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Carlota Gaviño, en una escena de 'El gran teatro del mundo'. Sergio Parra
Carlota Gaviño: «Hay que desacralizar el teatro clásico y disfrutarlo como un concierto de Bad Bunny»
'El Gran Teatro del Mundo', en el Teatro Jovellanos de Gijón

Carlota Gaviño: «Hay que desacralizar el teatro clásico y disfrutarlo como un concierto de Bad Bunny»

Carlota Gaviño da vida al Mundo en el clásico de Calderón que mañana llega al Teatro Jovellanos de Gijón

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 7 de febrero 2025, 10:53

Calderón es teatro popular, es sabiduría, es filosofía. El Teatro Jovellanos de Gijón le da este 8 de febrero (20.30 horas) la bienvenida a 'El Gran Teatro del Mundo', una obra del Centro Nacional de Teatro Clásico que a todos apela. Carlota Gaviño es una de las actrices partícipes de esta visíon contemporánea del texto que dirigió Lluis Homar y que sube al escenario a una docena de actores, entre ellos, Antonio Comas, Jorge Merino y Yolanda de la Hoz.

–¿Cómo es esto ser el Mundo?

–Pasa con estas cosas maravillosas del teatro que al final en el escenario se pueden concretar conceptos tremendamente abstractos que son muy difíciles de visualizar y de pronto Calderón lo convierte en un personaje. Esa idea tan abrumadora de qué es el mundo en la obra se concreta de una forma bastante sencilla. Es la persona que dirige el espectáculo que el Autor, que es el trasunto de Dios, quiere poner en escena, es el ente que proporciona los medios y da las instrucciones para que la obra se realice. Doy los atributos a los personajes, lo que el mundo les ofrece por posición social o estatus, y doy las riquezas al rico, quito las posesiones al pobre, doy los instrumentos para arar al labrador. El mundo es eso, el espacio físico y las condiciones que nos rodean.

–Esto es teatro popular y también un tratado de filosofía. ¿Qué enseñanza se lleva?

–Hay un leit motiv en la función que tiene que ver con la responsabilidad individual, con el comportamiento responsable de los unos para los otros, que es lo que para Calderón es como el centro moral o ético de la pieza, y está contenido en el verso «obrar bien, que Dios es Dios». Hay algo de este animarnos a la bondad y a la generosidad y a decidir cada uno qué significa eso, porque Calderón ofrece libertad en lo que entendemos por bien y por Dios. Yo me llevo este apelar a la responsabilidad invidual, en pensar cada día cómo podemos hacer el bien.

–Eso mismo se lleva el público.

–Para el público por un lado hay una sensación de sentir la obra de forma muy reconocible en su experiencia vital, se sienten reconocidos y se ríen. Nos hablan de la belleza, de poder enfrentarse a estos textos sin sentirse fuera. Todo el mundo entiende muy bien las palabras, que es algo que siempre da miedo cuando se acercan al teatro clásico. Sienten que están haciendo el viaje con nosotros y de ahí se extrae algo reconocible en el día a día de cada uno. Y eso me parece una victoria increíble de Calderón cuatrocientos años después. También de la puesta en escena, que es muy sintética y pone mucho interés en que el público pueda entender las palabras.

–¿Ese miedo al verso para ustedes y para el público está ahí pero es falso?

–Yo creo que sí, que hay un cierto miedo aprendido. En algunas épocas quizá se ha querido expulsar al gran público de los clásicos por considerar que son algo elevado, inalcazable y eso quizá ha generado esa sensación de que no es para gente normal. Y también para los actores y actriz hay algo como que es tan difícil. Pero precisamente porque los clásicos son grandiosos es porque son para todos. Siento que es más el miedo que la realidad, porque la lengua que hablamos, por mucho que haya palabras distintas, está construida sobre lo que escribieron Lope, Calderón, Cervantes y es un lenguaje con el que se conecta muy rápido. Es un espectáculo popular, es para todos. Tenemos que reivindicar los clásicos porque son nuestros y están escritos para ser representados enlas plazas.

–¿Qué estado de salud tiene ahora el teatro clásico?

–Tengo la sensación de que quizá hay bastante miedo a que los clásicos nos hablen del presente. Yo diría que lo más importante para que los clásicos sobrevivan es que podamos leerlos desde el presente y que no nos asustemos por hacer lecturas contemporáneas, por mirarlos desde lugares menos académicos. Hay que desacralizar los clásico absolutamente y disfrutarlo como un concierto de Bud Bunny.

–Doce actores en el escenario. Menudo lujo.

–Es importante poder acceder a espectáculos que las compañías privadas no se pueden permitir. Hay que pelear porque la cultura reciba financiación porque es un bien inmaterial que nos pertenece a todos y no debe dejarse en manos de las leyes del mercado.

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