Secciones
Servicios
Destacamos
ALBERTO PIQUERO
OVIEDO.
Domingo, 1 de abril 2018, 00:50
Recién llegado de Nueva York, donde Forma Antiqva ha escrito una página más de su extraordinaria trayectoria musical y a punto de marchar a Madrid para los ensayos de la ópera 'Los elementos', que dirigirá en la Fundación March, Aarón Zapico (Sama de Langreo, 1978) ... hizo un alto en el camino, atendiendo a las Conversaciones de EL COMERCIO, celebradas en el Club de Tenis de Oviedo. Del paso por Nueva York -acompañado de Pablo y Daniel, sus hermanos, que completan el ensemble de Forma Antiqva, y del contratenor Carlos Mena-, relató que había cumplido «uno de los anhelos que tuve desde pequeño, dar un concierto en la ciudad más magnética del mundo». Sucedió en The Frick Collection, uno de los altares musicales neoyorquinos, y pondera que «viendo el plantel de músicos que han pasado por ahí, recibir unos aplausos que nos sitúan en esa misma división es muy reconfortante». También podría decirse que Forma Antiqva, tras diez grabaciones y giras por el mundo que les han llevado por Europa, Hispanoamérica, Asia y Oceanía, completaba un círculo de éxitos por todos los meridianos.
La historia comenzó a principios de la década de los 90. «Mis hermanos y yo hemos tenido unos padres comprometidos con nuestra educación al cien por ciento. Y, entre las orientaciones que nos dieron, estuvo la asistencia al Conservatorio del Valle del Nalón, en Sama de Langreo. En una ocasión, mi padre, que falleció hace quince años, acudió a un concierto en La Felguera, donde descubrió un instrumento que desconocía, el clave, que tocaba Pilar Tomás, quien fuera directora de la Semana de Música de Cuenca. Ahí se inició mi acercamiento a la música antigua, siendo el conejillo de Indias», bromea. El hecho fue que al carecer de un clave a disposición, la iniciativa del progenitor se trasladó a Fucomi, donde se hicieron cursos para luthiers y se elaboraron instrumentos, de los cuales todavía hay dos claves en el Conservatorio del Nalón. Y que el conejillo de Indias, después de especializarse en el Conservatorio de La Haya -donde le instruyó uno de sus maestros de referencia, «el profesor Jacques Ogg», destacado miembro de un cuerpo docente que «mantenía un trato con los alumnos como si fueran adultos, al contrario que aquí»-, se ha convertido en uno de los clavecinistas más admirados en el panorama de la música barroca.
¿Es la música barroca un desafío excesivo para oídos comunes? Aarón Zapico, que a veces la ha comparado al «latido natural del corazón», piensa lo contrario y ejemplifica: «La música de cámara en el Auditorio Nacional, en los ciclos vermut, agota las entradas con meses de antelación, teniendo un público relativamente joven». Piensa que a ello contribuye asimismo una virtud: «La brevedad de la duración de las obras, que se acompasa a los tiempos que vivimos, y que es una música fácil de entender y de sentir».
En cualquier caso, no está tentado por forzar las inclinaciones melómanas de cada cual. Habla de su experiencia más cercana: «A mi hija la he llevado a ballet y a piano; pero la aliento, no la obligo. Funcionará o no; de lo que se trata es de que acceda a los carriles del arte, de enseñarla a andar y que posteriormente camine por donde prefiera». Lo que tiene claro es que la dedicación artística exige «esfuerzo y sacrificio», exactamente en las antípodas de «esa fama que obtienen algunos artistas de la televisión que reciben lecciones durante un mes».
Aún así, ha de sumarse un cierto grado de azar favorable a las incontables horas de estudio y práctica que se dedican a las armonías. «Yo he tenido suerte. Hay otros músicos con más talento que no han logrado alcanzar la situación que merecen. Porque, además del talento, en este trabajo has de proyectar una imagen e incluso ser tu propio mánager». Y superar obstáculos que podrían dejar de estorbar si hubiera mejores criterios: «España es desagradecida con sus artistas, las instituciones pueden llegar a demorar los pagos hasta doce meses, se sigue pensando desde esas instancias que lo de fuera es más óptimo y no hay cultura de la coproducción, que ahorraría muchos costes». En ese sentido, indicaba la necesidad de que en la comunidad asturiana, «tres ciudades como Oviedo, Gijón y Avilés, no solapen programaciones; pero sí se beneficien de un circuito que las integre a las tres, extensible a las Cuencas». Está convencido de que «en Asturias hay público suficiente para las actividades culturales, de lo que carecemos es de los gestores que las articulen». A ese propósito, reclamaba «un foro cultural que perfile las programaciones, que trascienda las politizaciones y los localismos».
