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En 1983, un año antes de su muerte, el Museo de Bellas Artes de Asturias dedicaba una exposición a Ignacio Álvarez Castelao, uno ... de los grandes arquitectos asturianos del siglo XX. Un personaje enorme, quizá no tan conocido y reconocido como debería, que ha dejado brillante obra en las ciudades asturianas. Aquella exposición la conservó con mimo el Colegio de Arquitectos de Asturias, que ahora la recupera y la muestra de nuevo, apelando al encanto de la pátina del tiempo, para reivindicar su figura y como preámbulo a una asignatura pendiente que esperan poder aprobar, que es la publicación de un completo estudio sobre toda su obra.
El jueves abre sus puertas con una serie de paneles que reproducen planos y fotografías de la obra de este gran creador de espacios que nació en Cangas del Narcea en el año 1910 y fue representante destacado del Movimiento Moderno. Dio un vuelco a la arquitectura hecha en Asturias durante sus 41 años de ejercicio profesional.
'Fragmentos de 1983' es el título elegido para este viaje al pasado que incluye maquetas de edificios por él proyectados y planos, hechos a la antigua usanza, sin el recurso de la tecnología, tal y como las hizo su estudio en su momento. «Ignacio Álvarez Castelao es quizá el mejor arquitecto que tuvimos en la segunda mitad del siglo XX, con obras magníficas de arquitectura moderna, perfectamente asimilables a las que se producían a nivel internacional», afirma Pepe Vázquez de Prada desde el colegio profesional. Subraya que, en el caso concreto de Castelao, firmó una obra personal y refinada en lo que a la utilización de materiales se refiere, con detalles exquisitos y composiciones maravillosas. «Esta exposición se encontró en nuestros archivos y nos parece un documento excelente, que muestra los planos de los proyectos originales, y fotografías hechas en la época. La mostramos tal cual para que el público pueda ver cómo se hacían los planos antes, cómo se utilizaba la expresión gráfica entonces para definir y documentar un edificio, y cómo se producía una exposición de este tipo», señala.
En todos esos documentos se muestran edificios muy interesantes y que, además, forman parte de la vida de todos. Son un patrimonio de notable valor avalados por el Docomomo Ibérico, entidad que se dedica a documentar, difundir y proteger todo lo que tiene que ver con el Movimiento Moderno.
Entre esos edificios, Gijón cuenta con uno especialmente singular, la antigua Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial, ahora el edificio polivalente. Mucho más representada está su obra en Oviedo. Es el caso de las facultades de Medicina y Geológicas y Biológicas de Oviedo o la sede de Hunosa. Suya fue también es la reforma del antiguo convento Santa Clara, sede de Hacienda, que en su momento desató un debate social muy intenso sobre cómo recuperar un inmueble histórico como ese, víctima de bombardeos durante la guerra civil. Se decidió intervenir con arquitectura moderna para disgusto de muchos, pero manteniendo todo lo anterior tal cual. El edificio de viviendas que albergaba la antigua estación de Alsa es también suyo, lo mismo que los bautizados como el Serrucho y el Serruchín, de la calle Cervantes.
En dieciocho paneles se cuenta quién fue y posiblemente esa visita interior a la sala expositiva sirva para alentar otras exteriores, para que el observador inquieto aspire a admirar in situ los detalles de edificios singulares y únicos, sus delicadísimas carpinterías o los paramentos interiores de edificios como el de la Facultad de Medicina con pilares que se convierten en esculturas. «Era exquisito y trabajaba al detalle», revela Vázquez de Prada.
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