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Miércoles, 28 de diciembre 2016, 15:00
Una ceremonia íntima, cariñosa, que lo fue más de celebración por el regreso de Gil Parrondo al lugar en el que nació, que de despedida. Arroparon a la familia un buen puñado de luarqueses, la representación del Ayuntamiento de Valdés, con el alcalde Simón Guardado a la cabeza, y la del Gobierno regional, por quien acudió el consejero de Cultura, Genaro Alonso, y su viceconsejero, Vicente Domínguez. Alrededor de la urna con las cenizas, acompañaban a la viuda, Gabi Insúa, tres de los hijos de Gil Parrondo, Alberto, Inmaculada -que fue la encarga de leer un texto de agradecimiento- y Ana, así como tres nietas, "la ilusión de su vida en estos últimos años", Isabel, Elena y Carlota. La ceremonia en la iglesia parroquial de Luarca acabó con el 'Asturias Patria Querida' y un aplauso.
La familia agradeció al Ayuntamiento que les abriese las puertas del municipio para recibir a Gil Parrondo y poder cumplir así su deseo de ser enterrado en Luarca, mirando al mar. El alcalde, por su parte, respondió diciendo que es "todo un honor que él haya querido reposar aquí". Y el consejero pidió todo el reconocimiento posible para la vida y la carrera de "un asturiano tan ilustre". Tras la ceremonia, se inició el camino hacia el camposanto, llorosa la viuda, con la cara marcada por el dolor. Tras ella los más pequeños de la familia, portando ramos de flores. Una vez el cura, Marco Cuervo, había rociado con agua bendita e incienso la urna con las cenizas, los restos de Gil Parrondo pudieron reposar finalmente en el lugar que él había soñado. Sus restos son los primeros en ocupar un panteón de ilustres de Luarca, explicaron desde el Consistorio. Está no muy lejos de donde descansa Severo Ochoa, otro ilustre luarqués, que esperaba a Gil Parrondo desde 1993 en ese mismo lugar, tan especial, donde el blanco de la villa blanca se junta con el azul del cielo y el bramar de las olas del Cantábrico.
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