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A. VILLACORTA
OVIEDO.
Jueves, 27 de enero 2022, 01:25
Cuarenta y cinco años después de su muerte, el enorme y espléndido legado de José Manuel González y Fernández Valles (Las Regueras, 1906-Oviedo, ... 1977) ya está donde tenía que estar: en el Museo Arqueológico de Asturias. «Él siempre quiso que estuviese en el Arqueológico y ha tardado muchos años en llegar, pero está aquí, que es lo importante: que acabe siendo patrimonio de todos los asturianos», resumía ayer, emocionado por desprenderse de un pedazo de su vida, triste y alegre a la vez, Carlos García, su sobrino nieto y portavoz de la familia, que ha hecho entrega en depósito al museo de más de 3.000 piezas reunidas durante tres décadas de investigaciones por quien está considerado uno de los padres de la arqueología moderna en Asturias y maestro de varias generaciones de arqueólogos.
La directora del museo, María Antonia Pedregal, y el director general de Cultura y Patrimonio del Principado, Pablo León, presentaron ayer en sociedad el fondo de José Manuel González, apodado 'Piedriquina' por una pasión que definió toda su existencia, y del que se acaba de hacer cargo el Arqueológico tras llegar a un acuerdo con la familia para su cesión temporal.
Así que, a partir de ahora, lo que toca es que la institución acometa su catalogación, estudio y difusión «por su gran interés histórico, artístico, arqueológico, etnográfico, documental y bibliográfico». «Lo haremos como se merece, porque es magnífico», prometió Pablo León.
¿Pero qué es exactamente lo que contiene este tesoro que el reguerano custodió perfectamente ordenado en su domicilio ovetense hasta su fallecimiento?
Pues, entre otras cosas, más de 3.000 piezas arqueológicas, libros, documentos, fotos, cartas, dibujos, planos e incluso el mobiliario de su despacho. Testigos que arrojan luz sobre la historia más remota de Asturias y que podrán verse hasta el 4 de marzo en una exposición que incluye algunos de los objetos más relevantes, además de una proyección de imágenes que ilustran la vida y trayectoria de un estudioso meticuloso y tímido que recorrió Asturias sin descanso.
En concreto, el legado está dividido en dos partes. Por un lado, un fondo arqueológico alimentado por sus descubrimientos y en el que destacan grandes bifaces de cuarcita aparecidos en Llagú (Oviedo), Las Regueras y Busto (Luarca), un hacha de la Edad del Bronce hallada en 1971 en Figares (Salas), un tesorillo de 173 monedas romanas de bronce localizadas en Foxó (Tameza), un fragmento del mosaico de la villa romana de Andayón, también en Las Regueras, y el Molino de Ricabo, «una muela manuaria decorada que procede del castro de La Picona y que constituye una pieza extraordinaria». Y, por otro, un fondo documental que abarca el periodo que va desde 1930 hasta la muerte del investigador, en 1977, y que alterna documentación inédita y publicada, manuscrita e impresa, de quien dedicó más de treinta años a localizar y documentar yacimientos al aire libre con industria lítica del Paleolítico, varias estaciones con arte rupestre de la Edad del Bronce, más de 600 túmulos megalíticos, unos 265 castros, yacimientos de época romana y vestigios de castillos medievales.
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