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No tuvo una vida fácil José Luis Montejo Canga (La Felguera, 1948-Gijón, 2017), que pasó media existencia luchando contra los fantasmas de la enfermedad mental y acabó por encontrar medicina y refugio en los pinceles. Aikaide, Aik, era el nombre artístico que empleaba este creador con trastorno bipolar diagnosticado que sabía lo que era sufrir grandes depresiones y esos picos de subidón brutal en los que necesitaba vivirlo todo muy intensamente. Sabía lo que era sentirse nadie y súper hombre. Primero convivió con esa circunstancia sin que le pusieran nombre a su mal, vivió en el sur de España y hasta fue caminando a Francia cuando le acechó una depresión. Pero en los ochenta volvió a Asturias y sintió ese dolor de la exclusión, de las clínicas, de que le dieran por loco. Estaba perdido y él solía contar que, justo antes de ingresar en una residencia, se puso a pintar en un lienzo que le habían regalado y eso le abrió una puerta a la vida maravillosa. Amigo de Juan Mieres, uno de los hijos de Alejandro Mieres, fue el creador su mentor, quien vio en él a un gran pintor. «Él, a partir de Alejandro Mieres, se siente validado, se siente que puede y empieza a crear una identidad y, desde entonces, no dejó de pintar», explica Rogelio Rionda, que realizó años atrás un documental sobre su figura y comisaría la muestra que el día 6 de octubre se abre en el Centro de Cultura Antiguo Instituto (en la sala superior) que lleva por título 'Al otro lado'.
Se inscribe esta exposición en las actividades organizadas por Berde, entidad dedicada a fomentar el arte en personas con discapacidad o problemas mentales. Sucede que ese mismo día, con motivo de la conmemoración del Día de la Salud Mental, la Escuela de Comercio acogerá unas jornadas que ha organizado la entidad y que pretenden incidir en cómo la cultura puede ayudar en estos ámbitos sociales y sanitarios.
Y el perfecto ejemplo de que el arte ayuda y mucho es precisamente el propio Aik, que, con la enfermedad controlada gracias a el litio, hizo de la creación su vida. «Dejó más de seis mil obras. Él se levantaba muy pronto y empezaba a pintar, podía hacer más de siete obras al día», relata Rogelio Rionda, que sabe cómo su vida cambió. «El arte se convirtió en una necesidad para él», señala el comisario de esta muestra, que subraya que el arte representó para él la aceptación de su enfermedad, que nunca escondía su mal y hacía apología de esa cierta locura que se le presupone al artista. Lo cierto es que creaba tanto, fundamentalmente sobre tabla y papel, que era muy difícil que su obra tuviera hueco en su momento en los mercados pictóricos convencionales, pero ahora se hace más grande a medida que el llamado arte 'outsider' se siente más fuerte y potente. «Pinto porque me sale del alma y no sabría qué hacer sin pintar. Para mí, pintar es como comer o algo más importante: es el alimento de mi psique y mi espíritu», dejó dicho el artista, cuya obra se podrá ver hasta el 15 de octubre.
De él se hablará en los Encuentros desde el Arte y la Salud Mental, que ese día 6 de octubre contarán en la Escuela de Comercio con la presencia de Aurelien Lortet, un artista nacido en Francia y afincado en Carmona, en Sevilla. «Es una persona con una gran experiencia en talleres, es artista, docente, comisario, y su intervención tiene que ver con la obra de su madre, que es también una artista 'outsider'», explica María Sol Álvarez, de Berde.
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