Asturias industrial y natural con un enfoque intergeneracional

Se establece un periplo cronológico en la muestra, que arranca con las imágenes escultóricas de la industria que José Ferrero captó en los ochenta, prosigue por las ingenierías que recogió años después Ana Muller, se detiene ya en el declive industrial y el abandono de los espacios con Beatriz Fernández Alameda, se adentra en cómo la ruina de esos espacios conduce a que de nuevo se abra paso la naturaleza con Nicolás Cancio, se detiene en la pura belleza sin contemplaciones del ayer de los años setenta al hoy que nos regala José Ramón Cuervo-Arango, prosigue con los paisajes de Enrique Ros Wagener, con Terera Suárez y su relato del retorno al mundo rural y las imágenes de incendios que nos alertan de la necesidad de proteger nuestro patrimonio, el industrial y natural, que firma Cristina López-Dóriga.

Esas miradas cruzadas hacia el mismo lugar son siempre hermosas, evocadoras y nos cuentan a nosotros mismos desde todas las vertientes posibles y con las miradas de una joven de treinta años, la edad de Teresa Suárez, y un veterano de 77 como José Ramón Cuervo-Arango, el retratista por antonomasia del paisaje asturiano. «Es una visión del paisaje a lo largo de las décadas, y está dividido en el paisaje más industrial, productivo, y el natural y de disfrute y vamos viendo cómo va cambiando en todo ese tiempo», revela el comisario, que explica cómo todas las generaciones de fotógrafos han querido detenerse en esa contemplación paisajística.

«El blanco y negro para estos temas funciona muy bien», señala Cancio para justificar cómo se construye ese guion, no obligado, pero que sí da una coherencia a todo lo que se cuenta en imágenes. «Me gustaría que se viera esa continuidad de una generación con la siguiente, que temas que eran interesantes hace 30 o 40 años siguen siendo relevantes hoy en día y autores actuales aprenden de las generaciones anteriores, y quería marcar esa continuidad, que dé la impresión de que no hay saltos bruscos».