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Tiene una dilatada trayectoria el artista Juan M. Moro, que aúna arte y ensayo en el sentido más literal y que este jueves desembarca en ... el Museo Barjola con un proyecto muy singular en el que se pone ante el espejo del mismísimo Francisco de Goya. 'Los Caprichos de Mannekind' es el título de la propuesta que acerca a Gijón el creador que es catedrático de Dibujo de la Universidad de Cantabria, que fue profesor de la Escuela de Arte de Oviedo y que el año 2000 obtuvo el Premio Nacional de Grabado. Ese galardón lo conceden Calcografía Nacional y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que es precisamente la institución depositaria de las 80 planchas originales de 'Los Caprichos' de Goya a los que este creador de larga y múltiple experiencia ha recurrido para componer un proyecto que adopta una estética barroca para darle dramatismo a la crítica social que él, como hizo Goya, ejerce hoy desde su particular mirador del mundo, que no es otro que el del juego del arte y la palabra.
Recrea el artista cántabro nacido en 1960 esos históricos grabados a través de 80 estampas de base fotográfica, que actualizan la obra del aragonés, para poner de manifiesto la disparatada condición humana. Mannekind, término que se traduce como «especie humana» y personaje que se ancla en la tradición de los maniquíes de posado usados por los artistas desde el Renacimiento, es el protagonista de la serie. Con él da vida Moro a esas estampas nacidas en la pandemia que han tomado ya forma de libro y que han sido presentadas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando antes de exponerse por primera vez públicamente en Gijón. «En época de pandemia, yo tenía estos muñequitos y comencé a representar escenas con ellos y a partir de ahí se me ocurrió hacer esta recreación del proyecto de crítica social de Goya», explica. Y así fueron surgiendo esas ochenta escenas: «Estoy encantado de exponerlo en el Museo Barjola porque me parece un lugar perfecto para poder mostrar mis caprichos».
Se inscriben esas 80 imágenes en una veintena de capítulos que conducen a esa crítica social de este mundo nuestro desde esa mirada artística y también de las palabras, que son complementarias, y que aúnan esa doble faceta de Moro de ensayista y artista.
Hay un ejercicio de detallismo para llegar a captar las hermosas escenas. «En la habitación que trabajo, sobre la mesa, iba haciendo estas composiciones utilizando elementos cotidianos y sirviéndome en todas ellas de una luz tenebrosa, barroca», señala el creador, que también empleó el photoshop para el retoque final de las imágenes.
Se sirve del negro profundo, del dramatismo del claroscuro para componer ese relato contemporáneo. «La serie es muy variada, en cada capítulo hay cuatro imágenes y cada uno tiene su título, se habla del ser, del estar, del consumir, del laborar; tocan una serie de cuestiones que son vigentes todas y lo hago a veces desde un punto muy ácido y en otros no, es un juego ligero, en otros es una cuestión profundamente intelectual... Creo que la vida es así, no tiene solo un perfil, es variada, incluso la banalidad y la vulgaridad tienen cabida», afirma. Esa es su mirada. Y sus críticas, múltiples: «Los nacionalismos, la religión, el mundo laboral o del consumo exacerbado y absurdo».
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