A. V.
Jueves, 5 de mayo 2016, 00:24
«El Papa tiene serviles aplaudidores, pero eso no sirve para nada. A mí me han llamado para servir con mi cabeza y no con mis labios». Así resumió ayer su relación con Francisco el cardenal Gerhard Ludwig Müller, quien recordó que, si la misión de Bergoglio pasa por «acercarse a la gente que está muy lejos de la Iglesia por su comportamiento, por su estilo de vida o por su ideología», su objetivo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe también está muy claro: «Hay presiones de la prensa, pero yo tengo que hacer mi tarea, que es promover y tulelar la fe».
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En ese tira y afloja andan el pontífice argentino y el purpurado alemán, que concluyó que «no siempre es fácil mantener el equilibrio y puede parecer que la Iglesia es menos firme en la fe que antes, por lo que hay que buscar una síntesis interna entre los jóvenes y la dimensión dogmática, entre la fe y la vida. Los pastores, en las parroquias, tienen que preocuparse de la vida». Eso sí: hay cuestiones que no admiten discusión como «la indisolubilidad del matrimonio, que está enraizada en la palabra de Dios», o como que, según doctrina de la fe católica, «no es posible tener relaciones sexuales con una persona que no es el legítimo esposo ni convivir como pareja de hecho o 'more uxorio'». Nada nuevo bajo el sol del dogma.
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