Paché Merayo
Jueves, 2 de junio 2016, 00:29
Su historia es de película y en película se ha convertido. La rodó National Geographic hace 12 años, cuando él tenía 38 octubres (nació en 1964, en Lancaster, Pensilvania) y ya llevaba 20 convertido a fuerza de ingenio y voluntad propias en un hombre que es mitad máquina. Tenía solo 17 cuando le amputaron las piernas y 18 cuando recuperó su principal pasión, la escalada. Se llama Hugh Herr y lo sabe todo sobre inteligencia artificial y robótica, pero no invierte sus conocimientos en crear humanoides con ventajas. La suya es una lucha contra la discapacidad humana. Él la ha superado y quiere que llegue a ser un recuerdo obsoleto para todo los que la padecen. Por esa guerra personal contra el destino, por las virtudes que ha demostrado al afrontarla y por sus trabajos pioneros en biomecatrónica y neurofisiología conseguía ayer el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
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El jurado, presidido por Pedro Miguel Echenique, fallaba a su favor por unanimidad. Sin una sola fisura reconocía en este «líder mundial de la biónica» la excelencia personal y lo extraordinario de sus logros. Gracias a ellos ha desarrollado las primeras «prótesis que logran emular la locomoción humana». Esas que él mismo lleva y enseña cada vez que ve una cámara porque no puede estar más orgulloso de ellas. Se las fabricó para sustituir sus propias piernas. Por eso hoy le llaman el hombre biónico.
No era ese su sobrenombre cuando en enero de 1982, después de hacer una ruta de gran dificultad en el Barranco de Huntington, en Nuevo Hampshire, fue alcanzado con su compañero por una ventisca que les hizo perder el rumbo. Los dos acabaron en un glaciar durante tres días con sus tres noches, a temperaturas de 29 grados bajo cero. En su rescate murió un hombre bajo una avalancha de nieve y eso Herr nunca lo ha podido olvidar. Ha contado en alguna ocasión que la culpa persiguió mucho tiempo sus sueños. A ellos acudían también sus piernas congeladas y doloridas. Tan congeladas que tuvieron que cortárselas por debajo de las rodillas. Su amigo perdió parte de su pierna izquierda, los dedos de un pie y los de la mano derecha.
Pero lo más curioso de Herr, que además de película de su vida también tiene libro ('Second Ascent: The Story of Hugh Herr', de Alison Osius en 1991), es que ese hecho no le alejó de la montaña. Varias cirugías y meses de rehabilitación después, este estadounidense, que luce antes su condición de escalador que su ingeniería y doctorado en biofísica de Harvard, volvió a ascender por los picos más escarpados. Fue, precisamente, esa necesidad de regresar a la montaña la que le inspiró para diseñar y fabricar unas prótesis especiales. Con ellas podía apoyarse en espacios entre las rocas del ancho de una moneda, además de subir por paredes verticales congeladas, gracias a su estructura de titanio. De hecho, logró escalar a una altura mayor de la que había alcanzado antes del accidente. Hoy es un escalador de elite.
Con el tiempo, esas prótesis han mejorado extraordinariamente. Ya son elementos «inteligentes, controlables por el cerebro». Los métodos que las han hecho posibles se basan en un conjunto de disciplinas científicas y tecnológicas, cuyo impacto en personas con discapacidades es enorme. De hecho Herr se ha utilizado como conejillo de indias para superar sus propias barreras, pero hace tiempo que lo que pretende es acabar con la discapacidad de otros. Para ello ha desarrollado exoesqueletos que, como estructuras externas y adaptadas al cuerpo, permiten potenciar las capacidades físicas humanas con movimientos similares a los fisiológicos.
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Estas contribuciones que le han llevado al club de los grandes investigadores del mundo, «están acelerando la integración hombre-máquina». Un concepto totalmente ficticio hasta hace nada, que ahora podrá «mejorar la calidad de vida de millones de personas».
La candidatura de este ingeniero, biofísico y escalador estadounidense que da clase en el prestigioso MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), fue propuesta por otro premio de investigación, el también norteamericano Robert Langer (2008). Él, como los miembros del jurado, subraya el hecho de que Herr «ha abierto nuevas líneas de investigación, dando lugar a una clase de prótesis biohíbridas que han aumentado la fuerza y resistencia humanas». Su trabajo abarca desde la ciencia biomecánica y del control de los movimientos biológicos, hasta el diseño de dispositivos biomédicos. Herr ha empleado modelos de puente cruzado del músculo esquelético para el diseño y optimización de una nueva clase de mecanismos de propulsión humana que amplifican la resistencia para actividades anaeróbicas. Titular o cotitular de más de 70 patentes, el nuevo Premio Princesa ha recorrido el mundo explicando sus métodos. Cuentan que es todo un espectáculo en el escenario. De momento ya es una de los mayores atractivos del palmarés.
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