Siglo y medio de un pintor universal

Llegó al mundo un 11 de julio de 1873, durante la primera y breve República española, de modo y manera que cuando cumplió dos años ya se había producido la restauración borbónica en el país. En Gijón vio la luz un hombre llamado a ser pintor, pero también escritor, intelectual, un creador múltiple que hoy tiene museo propio con 40 años cumplidos y un papel clave en la renovación de la pintura española del siglo XX.

Este martes es el día. La fecha en la que Marciana Fernández Quirós daba a luz siglo y medio atrás al tercero de sus seis hijos, fruto de su matrimonio con Evaristo del Valle Álvarez, un juez de paz que habría de morir solo diez años después de aquel alumbramiento y que solía llevar en su cartera los dibujos que aquel niño al que habían bautizado con su mismo su nombre ya dibujaba con solo dos añitos. No pudo vivir el orgullo de verle convertido en un gran pintor.

Gijón fue el lugar de su infancia hasta que con diez años viaja con su familia a Puerto Rico, donde su progenitor habría de ejercer como magistrado en San Juan. Pero a los seis meses murió de unas fiebres y en 1885 tocaba volver a casa. A la escuela, al instituto y más pronto que tarde a ganarse la vida y a empezar a trazar su propia trayectoria vital:litógrafo, caricaturista, pintor, escritor... Lo han recogido y contado en sus biografías Enrique Lafuente Ferrari, Francisco Carantoña y Gretel Piquer, que han puesto palabras sobre una figura absolutamente fundamental en la historia del arte asturiano, que aún hoy sigue aportando sorpresas, nuevas miradas, conocimiento, y que aún hoy sigue sin tener el reconocimiento que realmente merece. «Que sigamos estudiado y profundizando en la obra del artista, que encontremos lienzos perdidos bajo otros, nos está demostrando que con los estudios de Lafuente Ferrari y Carantoña no estaba todo hecho, la investigación nunca termina y menos con artistas con procesos creativos tan complejos como los de Valle», afirma Gretel Piquer, la autora de la tesis doctoral sobre su figura, y que trabaja ya en la exposición que llegará en otoño al museo que revelará al Valle más inédito. Porque aún hoy sigue habiendo sorpresas gratas, como que aparezca en una colección extranjera una obra hecha cien años atrás. Alguna de esas se verán en la muestra que está por llegar, aunque antes abrirá sus puertas la dedicada a las obras de Valle en la colección Sabadell justo el día de la efeméride.

«Sigue siendo una figura vigente y cada vez se va atendiendo más a una imagen más global, como pintor, como intelectual, como figura de referencia para escritores, pensadores, pero aún sigue siendo 'el pintor asturiano', y, cuando se habla de Zuloaga, no pensamos en que es vasco, sino en su obra, pensamos en él como una figura del arte universal. A Valle se le debería ver como una figura que participa de la renovación del arte del siglo XX en un contexto nacional e internacional», subraya Piquer. Esos paisajes, esas temáticas, ese verde, esas figuras e indumentarias de su obra pueden ser asturianas o de todo el norte peninsular y de todo el norte de Europa. Y quizá la mirada general que sobre él se proyecte sea demasiado local. Una barrera a traspasar. Hay tiempo y ganas. Su museo en Gijón afronta los cuarenta años que están por llegar con la siempre difícil tarea de sobrevivir y con un reto claro en mente: «La proyección nacional e internacional de la figura de Valle». ¿Y eso cómo se logra? «Sin parar de trabajar y con un poco de suerte».

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