A. COLLADO
gijón.
Miércoles, 19 de febrero 2020, 00:27
Plácido Arango siempre, sin excepción, tenía una buena conversación en la recámara. Era difícil aburrirse con un empresario «culto y generoso», dispuesto a escuchar y echar una mano. Un ejemplo. El equipo de la Fundación Princesa de Asturias, lo contaba ayer su directora, Teresa Sanjurjo, quedaba «desolado, ante la pérdida de una persona fantástica, de trato cercano». Su experiencia sirve para hacerse una idea de los méritos de Arango. Él internacionalizó los premios, fortaleció el patronato y llevó la organización a su consolidación patrimonial, dándole independencia económica. Años después de su presidencia, aún gustaba de invitar a comer a la directora y preguntarle por los galardones, en particular, y por cómo estaba Asturias, en general. No era bueno en los negocios. Era bueno, en general. Y prueba de ello, es el dolor compartido de algunas destacadas figuras de todos los ámbitos de la sociedad, que ayer volvieron a acompañar a la familia del reconocido asturmexicano en el crematorio de La Almudena. El jurista Antonio Garrigues Walker, la empresaria Alicia Koplowitz, el compositor Alberto Iglesias o el presidente del patronato del Museo del Prado, Javier Solana, son solo algunos de los amigos que le despidieron en Madrid.
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