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Se exponen en 'Orto y ocaso' seiscientas obras, piezas que, en un contexto puramente industrial, emergieron como auténticas obras de arte; y se muestra cómo, tras toda esa belleza sobre vidrio o loza, está el trabajo de obreros y empresarios, están el ingenio y la inspiración de quienes en los siglos XIX y XX formaban parte de las plantillas de La Asturiana y La Industria.
Son cinco las fotografías impresas de la muestra y medio centenar las que se revelan en un audiovisual que sirve de narración a ojo de cómo esas empresas nacieron y crecieron gracias en sus inicios a la llegada de numerosos profesionales del extranjero y cómo, embarcadas como estaban en el éxito de sus productos, quisieron ponerles ese toque de arte por cuestiones de prestigio, de crecimiento, de calidad y exquisitez.
Son esas fotografías en su mayoría provenientes del fondo Acuña, que se halla en depósito en el Muséu del Pueblu d'Asturies, y sirven para conocer cómo eran los interiores de esas fábricas, con numerosos talleres repletos de hombres, pero también de mujeres, y de sus salones exposición, que también retrató el gran Julio Peinado. «Tiene la fábrica un bello saloncito de exposición llamado depósito, en el cual aparecen diariamente muestras de casi todos los objetos de carácter más o menos artístico que en el establecimiento se producen (...) los verre d'eau, los jarrones, los juegos de mesa y de tocador, los pisapapeles y mil objetos de exquisito gusto allí se exhiben», dejó escrito Rafael M. de Labra en 'Una villa del Cantábrico, Gijón, notas de un viaje', publicado en 1877, para referirse a la Fábrica de Vidrios de Cifuentes, Pola y compañía. Y aporta datos más prosaicos: tenía entonces 582 operarios, de los cuales 79 eran extranjeros, 350 «hombres del país», 85 mujeres y 68 muchachos, que trabajaban en cuatro hornos. Un millón novecientos mil reales se pagaban al año en jornales en aquella empresa.
Sobre La Asturiana, Rafael Fuertes Álvarez escribe lo siguiente en 1902 en el libro 'Asturias industrial': «Por la excelente calidad de la loza que elabora, ha sido premiada en las dos únicas exposiciones a las que ha concurrido con sus productos (...). Actualmente produce 3.640.000 piezas de todas clases, formas y tamaños. Servicios de mesa desde la clase más modesta hasta la más cara y lujosa, adornados con filetes azules, rojos, verdes, dorados y elegantes estampaciones de caprichosos dibujos, iniciales y escudos heráldicos; tibores, fruteros, azulejos, ordinarios y de relieves arabescos, juegos de lavabos, macetas, platos artísticos para adorno de paredes, botijos, tazas, jarras, centros de mesa; jarrones de lujo grandes y pequeños propios para salas, gabinete y jardines; juegos de té, café y chocolate, más otra multitud de objetos, unos finos y de adorno y otros de uso frecuente que sería prolijo enumerar». Comenzó la fábrica con 50 operarios, y en ese momento contaba 270 hombres y 50 mujeres, dedicadas en su mayoría al trabajo de los talleres de estampación.
Son los tiempos de estas dos fábricas de una gran producción en esos dos ámbitos. En el del vidrio, por ejemplo, la industria del vino necesitaba de una ingente cantidad de botellas que aquí se fabricaban; lo mismo sucedió con la sidra, la botella y el vaso en el que hoy se degusta la bebida tradicional asturiana surgieron aquí. Hasta septiembre se muestran las obras y sus obreros en el Revillagigedo.
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Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Gonzalo Ruiz y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Samantha Acosta | Gijón
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