Santa María de Restiellu (Grao). CONSEJERÍA DE CULTURA | Diego Abejón

Las 'capillas sixtinas' asturianas

Joyas anónimas. Los frescos que atesoran numerosas iglesias rurales de la región son tan desconocidos como valiosos

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Domingo, 5 de junio 2022

Teresa Miranda maneja con agilidad la pesada llave que abre la puerta de la iglesia de San Juan Bautista en Santibáñez de la Fuente (Aller). Vecina de la aldea, lleva muchos años custodiándola y sabe el valor que atesoran los frescos que se conservan en ... los muros del ábside de este templo del románico tardío que estuvo ubicado en Riomera hasta el siglo XVI. Las pinturas que alberga, parcialmente ocultas por el retablo barroco, representan un conjunto excepcional por ser el mayor mural tardogótico identificado en Asturias. Realizado en una fecha que suele situarse entre finales del XVI y principios del siguiente, muestra en su piso superior una cohorte celestial de ángeles portando los instrumentos de la Pasión de Cristo; sobre ellos un recinto de almenas evocando la ciudad santa. En el piso inferior son visibles tres apóstoles en el muro izquierdo y en el otro, la imagen del arcángel San Gabriel. Teresa pone nombre a dos santos: «San Andrés, por la cruz de aspa, y San Pedro, por las llaves». Muestra la suya, orgullosa por el tesoro del que puede presumir su pueblo. Es uno de los, al menos, cuarenta y cuatro datados en la Edad Moderna que se pueden localizar en otras tantas iglesias y capillas rurales de la región. Muestras singulares de un arte pictórico poco conocido por la mayoría de los asturianos y de un valor incalculable debido, especialmente, a la 'fragilidad' del espacio donde ha pervivido hasta nuestros días: las paredes de viejos templos, que en gran parte, como el de San Juan Bautista, solo se abren al culto en ocasiones excepcionales.

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No es el caso de este y la otra gran joya de la arquitectura religiosa allerana, San Vicente de Serrapio. Situado a poco más de diez kilómetros del anterior, ambos están abiertos al público en visitas guiadas de la Oficina de Turismo municipal durante la temporada de verano. Su responsable, Celia Villar, nos muestra el templo románico de San Vicente, uno de los recursos patrimoniales más demandados de ver por quienes viajan al concejo. Construido sobre una iglesia prerrománica y esta a su vez, probablemente sobre restos paganos, en su sacristía conserva, junto a la lápida de su fundación en el 994, una ara votiva a Júpiter y en el arco triunfal sendos capiteles de hermosa factura, pero sin duda lo más llamativo son los frescos pintados en el ábside. Fechados en época similar a los de Santibáñez, se constata a simple vista la existencia y convivencia de decoraciones murales anteriores. Para una de las mayores conocedoras en pintura mural asturiana, la restauradora de arte e investigadora Montserrat Álvarez, estas dos iglesias alleranas sirven como guía para iniciar un recorrido sobre este legado artístico en un periodo que abarcaría del siglo XV al XVIII.

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Imagen. Cuenca absidial de San Vicente de Serrapio. JESÚS MANUEL PARDO

La experta ha documentado y estudiado un total de cuarenta y cuatro conjuntos murales repartidos por la geografía regional. El resultado de sus investigaciones se puede consultar en una web de la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura http://www.pinturamuralasturiana.org/, con abundante material gráfico de alta resolución. El objetivo de esa página abierta es, afirma, «difundir y poner en valor un patrimonio excepcional como es el de esta producción que fue una práctica predominante en la decoración de las iglesias asturianas durante la Edad Moderna y que ofrece una ventana abierta a la mentalidad y cultura regionales de esa época». En sus trabajos para Cultura, Álvarez ha intervenido profesionalmente, entre otros muchos conjuntos artísticos, en joyas como San Miguel de Lillo o Santullano y es consciente del peso de la excelencia del Prerrománico a la hora de afrontar la valoración de los frescos rurales de la Edad Moderna. «Lo primero que hay que tener en cuenta es que hablamos de un periodo en el que destacan los valores de la modernidad sobre el precedente, la Edad Media. Los referentes se buscan en la época clásica y se caracteriza por el desarrollo técnico, la proporción, los cánones de belleza y el naturalismo. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a la producción asturiana de este periodo, debe advertirse que la particular situación de la región en esos siglos propició un tipo de pintura alejada de la norma estética del momento y las innovaciones que se producen en el contexto peninsular y europeo», apunta.

Vídeo. Montserrat Álvarez, restauradora de bienes culturales y experta en pintura mural, nos hace un recorrido por la pintura mural de las iglesias y capillas asturianas entre los siglos XV y XVIII.

El resultado de esta singularidad asturiana se muestra, en palabras de la estudiosa, «mediante una narrativa pictórica deudora de la tradición medieval y se representa esa temática: los ciclos pastorales y hagiográficos, la Pasión, las bóvedas celestes, tetramorfos. Está muy sujeta a esa herencia y en consecuencia muy limitada tanto en la estética como en las técnicas». Ello explica que sus rasgos generales sean las escasas modulaciones cromáticas, la preeminencia del dibujo frente al color o el raro uso de la perspectiva, ofreciendo imágenes bidimensionales. Es un arte anónimo y popular: «En ese periodo en Asturias las iglesias rurales estaban un poco al margen de la tutela, los patronazgos. No había un control exhaustivo de la práctica artística por el sistema de gremios», aclara Álvarez. Los escasos recursos de estos templos de aldea propician también soluciones como la de los retablos fingidos (pintados), de los que hay numerosos ejemplos.

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Al margen de estas limitaciones, hay frescos de una excepcional calidad artística. La restauradora señala específicamente Santa María de Celón (Allande) y Santa María de Restiellu (Grao): «Están atribuidos a un mismo autor, el Maestro de Celón. En el suroccidente hubo otros de similar relevancia en pintura figurativa, como los Maestros de Carceda (Cangas del Narcea) y el de Villaverde (Allande). También son especialmente notables San Miguel de Asiegu (Cabrales), muestra de eclecticismo manierista y protobarroco popular o San Salvador de Moru (Ribadesella), buen ejemplo de renacimiento popular». El 'top ten' lo completarían murales como los de San Miguel de Luerces (Pravia), Santa María de Limanes (Siero), la ermita del Alba en Eros (Quirós) o la de La Collá, en Soto (Aller), una auténtica 'capilla sixtina' del arte rural asturiano.

Respecto a su conservación, la experta asegura «es compleja. Se trata de un patrimonio inamovible, destinado a formar parte de los propios muros del templo que le sirven de soporte. Para preservarlo, la exigencia pasa por la estabilidad y realización de las mejoras pertinentes del edificio: cubiertas, drenajes, todo eso que no se ve y es necesario para que pervivan estas pinturas», alerta.

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