![«La literatura no es para enfadarse»](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/pre2017/multimedia/noticias/201607/16/media/cortadas/Imagen%20Quay%20(15821562)_xoptimizadax-kGqF-U201590007224R6E-575x323@El%20Comercio.jpg)
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paché merayo
Sábado, 16 de julio 2016, 03:58
En el aeropuerto de Madrid le detuvo un impertinente overbooking, que le quebró la agenda, después de horas y horas de viaje desde Cuba. Pero ni eso ni nada cambia su semblante. Leonardo Padura parece estar siempre bien con la vida. Atento y dispuesto, aunque el primer sol potente de Gijón le embista en los ojos, como hizo el de ayer, durante más de una hora. Amable al máximo, incluso, cuando en lugar de literatura, centro de su conversación perfecta (pluscuamperfecta si es de béisbol) se le apremia para hablar de política, el Premio Princesa de Asturias de las Letras volvió a ser el objeto de todas las miradas en la Semana Negra. Ese «festival de resistencia» así lo describió, al que volvía con añoranza, recordando lo «mucho que influyó» en su obra, y lo mucho que hizo por la novela de género en aquel final de los ochenta cuando nació. «Logró crear una cofradía de autores, que íbamos y veníamos juntos, que comíamos y hablábamos a todas horas». Una cofradía, dijo, no sin cierto pesar, «que es muy difícil de mantener». Hablaba así el creador del comisario MarioConde, que, por cierto volverá pronto a las librerías, después de confesar «lo mucho que le cuesta escribir», las «muchísimas dudas» que le asaltan y las «constantes revisiones» que ejecuta sobre el texto. Después de confesar también que trata de ser políticamente correcto en aquello que crea, «pero no con los temas sobre los que escribo. No creo callarme nada. Creo que llevo al papel lo que siempre he querido contar sin ningún tipo de censura». Si tiene cuidado con algo es con las maneras. «La literatura no es para enfadarse, por qué voy a escribir algo que pueda dañar a algunas personas. No se trata de callar nada, se trata de respetar las convicciones que uno tiene, que, por supuesto, no tienen que ser necesariamente políticas».
No era la primera vez que ese territorio se posaba sobre la mesa que Padura presidió ayer frente al viento y el mar de Gijón. Ha dicho muchas veces, ayer lo volvió a hacer, que su perspectiva, es «íntima y afectiva, pero nada sociológica y política». Sin embargo su origen cubano y los acontecimientos vividos en su país, tras la visita de Obama en marzo, obligaban a preguntar. Su respuesta fue clara: «Los problemas de La Habana son fundamentalmente económicos y esos no se han resuelto, aunque es cierto que la recuperación de relaciones ha traído a muchísimos norteamericanos a la isla y no es difícil pensar que se debe de notar en ciertos sectores, sobre todo los turísticos. De todos modos queda un problema pendiente, el embargo y también la doble moneda. Hasta que esos no se resuelva, el ritmo del cambio no se dinamizará».
De momento, asegura, nada «ha revertido en la ciudadanía, que sigue pagando una botella de aceite de girasol 50 pesos, que son más o menos el diez por cierto de su salario». Y vuelve a insistir. «Pero yo solo soy un escritor». Un escritor al que le gusta la historia y sobre ella ha escrito (El hereje), pero que con su comisario literario, «un desdoblamiento de mi propia personalidad», hace crónica del presente «de la realidad cubana contemporánea». Por eso, en la novela que está ahora rematando y que aún no tiene título, Conde, su personaje, amanece en el último capítulo un 17 de noviembre, «justo el de 2014» (el día en que quedaron restablecidas las relaciones entre Cuba ylos Estados Unidos). «Se despierta con resaca, como siempre, y con el presentimiento de que algo va a pasar. Está convencido de que, tras ese día, habrá un cambio, pero no sabe cuál».
Su entrañable protagonista, «que se empieza a sentir viejo», igual que el propio Padura con quien comparte fecha de nacimiento, «observa lo que está pasando, pero no tiene los códigos para comprenderlo todo, aun así recorre La Hababa tratando de dar testimonio». Intentanto contar esa nueva Cuba en la «no descarta cambios en la política de Raúl Castro». De momento, esos, como el despertar de Conde, son solo un presagio. Frente ellos, otros empiezan ya a ser «visibles». Se trata de los que «están dilatando la sociedad, creando unas diferencias que antes en Cuba no existían».
Narraba el autor de Pasaje de otoño cómo los barrios pobres son «ahora son muchísimos más pobres». En ellos se vive una vida, que define como «subnormal». Y al otro lado de la isla, de l igual modo «han crecido otros barrios con cubanos ricos, llamativamente, en su mayoría, blancos y rubios».
Lo que no ha cambiado en Cuba es el apetito por la lectura. «El año pasado se editó solo el treinta y seis por ciento del plan de publicaciones previsto, pero esa gran carencia de posibilidades de lectura ni impide que seamos uno de los países con más lectores potenciales». De todos modos, también allí contó «se ha dado una metamorfosis en el lector», guiada, como en el resto del mundo «por lo que está pasando en el mundo del cine y de la televisión». En ambos, por cierto, acaban de entrar Padura y su comisario.
Durante el próximo Festival de Cine de San Sebastián será presentada la película Viento de La Habana, adaptación de la novela delPrincesa de las Letras Viento de cuaresma. Acude a las pantallas en doble formato. Por un lado es cinta cinematográfica y por otro una serie televisiva de cuatro capítulos, protagonizada en todas ellas por Jorge Perugorría, que no será el único MarioConde de cine, ya que Antonio Banderas también se meterá en la piel del viejo personaje literario, «una vez que se apruebe el rodaje en La Habana. Y de no aprobarse la cámara se plantará en otra parte». Es decir que habrá CondeBanderas para el cine, igual que habrá Leonardo Padura para seguir leyendo.
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