Carnavalada. 1929. Óleo sobre lienzo (102,5 x 126 cm). Firmado: «E. Valle» en el ángulo inferior derecho. Museo de Bellas Artes de Asturias

Evaristo Valle, en las mascaradas del Thyssen

El pintor gijonés destaca en la nueva exposición del museo que la baronesa tiene en Málaga y a cuya colección ha sumado dos de sus desnudos

Paché Merayo

Gijón

Miércoles, 9 de septiembre 2020, 15:04

«Evaristo Valle es la personalidad más destacada y moderna de una brillante generación de pintores asturianos del fin de siglo». Así describe el historiador de arte Francisco Javier Pérez Rojas al creador gijonés en el catálogo de la colección personal de la baronesa ... Thyssen, cuyos trazos, en forma de dos desnudos firmados en 1945, se han incorporado a ese gigante fondo de obras maestras, que custodia su museo de Málaga. De hecho, el texto del especialista da verbo a esas dos pequeñas piezas (de 50 x 66 centímetros), que parecen representar a dos ninfas, cada una recostada de un lado diferente del cuadro. Sin embargo, no son los desnudos de mujer las únicas obras de Evaristo Valle a las que se rinde la coleccionista, ya que estos días, otro lienzo del pintor gijonés cuelga de sus paredes andaluzas. Se trata de 'Carnavalada', en este caso pintado en 1929, y no propiedad de la baronesa, sino del Museo de Bellas Artes de Asturias que lo ha prestado para redondear un discurso sobre las máscaras. De hecho el título de la exposición es 'Máscaras. Metamorfosis de la identidad moderna', que ha llevado la tela a Málaga, donde podrá contemplarse hasta enero de 2021.

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Valle, que es uno de los encargados de saludar al visitante, se codea en 'Máscaras' con Goya, Gutiérrez Solana, Picasso, Derain, Julio González, Modigliani y Oteiza, entre otros genios del siglo XX. La mayoría de sus obras forman parte de la colección Carmen Thyssen Bornemisza, ya que el museo andaluz es su sede. Sin embargo, Luis Puelles, profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Málaga, y Lourdes Moreno, la directora Artística del museo, decidieron como comisarios de la muestra que Valle debía estar presente en el encuentro de pinceles.

A la izquierda, 'Desnudo II'. A la derecha, Desnudo I, ambos de Evaristo Valle, del año 1945. (50 x 66 cm) . Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

La intención, plantear «una reflexión sobre la máscara como elemento transformador de la representación de la figura humana en el arte moderno», algo que comisarios y exposición hacen subrayando el «uso festivo tradicional vinculado al carnaval y al disfraz», en el que se encuentra Valle, pero también recordando cómo la máscara se asocia «a lo grotesco y a la muerte» especialmente en el fin de siglo XIX y antes con Goya, irrumpiendo en el siglo XX «como referencia para el trabajo del rostro en la vanguardia».

En unos tiempos y en otros lo que pintores y escultores hacen con la máscara es «cuestionar», dicen los dos especialistas, «la identidad, la individualidad y la subjetividad». Valle está en ese juego con la obra que le representa en la muestra. Una pintura, cuya figura del extremo derecho dirige su mirada directamente al observador. Observa la doctora en Historia del Arte gijonesa Gretel Piquer, que se trata de «'destrozona', un personaje que adquiriría fama especialmente en Oviedo y Gijón, caracterizada por la escoba que portaba y con la que golpeaba a todo el mundo». La 'destrozona', cuenta Piquer, que ha documentado todos los valle del Bellas Artes de Asturias, «había aparecido ya en la primera mascarada documentada del artista, 'Carnaval en Asturias' o 'Carnaval en Tiñana'».

La experta del Museo Evaristo Valle habla de «dramatismo y ritmo de las figuras, que ocupan el primer término de la composición» y advierte cómo «los tonos blancos y rosados de los ropajes se destacan fuertemente del verde sombrío del paisaje y de las construcciones del fondo, notablemente simplificadas con respecto a 'Carnavalada de Oviedo'. Otro de los descubrimientos que hace Gretel sobre esta obra de Valle, en la que destaca «el contraste entre la violenta danza y la soledad del espacio que la acoge», se refiere al hecho de que las tonalidades de los disfraces «revelan la frecuente inspiración que el pintor hallaba en la colección de conchas marinas heredadas de su padre, muy gratas al pintor por sus formas y brillos».

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Lo cierto es que cada trazo de la obra del gijonés cuenta un pedazo de historia, de la personal y de la que le rodeaba en aquel tiempo (1929), como el resto de las piezas reunidas en Málaga cuentan relatos personales en escenarios, unas veces privados, otras públicos.

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