Samense muy arraigado, la elección que ha tomado de residir en la población langreana la entiende al modo de «un compromiso con la comunidad, con la gente que te rodea». Un ánimo que incorpora «dar toda la guerra posible desde donde vivo en favor de la cultura y que la sociedad civil cubra lo que dejen de hacer los políticos».
En el terreno de la docencia, mantiene junto a otros colegas una larga y ardua polémica, excesivamente dilatada en el tiempo y de momento sin visos de solución, frente a la ley de incompatibilidades laborales y su aplicación en Asturias. «La Administración pone todas las trabas posibles al profesorado incluso para asistir a conciertos, lo que no se antoja muy positivo para su propio perfeccionamiento. Se hace uso de un marco legal restrictivo, que induce a la existencia de un profesorado amargado, limitado en sus iniciativas, que ve pasar a los alumnos, mientras se erosiona la calidad de la enseñanza».
Un caso particular que Forma Antiqva ha experimentado recientemente guarda relación con la condición que había adquirido en términos de residente del Auditorio Príncipe Felipe, de Oviedo, circunstancia que se ha extinguido sin ninguna explicación del consistorio ovetense.
Aarón mostraba su perplejidad: «Establecimos un convenio, según el cual se nos otorgaba el derecho a reservar un espacio de ensayo los días en los que abriera el Auditorio, para lo que se nos prestaba la asistencia de luz y ayuda técnica. Y también se nos concedía la prerrogativa de formar parte de la programación una vez al año. En contraprestación, nosotros incluíamos la cobertura recibida y el nombre del Auditorio Príncipe Felipe en nuestra web, programas de conciertos y discos. Invertimos miles de euros en la preparación de obras a interpretar, suponiendo la buena fe y que estaba apalabrado un vínculo a medio y largo plazo». Así eran las cosas hasta que, hace unas fechas, «se suspendió el convenio, sin que nadie nos explicara nada ni hubiera la más mínima demostración de afecto. Todavía fuimos los primeros en participar en el concierto de apoyo a los refugiados. La verdad es que no entiendo nada, salvo que a cierto sector ovetense no le complaciera que nos mantuviéramos allí».
Sin embargo, las dificultades de esa índole, siendo lógicamente incómodas, no empalidecen la trayectoria de Forma Antiqva ni merman los nuevos proyectos que les aguardan. Uno de ellos, que se estrenará en octubre de 2019, los une a la Ópera de Oviedo, que para Aarón es «un sueño cumplido», o sea, poner en pie la creación de Händel, 'Rinaldo'. «No podía pensar en una obra más excelente para un acontecimiento así», subrayaba. Patricia Cuesta, coordinadora artística de la Fundación Ópera de Oviedo, presente en la Conversación, añadía que el reparto del elenco designado para ese día lo han dejado a disposición de Forma Antiqua, «porque son los que más saben de esta materia».
No en vano, por ejemplo, pues en alguna línea ha de mencionarse, grabaciones como la que ha hecho Forma Antiqva de otro compositor deslumbrante del barroco, Vivaldi, interpretando 'Las Cuatro Estaciones', ha obtenido los plácemes de la crítica internacional más exigente.
Otro aspecto relevante que no se ha de omitir son las colaboraciones mantenidas con la OSPA desde 2012, «que siempre ha sido muy receptiva con nosotros», agradecía.
Clavecinista, director de Forma Antiqva y asimismo director orquestal, ya de manera distendida en una reunión muy animada por los contertulios que figuran al pie de la fotografía, por las orillas del humor que tampoco le faltan, Aarón Zapico confesaba que para empuñar la batuta «hay que tener mano derecha e izquierda, pues nunca falta algún concertista que te quiera desconcertar». Aunque está en su naturaleza mirar de frente.
Volviendo a ese malentendido de que la música barroca padezca el estigma de ser anacrónica, aparte de considerar que está en las raíces del jazz, del blues o del pop, declaraba que «la forma que tengo de ser moderno es interpretando música antigua». Al fin y al cabo, la única música imperecedera es la que se transforma en clásica. Por otro lado, también disfruta «con Queen o escuchando a un 'crooner' que acabo de oír en Nueva York, Kurt Elling; con los estilos más diversos». Dicho sumariamente, ninguna música le es ajena. «No hay que entenderla, sino dejarse ir y gozarla».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.