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Sucedían cuerdas de prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba con un serillo de naranjas; cada vez, la última naranja le quemaba las manos: siempre había más ... presos que naranjas». Con estos versos de Antonio Gamoneda inscritos sobre vinilo se abre la exposición que José María Guijarro inaugurará el próximo viernes 8 de abril en el Museo Barjola de Gijón. Son la inspiración de este artista manchego que lleva un par de años trabajando en las piezas que compondrán la instalación que viaja ya rumbo a la capilla del espacio museístico y que son dibujos y esculturas en madera y papel. Unidos crearán una «sinfonía visual», en palabras de Laura Gutiérrez, la comisaria de la muestra, con ese bello espacio desacralizado para el arte.
«La poesía de Gamoneda, junto a la de Carlos Álvarez, es el hilo conductor», relata el artista, que el martes llegará a Gijón para dar forma final a su obra. La guerra civil está en los versos y en el título de la exposición, 'Siempre había más presos que naranjas'. «Cuando Gamoneda tenía siete u ocho años, en León pasaban las filas de presos camino de san Marcos y había una mujer que salía y les daba una naranja, pero había más presos que naranjas», relata este creador que es también filósofo, natural de la Torre de Juan Abad, en Ciudad Real, donde nació en 1953, y que durante diez años vivió en Alemania. Ha vivido y obrado mano a mano con la poesía desde sus inicios. «Siempre he trabajado con poetas, porque la vecindad del arte y la poesía me parece mucho más fértil que cualquier otra dimensión del arte, de hecho mis primeros trabajos eran traslaciones a materiales como la madera o el hierro de versos de los poemas de Virgilio y otros autores», relata. Luego llegaron Hölderlin y más adelante, Paul Celan. Escribía sobre papel de acuarela sus versos dándoles así una nueva dimensión y magnitud. Y un buen día descubrió que la palabra de Gamoneda también podían servir a su manera de hacer arte.
Para esta exposición del Barjola ha creado dos dibujos, uno sobre papel de acuarela y otro sobre papel de embalaje, que recrean una fotografía histórica que el artista descubrió un buen día. Retrataba el reencuentro de quienes estuvieron en la cárcel de Carabanchel durante el franquismo, como Carlos Álvarez, Marcos Ana o Marcelino Camacho. «Esto se unía muy bien con Gamoneda, militante antifranquista, y por eso hice dos dibujos que estarán en el vestíbulo». El carbón, la tiza y el óleo en barra han sido los materiales utilizados.
Ya en el interior de la capilla, José María Guijarro hace una evocación de la ciudad con una escultura que podría parecer una lectura de la que Vladimir Tatlin dedicó a la Tercera Internacional. Está hecha en madera, a partir de vigas de derribo, y alcanza los dos metros de altura. Se monta otra escultura a partir de mesas que también supera los dos metros: «La forma inicial son mesas que acaban siendo otra cosa», señala el artista. Suma otra pieza a su instalación, una suerte de torre hecha con listones de madera. Crea así esos recuerdos de una ciudad que bien podría ser León, donde Gamoneda, nacido en Oviedo en 1931, creció y pasó la guerra.
El homenaje poético incluye dos esculturas de papel que se situarán sobre las hornacinas de la capilla y que están inspiradas en la obra de Carlos Álvarez, el poeta fallecido hace un mes. «Hacen referencia a 'Aullido de licántropo', un libro importante en la poesía española del siglo XX, pero poco conocido en España», relata el creador.
Señala la comisaria de la muestra, que es José María Guijarro uno de los artistas conceptuales más silenciosos e interesantes del panorama español y que su obra mantiene siempre una relación muy íntima y especial con los lugares en los que se asienta. «A la hora de afrontar una exposición es muy reflexivo, tiene un trabajo silencioso, con materiales digamos pobres entre comillas que él transforma y con los que construye nuevas realidades en las que es muy importante la interrelación con los espacios», concluye Laura Gutiérrez.
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