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Arturo Fernández, en la entrada de artistas del Teatro Jovellanos de Gijón.
«Solo los tontos creen en las ideologías»

«Solo los tontos creen en las ideologías»

Arturo Fernández regresa el lunes al Teatro Jovellanos con ‘Enfrentados’, una obra trufada de carcajadas y reflexiones sobre la Iglesia. El veterano actor gijonés no tiene en mente la jubilación y no se corta al hablar de política

M. F. Antuña

Viernes, 21 de agosto 2015, 01:36

Arturo Fernández (Gijón, 1929) vuelve a casa. El lunes se instala de nuevo en el Teatro Jovellanos con Enfrentados, una obra que le mete en la piel de un veterano cura que confronta con un joven seminarista las nuevas y las viejas formas de entender la Iglesia. Genio y figura, no apea el chatina del vocabulario y no se corta a la hora de hablar del teatro, de la vida y de la política. «No me escondo porque no le debo nada nadie, solo al público, porque de Franco a Rajoy a mí nadie me ha dado una subvención».

Lo primero es lo primero: se ha ido Lina Morgan.

Cuando se va alguien al que has querido y has apreciado mucho, siempre deja un vacío terrible, y sobre todo tratándose de una actriz, una mujer como ha sido Lina Morgan con la que yo he compartido cabecera en dos películas, qué duda cabe de que te vienen las nostalgias, los recuerdos... Estar al lado de Lina Morgan era un placer de risa, de satisfación, de olvidarte de las cosas. Era igual que en el escenario: encantadora, divertida, ocurrente... Yo creo que a ella le afectó muchísimo la muerte de su hermano, que era su mano derecha, y Lina se alejó un poco de la profesión, como nos hemos alejado todos, o el tiempo nos ha alejado. Todo ha ido empeorando en nuestra profesión, actualmente ya no conoces absolutamente a nadie, ya no existe un sitio de reunión, y Lina se aisló, y hemos sabido poco de ella porque lo quiso así. Aunque hay una edad en la que ya no te sorprendes, es el destino y todos tenemos ese final un día u otro, lo cierto es que te afloran los recuerdos, los momentos bellos y bonitos de la juventud.

Se le ve muy nostálgico.

Es que recordar el ayer siempre produce cierta nostalgia, pero se supera. Son momentos, es un día y ese día toca hoy.

Dice que sus compañeros se han ido alejando de la profesión. Pero usted no.

No me alejo porque mi compañero actualmente es el teatro. Lo ha sido toda la vida, desde hace cincuenta y tantos años que tengo compañía. Es mi amante, mi compañera, vivo exclusivamente para el público, porque gracias al público, mucho, poco o nada, soy lo que soy. Y yo disfruto más que el público.

Por lo que dice salir al escenario es su elixir de juventud.

Sí, me divierto muchísimo, me transformo, sobre todo cuando enganchas aquella comedia que te gusta por su magnífico diálogo, sus situaciones, como en este caso con Enfrentados, hace dos años con Los hombres no mienten, antes con La montaña rusa... Siempre procuro que la próxima comedia que haga sea superior a la que estoy haciendo, unas veces lo consigo y otras no, pero nunca nadie sale decepcionado de mis espectáculos porque sé lo que quiere el público de mí.

Vuelve a a casa.

Sí. El lunes vuelvo a mi Gijón del alma, al Teatro Jovellanos, donde el año anterior estuve cinco o seis días con Enfrentados y fue un éxito arrollador. Hoy en día la comedia está mejor interpretada, más suelta, a medida que practicas algo, se va perfeccionando.

El rey del esmoquin con alzacuellos. ¿Cómo se ve?

Llevo un clergyman que me sienta muy bien, está expresamente hecho para lucirlo.

¿Y qué le dicen los curas de su papel de cura?

Vienen muchísimos sacerdotes a ver la obra y al final nos esperan para felicitarnos. Mi obsesión es preguntar si es ofensivo, y me dicen que no, que está cuidadísima, que no me salgo en absoluto. Hay alguno incluso que me ha comentado que sentado en la butaca es como si estuviera escuchando misa. Creo sinceramente que es una de las comedias más importantes que se están poniendo en escena. Ya no se escriben textos así, hay tanta elegancia en su diálogo, es tan poético todo, y, sobre todo, se producen unas carcajadas terribles.

¿Y detrás de las carcajadas?

Existe un silencio porque lo que el público está viendo es sorprendente. Es la historia de un seminarista que quiere cambiar la Iglesia. La Iglesia, con toda la grandeza, tiene un poco la vista cansada y el colesterol alto y hay que cambiarlo. ¿Por qué razón los sacerdotes no se pueden casar? ¿Por qué las mujeres no pueden llegar a ser sacerdotes? ¿Por qué los homosexuales no van a tener su espacio en la Iglesia? Los temas se desarrollan con un diálogo tan bello, tan estupendo, que no es ofensivo para nadie.

¿Qué diría el Papa Francisco?

Le entusiasmaría. De todas maneras, es una comedia que se puso en Argentina y estoy seguro de que la habrá visto. Está renovada, por supuesto, no es lo mismo que hace treinta años cuando se estrenó que hoy.

¿Luego comparte el mensaje de la función?

Sí, porque, entre otras cosas, el párroco al que doy vida le gusta muchísimo el vino y considera, como yo, sospechosos a quienes no beben.

De igual modo que entre el párroco y el seminarista hay un conflicto en la manera de entender la Iglesia, ¿lo hay entre usted y David Boceta en la forma de entender el teatro?

