Canogar, frente a frente con su propia historia en Gijón

El recorrido empieza en Propuestas, la segunda sala de Van Dyck. La mirada más lejana en el tiempo sobre la obra de Rafael Canogar está en un óleo de 1958. 'Pintura nº 24' lo titula el gran pintor, uno de los fundamentales de la historia del arte española. A su lado, 'Personaje nº 8', ejecutada tres años más tarde, en 1961. El grupo El Paso, cuyo manifiesto fundacional lleva su rúbrica, ya era una realidad superada. Ambas obras recuerdan, como él mismo explicó ayer en la multitudinaria apertura de la exposición retrospectiva, el informalismo de los comienzos, el rasgo fuerte cargado de nuevas energías y alimentado, a la vez, de «toda la información que llevaba años dándonos el Museo del Prado». Al otro lado de la sala 'El soldado', de 1967, una pieza que representa el tiempo en que Canogar descubrió los volúmenes dentro del cuadro, y 'La herida', de 1974, que, con 'El estudiante herido', del mismo año, habla del encuentro con la pintura social. Arriba, el 'Homenaje a Cezanne', su «regreso a las armas de la pintura». Cerca una muestra imponente de sus series de cabezas, de los años 80 y principios de los 90, que enlazan con la materia expuesta en la sala madre de Menéndez Valdés, en Van Dyck.

Allí aguardan los collages, sobre papel, la materia mixta de 'Alfiz', ya de 2001, en la misma línea de 'Manto', que dialoga con la escultura, como 'El soldado', pero ya con intención de regresar a la bidimensionalidad. Esa voluntad se hace evidente en 'Ceja', en 'Barcal', en 'Azud', donde, sobre su aparente sencillez, está casi al completo «el fascinante viaje lleno de sorpresas», que ha sido y sigue siendo la pintura para este creador universal. La exposición, de la que se ha editado un catálogo con texto del propio pintor y del ex director del Prado, Francisco Calvo Serraller, llega a 2013, reuniendo en las cuatro plantas 55 años de trayectoria. Podrá visitarse hasta el 5 de julio.