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Javier Bauluz.
«Se nos olvida que fuimos refugiados»

«Se nos olvida que fuimos refugiados»

El Niemeyer albergará el trabajo del Premio Pulitzer siguiendo el éxodo de quienes huyen de la guerra a partir de la próxima semana

AZAHARA VILLACORTA

Lunes, 6 de junio 2016, 01:52

Lo han llamado el fotoperiodista de las causas extraviadas, pero él no se identifica con esa etiqueta a pesar de haber recorrido el mundo husmeando injusticias. Lo último de Javier Bauluz («asturiano de 1960 con campo base en Morcín») es haber captado con su cámara la tragedia de los refugiados, la desolación de hombres, mujeres y niños que viajan hacia Europa expulsados de sus casas y de sus vidas por la guerra. Un drama universal que el Pulitzer asturiano colgará en las paredes del Niemeyer a partir del próximo viernes 17 de junio y hasta el 18 de septiembre. La colección de 60 fotografías que ha titulado 'Buscando refugio para mis hijos' muestra un periplo que empieza con la llegada a las islas griegas de Lesbos y Kos, donde desembarcan tras una peligrosa travesía por el mar Egeo desde las costas de Turquía. Y, ya una vez en la Europa continental, las imágenes de este hombre que busca que sus fotos «vayan al corazón o a la cabeza, no al estómago», relatan el tránsito de las familias a través de Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Austria, Alemania, Holanda y Francia.

-¿Durante cuánto tiempo ha trabajado en este proyecto?

-Desde principios de agosto, cuando prácticamente no se sabía nada de esto, hasta ahora. En total, fueron cuatro meses sobre el terreno, a los que siguió la parte de edición.

-Llegaron a detenerle varias veces.

-Cuatro veces en Macedonia. Fue allí donde descubrí lo que estaba pasando y donde decidí caminar con ellos.

-Un viaje a ninguna parte que ha descrito como infernal.

-Hay muchos infiernos en la Tierra. Calais, Francia, con gente en condiciones infrahumanas. O las 12.000 personas atrapadas por el cierre de fronteras en Idomeni, 4.000 de ellas niños, viviendo entre barro, lluvia y humedad. Con bebés y en condiciones que son impropias de Europa. Porque eso, de momento, sigue siendo Europa y allí los únicos que estaban eran pequeños grupos de voluntarios. Igual que en Lesbos y a lo largo de todo el camino. Y también algunas ONGs como Médicos Sin Fronteras, que es la única que siempre he encontrado donde se debe estar.

-Hay consenso en que la gestión de la crisis por parte de las autoridades europeas llegó tarde y mal.

-La gestión de los gobiernos europeos en la crisis de los refugiados viola, directamente, todos los derechos, incluso los más básicos. Tenemos la obligación ética de acoger a las personas en peligro.

-Asturias ha acogido a siete de ellos en lo que va de año.

-Una de las cosas que hizo la periodista Patricia Simón ya en agosto fue organizar una red de familias de acogida y, en diez días, había unas 1.400 familias asturianas dispuestas a acoger y ayudar. Y, así, en el resto de España y de Europa. Pero el santo Gobierno español no ha querido. Sobre todo, el ministro del Interior, que los considera 'goteras'. Así los ha llamado: 'goteras' que nos invaden.

-¿Por qué tanta indiferencia, cuando no mala fe?

-La gente habla de la mafia, pero yo creo que las mafias con mayúsculas se mueven por otras partes. Y hay gente que hace mucho negocio con el miedo que nos meten. Pero, sobre todo, existe una falta absoluta de empatía. Esa es la verdadera lucha que hay ahora en Europa. De un lado está la empatía y, de otro, la xenofobia. Y, dependiendo de quién gane esa batalla, así será la Europa del futuro.

-Coincidió con el fotoperiodista estadounidense James Nachtwey, que acaba de hacerse con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación.

-Así es. Coincidimos en Idomeni y hacía tiempo que no nos veíamos después de haber estado juntos en Palestina, así que estuvimos de charla y recordando viejos tiempos. Esta vez, rodeados por otro desastre humano, pero en territorio europeo. Si alguien merecía un premio en el campo del fotoperiodismo era él. De hecho, en mis clases a jóvenes fotoperiodistas siempre pongo tres ejemplos. Por etapas históricas: Robert Capa, Don McCullin y él. Tres buenos fotoperiodistas y buenas personas.

-¿Para ser un buen fotoperiodista hay que ser una buena persona?

-En todas partes hay mala gente, pero Kapuscinski siempre decía que los cínicos no valen para este oficio del periodismo. Y yo lo suscribo.

-¿Cada vez es más difícil trabajar?

-Lo verdaderamente difícil es cobrar.

-He leído que es especialista en olvidarse de cobrar facturas y que, con lo que ha perdido por despiste, podría haberse construido una casa.

-Bueno, quizá me centro más en mi trabajo profesional que en la parte burocrático-festiva. Gran error por mi parte. Pero ahora no se me olvida ninguna porque no hay muchas.

-¿Sigue teniendo problemas para pagar los recibos a fin de mes?

-Los últimos años han sido muy complicados para todos.

-¿Se guarda muchas fotos que nunca verán la luz?

-Ojalá la vieran todas. El problema es resumir miles de fotos en 60. Esa labor de edición es larga y penosa.

-¿Y hay alguna imagen que se le haya quedado pegada a la retina?

-La de un grupo de niños junto a las vías y a una hoguera, bajo la lluvia. Sería bonita si no supieras que no están allí de camping. Llevaban un mes en aquella frontera que Europa ha cerrado parece que definitivamente con el acuerdo con Turquía. Se les está devolviendo a un país que técnicamente es seguro. Pero eso es dudoso. Por ejemplo, acabo de saber de un grupo de niños sirios de diez años explotados en talleres de ropa turcos para poder sobrevivir. Porque, entre otras cosas, sus padres no pueden trabajar allí.

-¿Por eso se centra en las familias?

-Tal vez así entendamos un poco mejor quiénes son y nos identifiquemos más fácilmente con estas personas que huyen de la guerra y que mañana podemos ser nosotros. Y más, ahora que se cumple el 80 aniversario de la Guerra Civil, cuando miles de españoles cruzaron nuestras fronteras en busca de refugio. Pero tenemos una memoria muy corta. Lo peor de entrar en el club de los ricos es que se nos olvida que fuimos refugiados.

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