M. F. ANTUÑA
Sábado, 9 de enero 2016, 00:26
Es el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Quizá por eso a la hora de buscarle título a la exposición Hugo Fontela (Grado, 1986) optó por 'Pinturas extrañas', porque así son esos cuadros que se dejan seducir en exclusiva por dos colores, el blanco y el negro, y que, con ese mismo juego cromático, se antojan antagónicos en su manera de ser y estar sobre tabla, lienzo o papel. «La exposición la conforman el último ciclo de pinturas blancas, que es lo que había hecho los últimos años en Nueva York, es un resumen plástico de mi trabajo en los muelles, y ahora inicio un ciclo más barroco, más contundente, de las texturas, con motivos que son escombreras, paisajes destruidos, entornos casi bélicos», revela el propio artista, afincado en los últimos meses en Madrid, donde ha pintado estas obras en su nuevo estudio muy cerquita de Ventas. «Cuando la gente venía al estudio y me preguntaba qué estaba haciendo, yo solía decir que son pinturas diferentes, peculiares, extrañas, y ese es su atractivo», resume el creador.
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Las circunstancias personales y profesionales le han traído de vuelta España diez años después de instalarse en Nueva York, la ciudad a la que volverá. Pero en Madrid está la sede de la galería Malborough que colgará su obra a partir del 14 de enero en la que será su primera individual en la sala, en la que ya expuso el pasado año en una colectiva.
El cambio de escenario profesional lleva aparejado también el cambio formal en la pintura de un artista que pese a su juventud (29 años) tiene tras de sí una larguísima trayectoria (ganó el BMW de pintura con 17 años). «Yo creo que la exposición quiza puede ser si no de primera madurez sí de cierta plenitud en mi vivencia personal», explica Fontela.
Es un momento de inflexión. Un punto y aparte. Es el inicio de un camino hacia una pintura más matérica, neoexpresionista, que dice adiós al lirismo del que se había alimentado en los años previos y que se deja influenciar por la pintura española de los sesenta representada por artistas como los del grupo El Paso. No hay hueco para el lirismo ya en las nuevas series, que derrochan austeridad, que son pobres en el sentido estricto, alejadas por completo del lujo o de lo exótico. «El negro viene por un gusto estético y también porque, con todo lo que estamos viviendo, abres un periódico y solo ves imágenes de destrucción, de guerra, de paisajes arrasados, incluso en Asturias con los recientes incendios, y está claro que todo ese entorno acaba influyendo y he ido hacia la pintura-textura, son cuadros en los que el motivo importa poco, importa el acto de pintar esas montañas de basuras, que los que están en Nueva York podrán interpretar como un basurero de New Jersey mientras un asturiano verá una montaña de estiercol», reflexiona Hugo Fontela.
Lo cierto es que la textura se hace contundente en las nuevas pinturas, que son fruto de una necesidad y de una decisión. «Son obras de transición que me llevan hacia una primera plenitud y a las que llego por todo, por un lado las circunstancias personales, llegar a Madrid, unirme a la galería, y por otro esa necesidad plástica de pintar y de limpiar».
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En ello sigue ya enzarzado. A la espera de la inauguración de Madrid y de que el futuro vaya despejando las incógnitas de hacia dónde apuntarán sus pinceles, Hugo Fontela se confiesa feliz y contento, por exponer en una galería como la Malborough, que permite una gran visibilidad de su trabajo, y por hacer lo que quiere y ama. «Hago lo que me gusta, disfruto muchísimo con ello y tengo la oportunidad de mostrar mi talento», apunta.
Tras la exposición de Madrid, su obra estará también en Arco de la mano de la prestigiosa galería, que igualmente llevará sus pinturas a Barcelona en una colectiva que se celebrará el próximo verano.
Hugo Fontela es uno de los artistas asturianos de mayor proyección internacional. El pasado año recibió el Premio Príncipe de Girona de las Artes y las Letras y en 2005 el BMW de pintura que le entregó la Reina Sofía. Ha expuesto en México, Nueva York, Colonia o Chicago, por citar solo algunos lugares destacados, y también ha sido profeta en su tierra, donde ha colgado sus pinturas en las paredes del Palacio de Revillagigedo de Gijón y el Niemeyer de Avilés. Su trabajo forma parte de importantes colecciones públicas y privadas.
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