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Bailarín, coreógrafo y maestro, Nacho Duato es un grande de la danza española que vive a caballo entre Rusia y España, que dirige en ... San Petersburgo a una compañía y aquí a otra, la que lleva su nombre y este sábado llega al Teatro Jovellanos de Gijón con tres coreografías, 'Jardí Tancat', 'Duende' y 'Cantus'. Tiene, por cierto, Duato, origen asturiano. Su segundo apellido, Barcia, conduce a estas tierras, a una bisabuela y una casa con escudo.
–He leído que está feliz con la compañía.
–Estoy muy contento y eso que no fue idea mía, sino de mis bailarines. Yo ya tengo una compañía en Rusia de 180 bailarines y empezar una academia y otra compañía me daba pereza, pero llevamos año y medio y la cosa va fenomenal. Me dan mucha energía los bailarines, son gente maravillosa de todo el mundo. Cada vez que voy a ensayar salgo lleno de energía y de paz. Los jóvenes son tan abiertos... La gente que se dedica a la danza, la música, son sensibles, saben compartir sus emociones.
–¿Qué le hace más feliz bailar, crear o enseñar?
–Cada etapa tiene motivaciones distintas. De joven estaba todo el día en el agua nadando, de más mayor iba en barco y ahora veo el mar desde la terraza y me lo paso muy bien. Es muy difícil tener la sensación que se tiene en un escenario, notar tu cuerpo al límite y el calor del público es diferente a estar sentado en la butaca y ver tu trabajo bailado por otra gente, pero como no puedo bailar porque la edad me lo impide, pues disfruto de otra manera. Es muy gratificante ver cómo unos bailarines interpretan tu trabajo y cómo el público lo recibe.
–Y tiene que ser una maravilla que sus coreografías sigan vivas años después.
–Yo es que nunca he ido a la moda. Ni en el vestir ni en los libros. No me gustan los bestsellers, me gustan los clásicos, Stevenson, Kipling, Borges y esta gente. Me pasa lo mismo con mis ballets, por eso 'Jardí Tancat' tiene 45 años. Yo me hago mayor pero los ballets se quedan frescos y jovencitos.
–'Jardí Tancat', usted lo ha dicho, es una coreografía de 1983. ¿Cómo se crea algo tan resistente?
–Cuando lo hice no era consciente de que iba a durar tanto. Llovía todo el tiempo en La Haya. A las cinco de la tarde estaban todos cenados y como me aburría dije 'voy a hacer un ballet'. Mi hermana me había mandado una cinta de María del Mar Bonet y me fui a la playa, cogí cuatro palos, con unas cortinas hice camisas y faldas... Y ahí sigue el ballet. Cada año lo monto en un lugar del mundo, creo que hay más de cien compañías profesionales que lo han hecho. El ballet sigue fresco. Hay gente que se dedica a esto por razones equivocadas, quiere fama, éxito. Y no. Esta profesión es muy dura y muy difícil, tienes que aislarte mucho. Hay que leer, imaginar, estar en otro mundo.
–Sigue también creando.
–He estrenado 'Cantus', que he hecho nueva para la compañía, y que está dedicado a los niños de la guerra. Ahora me voy a Rusia, empiezo hacer un ballet de tres actos, 'Raymonda'. Son presupuestos de tres millones cada ballet y aquí igual me gasto tres mil euros. Dos lados opuestos y los dos me gustan.
–Está muy bien esto de tener una doble vida.
–Sí, y además llegué hace cuatro días de Ciudad del Cabo donde estrené hace tres semanas.
–¿Qué lección que no tiene nada que ver con bailar le da a sus alumnos?
–Siempre les digo que no por muchas horas que bailes y bailes y muchas piruetas que hagas y pasos difíciles te conviertes en un bailarín. Ante todo somos personas. Y si tenemos que salir al escenario y transmitir algo hay que nutrirse de otras cosas. Tienen que ir a museos, tienen que escuchar música. Siempre les digo que para estar en contacto con la belleza, buscando la verdad y lo que es importante para esta vida, tienen que mirar hacia dentro, ser más introspectivos. La cosificación nos aleja de la verdad. Ahora todo es mentira.
–Y el directo es verdad.
–Eso es. En el escenario tratas con seres humanos. Cuando hago un ballet me enfrento a una personalidad, a una manera de ser, a toda una vida.
–La danza en España, ¿minuto de juego y resultado?
–Yo más que celebrar el Día de la Danza daría el pésame.
–¿No han cambiado nada las cosas?
–La danza va de mal en peor. No hay ayudas y cuando se recorta se recorta de ahí. La compañía nacional está encorsetada porque hay muchísima burocracia. Yo tuve libertad para hacer mis ballets y hacía giras, pero la verdad es que no te dejan moverte. La burocracia está poniendo a las compañías una camisa de fuerza. El Ministerio de Cultura quiere controlar demasiado. De hecho, a mí me despidieron porque decían que tenía demasiado éxito y que eclipsaba al ministerio. Es increíble pero eso me dijeron. Controlar al artista es de apaga y vámonos.
–Y la cultura ha de ser libre e incontrolable por definición.
–Sí, es terrible tener que decir esto en el siglo XXI, pero es así.
–Si usted fuera ministro de Cultura...
–No, no... En cuanto te metes en política empiezas a mentir y yo quiero guardar mi honestidad. A veces soy un bocazas, pero digo lo que pienso. Es difícil mantener tu verdad si formas partes de un gobierno.
–¿Pero por dónde habría que empezar?
–Hay que empezar desde la educación en las escuelas, ha de ser más sensible, más transversal. Se puede estudiar matemáticas a través de la música, historia a través de la pintura. No hay que adoctrinar sino saber educar.
–¿Es importante también en la educación aprender a bailar y moverse?
–No tiene que ser bailar, pero sí las artes, hacer que los niños vayan en busca de la belleza y la verdad, que es lo que yo hago. Lo material no vale nada, lo inmaterial, como el arte y la música, es en lo que la humanidad debería fijarse más, y no tanto en el dinero, el photoshop, el bótox y parecer siempre guapísimo que no sirve para nada.
–Pues no sé si serán malos tiempos para la lírica.
–Solo hay que ver Hollywood: de Lauren Bacall y Ava Gardner hemos pasado a Lady Gaga y Salma Hayek.
–También pinta y escribe.
–Escribo poesía, me han ofrecido publicar un libro, pero he dicho que no, y también pinto, pero yo soy coreógrafo y bailarín y basta. Voy a estrenar en Tbilisi un ballet y en el museo de enfrente quieren que haga una exposición y en San Petersburgo en septiembre hago una en la casa de Anna Pavlova. Pero yo pintor no soy, soy un coreógrafo que baila con los colores. Zapatero a tus zapatos.
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