No. En el teatro existe una ley que es la profesionalidad. No sé si en las demás compañías existe porque no suelo ver teatro, pero en la mía hay un respeto al diálogo, al personaje. Aunque lleve un año interpretando una función, para mí todos los días son un estreno. Exijo militarmente disciplina y respeto al público. Nunca nadie de una función mía sale decepcionado.

Dice que no ve teatro. ¿Por qué?

Si me gusta, me fastidia no haberlo hecho yo. Y si no me gusta, no estoy para perder dos horas de mi vida. Tampoco suelo ver mucho cine, cuando estás encerrado en una función, el ir y meterte en otro salón para encerrarte otra vez no me apetece. Y mira que me gusta el cine, pero me da pereza, me gusta la libertad de la calle, el campo, el mar... Lo necesito.

¿Para usted en el teatro cualquier tiempo pasado fue mejor?

En el teatro, en el cine y en la vida. Primero porque antes existían mis padres, mis amigos, y ya solamente me queda uno en Gijón que es como si fuera mi hermano. Antes tenía las aspiraciones de llegar a ciertas metas, pero cuando las has conseguido, ¿qué te queda? ¿Seguir en ellas? Antes era otra historia.

Se le ve un poquito de bajón.

No, en absoluto. Pero no es lo mismo. No disfrutas más por tener más, posiblemente cuando tenía menos disfrutaba más, ansiaba llegar a donde puedo estar ahora, pero la vida es verdaderamente maravillosa y la disfruto mucho porque hago lo que me gusta.

Pero seguro que le queda algún reto pendiente.

No creo que me quede ninguno. Soy dueño de mi propia compañía y en ella puedo hacer lo que quiera. Me encuentro satisfecho. No es fácil ni entenderlo ni explicarlo, chatina, cuando llegues a mi edad lo entenderás.

¿Seguro que no hay algún personaje, algún texto que le apetezca afrontar?

Me gustaría hacer Otelo, pero tendría que maquillarme de negro y estaría más pendiente de mancharme la camisa blanca que de interpretar. He hecho cosas que han sido un gran giro a mi profesión, como este papel o Ensayando a don Juan, de Albert Boadella, que ha sido un verdadero deleite.

O sea, que nada de jubilación.

No tengo tiempo para jubilarme. En esta vida cuando un proyecto se está acabando hay que pensar en el siguiente.

Usted que siempre ha tenido simpatías por el PP...

Siempre he sido de derechas sin ningún tapujo. Soy un hombre de orden, respeto y disciplina, no tolero ni la vulgaridad ni la chabacanería.

Le iba a pregunta qué le parece el IVA de Montoro.

Comprendo que a ningún Gobierno le gusta subir los impuestos y a nadie le fastidia más el IVA que a mí, pero entiendo perfectamente que este problema no viene precisamente del Partido Popular, viene de un desastre del anterior Gobierno del PSOE de Zapatero.

Ha dicho: «Para mí en este país solo tendría que haber dos partidos».

Cmo en todo país civilizado.

¿El bipartidismo es de países civilizados?

Sí, sí, sí. El país más democrático que hay es EE UU y hay dos partidos nada más. Y tendría que gobernar el partido más votado.

Pues no debe estar muy contento.

¡Qué coño voy a estar contento! ¡Cómo voy a estar contento con Podemos! ¿Quiénes son? Son bananeros. ¿Qué me están contando? ¿Qué nos están enseñando? Hablan, hablan, hablan.... Son como Cantinflas, solo que con Cantinflas te reías.

No se corta nada de nada.

Muy poca gente habla así, lo sé, pero yo no me escondo porque no le debo nada a nadie, excepto al público que tiene la amabilidad de venir a verme.

¿Y si le pregunto por Cataluña?

Ahí no entro, porque lo desconozco. Está todo tan enrevesado que no entro, no lo entiendo. Cataluña siempre ha sido Europa, siempre se ha distinguido entre las regiones, siempre ha sido superior, siempre ha sido independiente. No entiendo este jaleo.

¿Cómo ve Asturias?

Asturias siempre será Asturias, siempre tendrá ese cielo magnífico, esas montañas maravillosas y esa gente que canta. Esta es la única región donde se oye cantar, y eso es porque la gente es feliz, porque somos generosos y auténticos. Me enorgullezco de ello.

Política y estética. ¿A quién le recomienda su sastre?

La gente del PP viste muy bien, de eso no hay duda. Y los socialistas también, mire a González, Bono, Sánchez es un muchacho muy atractivo... Y a los de Podemos, tal como van, es como para darles dos euros a cada uno para que se compren algo. No es la España que me apetece. La estética en la vida es muy importante, eche un vistazo a Europa y verá cómo van.

No sé si preguntarle por las camisas de Pablo Iglesias.

No me pregunte, esas camisas para él y para los venezolanos. En Europa, no.

¿Qué le parece este momento de políticos guaperas?

Yo no veo a ningún guapo.

Usted mismo citaba a Pedro Sánchez.

Buena facha tiene, pero le pierde el vocabulario, necesita un asesor que le diga los tonos, las maneras de no gritar, no insultar, no vociferar.

Con todo lo dicho, ¿cómo ve el futuro?

Estupendo. A la hora de votar hay que saber que la cabeza se lleva sobre los hombros para pensar y saber que las ideologías murieron con mi padre. Mi padre estuvo 20 años exiliado en Francia y sé de lo que hablo. La izquierda y la derecha han muerto, que se vayan a hacer gárgaras con ese cuento. La época en que hubo una guerra civil sí existían las ideologías, se luchaba por un ideal; ahora el ideal es económico. Solo los tontos creen en las ideologías. ¡Venga hombre!

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