–Un año sin Plácido.
–Era una persona única, a la que echamos muchísimo de menos, especialmente en el Museo del Prado y en el Bellas Artes de Asturias y no solo por las donaciones. Su colección era magnífica, tenía un gran conocimiento del arte y del mundo de los museos que le hacía insustituible.
–¿Cómo era como coleccionista?
–Tenía un gusto exquisito, extradordinario. Procuraba comprar fuera de España y recuperar patrimonio artístico perdido. Se concentró en grandes artistas españoles, muchos de los cuales, en los años del primer tercio del siglo XX, habían ido a parar a países extranjeros y recuperó en subastas bastantes obras. En ese sentido, contribuyó, con otros colecionistas, a hacer de la pintura española una de las escuelas más revalorizadas en los museos.
–Se suele decir que era una colección muy coherente.
–Extrordinaria. Cada obra tenía un sentido, un valor en sí misma, una autonomía propia y juntas sumaban un gran conjunto, que iba del arte bajomedieval hasta el arte de hoy.
–¿Cómo recuerda usted el proceso de la donación?
–Aunque donó a otros museos, como el Bellas Artes de Bilbao, sus dos grandes donaciones fueron la del Prado y la de Asturias. Cuando él planteaba la del Prado ya empezaba a hablar de la de Oviedo y de hecho había cuadros que podían interesar a uno y otro. Una vez se hizo la del Prado, me dijo que contaba conmigo para ver todas las obras. Me acuerdo que veníamos de Madrid para reunirnos con Pedro de Silva y Alfonso Palacio e ir avanzando hasta que en 2017 se cerró y en 2018 se inauguró la exposición. Salió muy bien, para él fue un momento emocionante, para nosotros un gran espaldarazo al Museo de Bellas Artes de Asturias, puesto que una de las mejores colecciones de arte español del mundo lo había elegido. Fue muy generoso donando obras muy relevantes.
–¿Somos conscientes de la importancia de este legado?
–Espero que sí. Estas 33 obras, unidas al Darío de Regoyos que donó antes, son un núcleo importantísimo. El conjunto de arte contemporáneo que hay le da al museo una pauta para seguir coleccionando en ese ámbito. Es muy bueno desde muchos puntos de vistas.
–Dígame alguno que se nos escape.
–Vincular el museo con una figura como Plácido Arango, de primerísima fila. Y las propias obras en sí, que suponen un enriquecimiento extraordinario. Él quiso que fueran obras de sala, que tuvieran sentido en el discurso del museo, que conocía perfectamente. En tercer lugar, este es un museo que tiene una gran aspiración, que es representar muy bien la pintura española, no solo los pintores asturianos como Carreño Miranda, Meléndez, Regoyos, Luis Fernández..., sino también todos los españoles. Lo logra muy bien, es un caso especial. En Asturias no hay escuela pictórica del renacimiento y el barroco y se ha conseguido que esté representado bien este periodo en un museo que además es muy joven.
–¿Cuál era su obra favorita?
–Había varias. Una de ellas el cuadro de Valdés Leal, uno de los pintores no representados en el museo, 'La danza de Salomé ante Herodes'. El Palazuelo es una obra espectacular, el Miyares, el retablo, el Van der Hamen, un bodegón de primerísima época...
–Vaya, que somos afortunados.
–No solo en la vertiente artística. Plácido también fue presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, fundador de la Fundación Española contra la Drogadicción. Era una persona inteligente, sencilla, con muchas facetas . Era un gran caballero.
–Y donó sin ley de mecenazgo.
–Hacer la donación que hizo y en los términos que la hizo tiene mucho mérito. Aquí no hay una ley de mecenazgo, no hay esa contrapartida como la que sí tiene un gran coleccionista que haga lo mismo en Estados Unidos. Ojalá la haya en el futuro. Son momentos malos, pero cuando fueron mejores tampoco se abordó. Esta sería la manera de poder recuperar patrimonio artístico y favorecer donaciones que puedan contribuir a que los museos crezcan con obras importantes.
–No es fácil ir al mercado.
–El Bellas Artes ha estado 14 años sin poder adquirir obras porque no hay dinero previsto. Así están todos los museos de España.
–¿Qué le parece lo que sucede con la colección Cajastur?
–No tengo información. Yo conocí esa colección en los años noventa, e hice algunos estudios de alguna de sus obras, entre ellas un Regoyos que está depositado en el Bellas Artes.
–Pues hay cierto temor a que esas obras salgan de Asturias. ¿A usted le dolería?
–Para todas las obras que se han coleccionado aquí, Asturias sería el destino óptimo y adecuado.
–¿Le duele ver tan vacío el Prado?
–Madrid es un caso especialísimo entre las grandes ciudades europeas al tener sus museos abiertos. El Louvre está cerrado, los museos de Londres, también. Pero la bajada de público es muy notoria, menos personas disfrutan de las colecciones, y eso afecta a la economía del museo.
–¿Peligran los proyectos?
–No, afortunadamente el Gobierno ha dotado del dinero necesario para poder continuar.
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