidente' y que en 1938 se hizo con el Premio Nacional de Literatura junto a Miguel Hernández -con quien también compartió cárcel durante cinco meses- por la obra 'La Huida'. Ese hombre que participó junto a García Lorca en el grupo La Barraca, que supo estar en todos los ámbitos de las letras, se fue de España en 1961 rumbo a Estados Unidos, aunque habría de volver con la democracia.

Ese Londres de Piñole es pequeño pero muy luminoso. Mira a las aguas del Támesis y a la torre del Parlamento británico de una manera muy especial, que ya habían advertido en aquellos años veinte los críticos. Con motivo de la exposición regional de pintura de 1921, un comentarista de El Carbayón se fija en 'Atarceder', y sobre ella dice que Piñole ofrece una nota «más luminosa de lo habitual, pero dentro de su forma de entender el color, escogiendo esos momentos de luz en que el sol ya no hiere cruda y rotundamente las cosas, sino que al despedirse de ellas, las baña en su suave y paternal halago», según recuerdan desde el museo gijonés que atesora su obra, que advierte que esa misma sensibilidad se puede descubrir en esta visión del Big Ben de 1927. El martes se colgará en el museo y se pondrá por vez primera ante los ojos públicos.

Esa década de los años veinte fue para Piñole muy especial por diferentes motivos y traslució a su obra. En 1923 llegó a Gijón Gerardo Diego, que estuvo destinado hasta 1931 como profesor en el instituto Jovellanos. Sus conversaciones casi diarias ponen a Piñole en relación con los movimientos artísticos que inundan Europa y que comienzan a despertar en él un cierto interés. Está además presente en exposiciones y certámenes de ámbito nacional e internacional, como la que organiza la Fundación Carnegie de Pittsburg y en las promovidas en Toronto y Nueva York. Asimismo, participa en la exposición 'Un siglo de arte español posterior a Goya', que se presenta en Holanda y Bélgica en 1928 y en la exposición de pintura española de Oslo de 1930. Vinculado además al Círculo de Bellas Artes, el Café Lyon d'Or y el Gato Negro, vive un periodo de apertura y es cuando hace esos viajes a Europa con su amigo Emilio Corujedo, que le llevan a Italia y Francia en 1923 e Inglaterra, Italia y Francia en 1927 y 1928.

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