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Dos mujeres y un Rossini inteligente, bello y vital. El Teatro Campoamor de Oviedo estrena mañana 'El barbero de Sevilla' (19 horas) y lo hace con Lucía Marín dirigiendo a Oviedo Filarmonía y Rita Cosentino dando vida, teatralidad y color capote a la escena. Solo en una ocasión anterior se dio esa presencia femenina por partida doble en Oviedo. Ambas reflexionan en esta entrevista a dos voces sobre este montaje y sobre sus respectivos oficios. Un elenco formado por Nico Darmani, David Menéndez, Karina Demurova, Germán Olvera y Fernando Latorre, entre otros, está a sus órdenes.
–Dos mujeres. Sigue siendo excepcional. ¿Cómo lo viven?'
Rita Cosentino: –Es una manera de naturalizar que las mujeres estamos dentro del terreno artístico y visibilizar sobre todo que somos muchas y que estamos ahí para trabajar. Es importante que los teatros vayan teniendo mujeres en puestos clave, no solo encima del escenario. Tenemos que estar arriba, abajo, al costado...
Lucía Marín: –«Es justicia por aquellas que no tuvieron oportunidad en el pasado; es realidad presente y horizonte de futuro para las que vienen. La experiencia aquí está siendo maravillosa.
–¿Hay una mirada femenina o el arte es arte y punto?
RC: –Cuando uno se sitúa dentro del terreno creativo no hay género, todos somos sujetos y desde ahí creamos.
LM: El mundo femenino da un grado de humanidad, de empatía, de escucha considerable. Es hacer las cosas con un liderazgo distinto y una visión más integradora.
–¿La distancia es mayor en la dirección musical?
LM: –Si hacemos números las distancias son evidentes y existen ambas. Probablemente en la dirección musical puede ser más acentuada. Socialmente se arrastran una serie de carencias y a día de hoy siguen existiendo. Se ha avanzado mucho porque esa conciencia ahora está muy presente. Ambos son puestos de enorme responsabilidad y la competencia es enorme, ese sesgo de género se utilizó para eliminar el 50% de esa competencia. Hoy se ha visto que nuestra presencia es enormemente enriquecedora para las producciones.
–Vamos a la producción. ¿Ha sido difícil llegar a estas vísperas de estreno?
RC: –El camino de construcción de una producción no es fácil. Son tantas las variables que se ponen en juego desde lo escénico: la construcción de la escenografía, las luces, la preparación con los cantantes, montar escena a escena, explicar un concepto, compartir imaginarios que a veces coinciden y a veces no... Yo trato de convencer a los cantantes para que vengan al terreno desde donde yo quiero hablar y mostrar todo lo que quiero mostrar y decir. Y desde lo musical, ni te cuento...
LM: –Dar vida al universo rossianiano, que es vivo y alegre, en el que la excelencia, la inteligencia, los valores, el sentido del humor están puestos sobre la mesa, es de enorme dificultad. Encontrar referentes comunes, ser capaces de entender el alma de la partitura, de lo que Rossini quiere decir con 'El barbero de Sevilla', eso no está escrito en ningún sitio. Cuando encaja una perspectiva visual con la musical es más fácil, todo tiene más fuerza. Este 'Barbero de Sevilla', desde el punto de vista musical, es un canto a la alegría y a la vida. En un punto de excelencia máxima, utilizando la sátira y el sentido del humor por bandera, un virtuosismo atroz tanto en lo teatral como lo musical, Rossini nos acaba dando mensajes que son universales y que eran importantes cuando se estrenó la obra en 1816 y lo serán cuando se escuche en el Campoamor. Le vamos a decir al público que la vida merece la pena, que hay que vivirla con alegría y que hay que usar la inteligencia para ser feliz, que el amor y la libertad son posibles. Y hablando de feminismo, el papel de Rosina es el de una mujer valiente que quiere ser libre. Desde el humor fino y el virtuosismo vocal, Rossini nos pone enfrente del espejo.
–¿Hay buen encaje visual y sonoro entonces en este caso?
RC: –Cuando no hay un equilibrio escénico musical eso se siente. Aquí existe. Es un placer trabajar con Lucía Marín y en el Campoamor, donde si hay algún obstáculo se soluciona inmediatamente. Todo está en pro del espectáculo y hace que nos sintamos acogidos y recogidos.
–¿Cuánto trabajo hay detrás de esta producción?
RC: –Es un año de trabajo antes de los ensayos. Desde que recibo la propuesta, me pongo a trabajar en el concepto, el espacio, la historia, cómo contarla. Es mucho tiempo de proceso, de elaboración, de tener la producción en la cabeza y ver capotes y 'rossinis' por todas partes.
–¿En lo musical también es muy obsesivo el empeño?
LM: – Yo había hecho partes de 'El barbero' pero esta es la primera vez que lo hago al completo. Lo más importante es tener una buena edición de la partitura. Es necesario estudiarla en profundidad, nota a nota, tanto sin referencias auditivas como escuchando lo que otros directores han hecho con anterioridad. Se intenta intuir qué hay más allá, qué quiere Rossini. A mí como directora musical me deja muy claro que él trabaja para la teatralidad del escenario. Yo le escucho y le hago caso. Esa energía de él pasa por mí y por todos los integrantes de la producción y llega al público.
–¿Es trabajo y es magia también?
LM: No es magia, a mí me gusta llamarlo intuición, que responde antes que nuestro intelecto. Tengo la enorme suerte de poner en valor este 'Barbero' como si fuera la primera vez, y es un gran regalo y una responsabilidad. Tenemos que hacer que la sensibilidad y la esencia de Rossini florezcan y lleguen al público.
–¿Qué tal la conexión con Oviedo Filarmonía?
LM: –Existe un efecto rossiniano que hace que la gente sonría. Creo que de alguna manera todos tenemos el efecto Rossini, que también se produce con óperas dramáticas, tenemos la alegría y excitación que él transmite.
–¿Cómo se traslada el efecto Rossini a la escena?
RC: –Es un efecto vital y de mucha alegría. El mundo rossiniano no nos es ajeno, conocemos las melodías. ¿Quién no ha escuchado la obertura de de esta ópera o no ha cantado 'Figaro, Figaro, Figaro'. Rossini está más cerca de lo que creemos. Ya ahí hay una gran puerta abierta de comunicación. Luego Rossini es puro teatro y por medio de la sonrisa va contando la historia y a la vez haciendo un poquito de crítica social desde la comicidad. Lo que vamos a ver sobre el escenario es la base con esos personajes del siglo XIX pero traspasado por el halo del tiempo hasta llegar al día de hoy. Es como si este 'Barbero' hubiera ido sedimentando hasta llegar al día de hoy, por eso juego con las cajas en escena, como si en 1816 hubieran metido toda la producción en unas cajas y hasta hoy fue viajando por todos los escenarios del mundo hasta llegar al Campoamor.
–¿Es más difícil hacer comedia que drama?
RC –Mucho más difícil.
–¿En lo musical también?
LM: –Sí, porque la comedia nos desnuda más.
–¿Por qué otras razones?
RC: –Los seres humanos nos dolemos por lo mismo, pero nos reímos de cosas diferentes. El humor es un muy amplio y por eso es muy difícil hacer reír.
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