Secciones
Servicios
Destacamos
elena gonzález
Domingo, 5 de julio 2015, 09:43
Vinieron huyendo de 26 ciudades asaltadas por los zombies tras la extraña aparición de un virus en Mondéjar (Guadalajara) en 2012. A los supervivientes les habían dicho que Metrópoli era un lugar seguro, pero los habitantes de la colonia no se fiaban y les pidieron pruebas de que podían acogerlos. Los exiliados aceptaron, pero lo que no sabían es que el peligro estaba al acecho. Gijón tampoco se pudo librar y, a las ocho de la tarde, el recinto ferial Luis Adaro comenzó a llenarse de seres que daban miedo y repugnancia a partes iguales. Hombres y mujeres a los que les faltaban un ojo, con cristales en las mejillas, disparos y quemaduras en el pecho, pústulas en brazos y cara, cortes en el cuello y hasta latas de cerveza incrustadas en la frente, por no hablar de los champiñones que le salían en la cara al Masterchef del grupo.
Seis soldados armados, en plena simbiosis con los supervivientes, trataron de protegerlos, pero no fue posible. Desde entonces y durante ocho horas (hasta las cuatro de la mañana), el grupo que consiguió salvar la vida tuvo que demostrar sus dotes para seguir luchando y no ser alcanzado por los muertos vivientes. Si les infectaban, pasaban a ser como ellos y el juego volvía a transformarse.
En total, 500 personas participaron en esta aventura impulsada por World Real Games, que ya ha triunfado por prácticamente toda España. De hecho, muchos de los que se incribieron en Gijón ya lo habían hecho antes en otras localidades del país. Es el caso de tres amigos procedentes de Cantabria y el País Vasco: Beatriz y Rebeca Gutiérrez, santanderinas de 27 y 34 años, e Iñaki Zubizarreta, de 43 y que se trasladó desde Getxo (Vizcaya). Participaron en abril en la edición de Santander y lo pasaron tan bien que quisieron repetir. En Gijón se apuntaron como zombies. Los motivos que les llevaron a caracterizarse como muertos vivientes son variados.
«¿Y si ocurriera?»
Beatriz confesaba divertida que estos seres siempre le han dado «un pánico terrible. Si llega un zombi, yo sería la primera en morir solo por no vivirlo», relataba entre risas. ¿Cómo superar ese miedo? «Para mí, no había mejor manera que participar en este juego». Rebeca, por su parte, reflexionaba sobre la posibilidad de que, efectivamente, los cadáveres resuciten en un futuro. «Se juega tanto con la genética, con la clonación..., que algún día podría darse un error y ocurrir. Mientras llega o no, yo me divierto jugando». Iñaki, que llamaba la atención por su altura y estaba muy creíble como zombi, aseguraba que es «muy salsero» y que en este tipo de encuentros «desconectas y te ríes, además de hacer muchos amigos».
Y en esto hay plena coincidencia. Lo dice también Sergio Vacas, madrileño de 25 años, que lleva un año jugando y que se aficionó en Cabanillas del Campo (Guadalajara) junto con su hermana. Y lo reitera David Cordón, gijonés de 35 años, a quien la experiencia en el Parque de la Warner, en Madrid, le pareció tan real, «tan apocalíptica», que se dijo que la edición de Gijón, la de su propia tierra, «no se la perdía» por nada del mundo. Participó ayer como superviviente. Tanto él como Francisco Javier Rubio, vecino de La Calzada, fueron elegidos por el líder. Los separó del grupo y les hizo llevar a uno de los pabellones un código de seguridad. Era una de las pruebas que tuvieron que pasar, mientras que a otros compañeros les asignó la misión de buscar una herramienta. El objetivo de todas estas peticiones se iría viendo a lo largo de la noche. De lo que se trataba, principalmente, era de que se movieran por el recinto ferial haciendo frente a los zombies, unas veces, y escondiéndose de ellos, otras.
Si sus estrategias fallaban y eran cazados, se hacían como ellos y, entonces, se trasladaban al set de maquillaje donde cinco profesionales se afanaron desde las cuatro de la tarde y fundamentalmente a lo largo de la noche en caracterizarlos como muertos vivientes para dar el mayor miedo posible. Sobre todo, en aquellos rincones de Metrópoli más alejados del bullicio en los que reinaba el silencio. «Para nosotros, el mayor premio es que nos digan que asustan y que dan mucho asco», explicaban divertidos los maquilladores. Y, sí, trabajo no les faltó a medida que los supervivientes fueron cayendo. El juego -que como explicó el director del evento, Alejandro Fernández- nació a raíz de partidas de paint ball y airsoft (juegos basados en la estrategia militar, en el que se disparan pequeñas bolas) y que fue evolucionando hasta lo que es ahora, requiere, según los participantes, de «ganas». Y tiene hasta una terminología propia.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.