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AZAHARA VILLACORTA
Jueves, 9 de mayo 2019, 00:26
Decir Anita Sirgo (Lada, 1930) es decir lucha obrera y antifascista y lucha de mujeres organizadas contra la injusticia. Para muchos, una heroína de carne y hueso que sigue al pie del cañón, acudiendo allá donde la reclama una causa justa, y que ahora da el salto al papel para convertirse en un personaje de cómic en 'Los llazos coloraos' (Trabe), una obra que firma Alberto Vázquez García y que acaba de llegar a las librerías tras alzarse con el IX Premiu Alfonso Iglesias. Un recorrido por las huelgas de la minería asturiana comprendidas entre los años 1957-1965 en las que Anita Sirgo, con el hombre en el pozu Fondón, lanzaba maíz a los esquiroles «pa llamalos gallines». Así, este álbum ilustrado escrito en asturiano va desde la primera huelga general en el Nalón, pasando por la huelga de 1962 -la Huelgona-, que se extiende a medio país plantando cara al franquismo, hasta los asaltos a la Comisaría de Mieres y al edificio del sindicato vertical en Sama, y narra cómo, a lo largo de esos años, «las fuerzas obreras fueron modulando diferentes estrategias de respuesta a cada forma nueva de represión que las autoridades ejercían a cada convocatoria de huelga: destierros, torturas, despidos...».
Anita, que sufrió palizas y cárcel, siempre cuenta a quien quiera escucharla que le raparon el pelo, pero se negó a llevar pañoleta («el pueblu tenía que saber lo que pasara») y que está sorda «de los palos» que llevó, pero que aún busca a su padre, «que sigue en una cuneta».
Su historia es una de las muchas que Alberto Vázquez recogió en varios documentales a lo largo de una década. «Veteranos y veteranas antifranquistas cuyos testimonios quedan ahora plasmados en este libro», explica su autor.
Y la excusa para este viaje a la memoria son las trayectorias vitales de dos mujeres, la propia Anita Sirgo y Tina Pérez, que «han llegado a convertirse en símbolo internacional de la lucha por las libertades a pesar de que la dictadura les robó crecer junto a sus padres y madres».
«Tina y Anita foron compañeres en la pelea cotidiana pola vida», narra Vázquez. «Hasta que Tina fue detenida, enfermó en prisión, falleció el 14 de octubre de 1965 y Anita no pudo asistir a su entierro. Tuvo que huir a Francia». Y, «pese a que aquella Asturias que ya ha quedado atrás tiene fama de que fue una tierra rebelde, ya pocos se acuerdan de los hechos y sus protagonistas», concluye el autor de este volumen con heroínas que son verdad; que nunca «cantaron» ni dejaron que nadie las viese llorar en la calle.
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