Adolf Loos, el Duchamp de la arquitectura

Loos es «el Marcel Duchamp de la arquitectura», a juicio de Pliar Parcerisas, comisaria de la seductora muestra sobre una figura clave para la modernidad de la arquitectura y el diseño, para quien «construir, habitar y usar» fueron un todo. Un Loos que hizo «tabla rasa» con su osada conferencia 'Ornamento y delito', rebelándose contra Otto Wagner y sus coetáneos de la Secesión y de la Wiener Werkstätte vienesas.

Frente a quienes querían convertir la vida en arte, tomando como modelos elementos abstractos de la naturaleza, propone Loos una economía constructiva que anticipa el minimalismo e introduce la cultura práctica. «Se enfrentó a los espacios interiores burgueses, repletos de inútiles objetos decorativos, y propuso crear nuevos espacios que protegiesen la intimidad del individuo del exterior, a fin de resolver la escisión entre el ser individual y el ser social», resume Parcerisas, crítica de arte, historiadora y ensayista.

Organizada por la Obra Social La Caixa y el Museo del Diseño de Barcelona, es la muestra más completa sobre «uno de los padres de la modernidad arquitectónica», según Pilar Vélez, directora del museo catalán. Repasa el legado de Loos mediante 218 piezas entre dibujos, planos, fotografías y maquetas. Pero, sobre todo, a través de 120 muebles y objetos decorativos y suntuarios. Hay más de 50 sillas, sillones y taburetes; 13 lámparas; 21 mesas, escritorios y tocadores, armarios y librerías y objetos de menor tamaño, como relojes, vasos, decantadores, espejos y perchas, entre muchos otros. Todos concebidos o seleccionados por Loos entre 1899 y 1931.

La muestra se centra en los interiores de casas privadas de Loos -con dormitorios «femeninos» y bibliotecas y despachos «masculinos»-, aunque incluye un espacio dedicado a los exteriores -sus fachadas también «masculinas»- y a proyectos no realizados. Ofrece así una visión completa de la obra del vienés con diseños utópicos como el legendario rascacielos-lámpara con forma de columna dórica de mármol negro que soñó para el Chicago Tribune en 1922, el Ayuntamiento para México DF con forma piramidal que imaginó en 1923, o una casa parisina que diseñó en 1927 para la bailarina Josephine Baker, con piscina interior de inspiración romana y fachada alistonada en blanco y negro en una evocación de las catedrales renacentistas.

«La casa tiene que gustar a todos, contrariamente a la obra de arte, que no tiene que complacer a nadie. La obra de arte es un asunto privado del artista. La casa no lo es», era una de las máximas de este revolucionario creador, para quien «el concepto es tan importante o más que la realización», según la comisaria. «Es el Marcel Duchamp de la arquitectura. Utiliza muebles ya existentes y los 'tunea', como hace Duchamp con sus 'ready-made'», explica Parcerisas. «Su huella en la arquitectura es, sin duda, pareja a la de Duchamp en el arte», agrega.

«Como Miguel Angel y otros genios, Loos sabe que es el espectador quien completa la obra; en su caso, el usuario que vive sus espacios, de modo que en su creación hay mucho de conceptual», destaca Parcerisas. Loos, el primero en afirmar que «la modernidad será social o no será», es, para ella, «la bisagra que marca todo el siglo XX y permite preguntarnos en el siglo XXI por la esencia del arquitectura, como Duchamp hizo en el arte».

La muestra destaca como este «visionario» redefine valores como intimidad, privacidad o confort «que encuentran en sus espacios y muebles nuevas formas de la cultura del hábitat», plantea la comisaria. «En su nuevo concepto de interior, de espacios cálidos, vivos y blindados al exterior, brilla el Loos más revolucionario», el que «concibe el apartamento como la esfera íntima, el refugio del individuo frente a la vida social».

«No proyecto planes, ni fachadas, ni secciones. Proyecto espacios», dijo el propio Loos, que jamás creyó en el arquitecto como un genio y sí en un creador de espacios «al servicio del cliente que ha de vivirlos y desarrollar su espíritu». Llevó Loos su afán de «arquitectura de la verdad» hasta sus últimas consecuencias. Satisfecho de su lucha contra el ornamento, diseñó su tumba como un cubo con el epitafio, «Liberó a la humanidad de trabajos inútiles», que su viuda no se atrevió a grabar.

Ha sido crucial para la muestra la generosidad del vienés Julius Hummel, el mayor coleccionista de Loos, cuyo préstamo se suma a los del Albertina Museum y el Wien Museum de la capital austríaca, el Architekturmuseum der Technischen Universität de Múnich, las vienesas colecciones Markus Kristan, Ernst Poil, y J. & L. Lobmeyr (Viena), el CCCB (Barcelona) y una colección particular del Reino Unido.