E
n una década, Triana y Montserrat solo han salido de prisión para despedir al inspector jefe de Policía Nacional Pablo Martínez, el padre de la primera y el marido de la segunda. El que fuera jefe de la Policía Judicial de la Comisaría de Gijón, ... y también de Astorga, murió a consecuencia del covid en noviembre de 2020. Ellas solo han pisado la calle para asistir a su entierro en León, la misma ciudad en la que el 12 de mayo de 2014 Montserrat descerrajó tres tiros en el puente del río Bernesga a Isabel Carrasco. Se cumplen diez años del crimen de la presidenta del Partido Popular y de la Diputación de León. «Era matarla a ella o que mi hija se acabase muriendo por lo que le estaba haciendo», declaró en el juicio la asesina confesa, que cumple condena con su hija Triana en el centro penitenciario de Asturias. El tribunal sentenció a la madre con 22 cárcel como autora material y a la hija con 20 por cooperadora necesaria. La tercera condenada, Raquel Gago, policía local de León, fue condenada a quince años por encubrimiento y posesión de armas y actualmente está en libertad en tercer grado.
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Triana y Montserrat recalaron en 2018 en el Principado (tierra que conocían bien por haber pasado parte de su vida en Gijón, donde conservaban una segunda residencia) tras estancias problemáticas en los centros penitenciarios de Mansilla de las Mulas (León) y Villanubla (Valladolid). Pero en el penal asturiano han encontrado 'su sitio'. Más integradas entre sus compañeras y el funcionariado, pasan sus días en la rutina carcelaria y en sus respectivos quehaceres: Triana como responsable de la biblioteca de toda la prisión y su madre Montserrat en el huerto, donde trabaja con las plantas del invernadero. Una vida bien distinta a la que llevaban en León, donde se codeaban con lo que ellas definían «la clase alta», alternando de vinos, mítines del Partido Popular, fiestas y reuniones varias con cargos políticos y responsables de la administración.
Naturales de León, a la corta edad de Triana se trasladaron a Gijón por el trabajo de su padre, policía nacional que luchaba contra el crimen, sin saber entonces que muchos años después le tocaría estar en la otra orilla. Triana cursó estudios con expediente brillante en el colegio de la Asunción y cuando su padre ascendió a inspector jefe y lo trasladaron a Astorga, ella se fue estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones a Cantabria. En 2007 empezó a trabajar en la Diputación de León y ahí comenzó su estrecha relación con Isabel Carrasco. Las versiones aquí se bifurcan: ella y su madre mantienen que la relación con la política tuvo su punto de inflexión cuando Isabel Carrasco quiso tener algo más que una amistad y Triana la rechazó. «Ahí empezó el calvario, la echaron de la Diputación, la apartó de la vida social de León, le hizo la vida imposible...», relató su madre en el juicio que se celebró en la Audiencia Provincial de León en 2016 y donde quedó patente la sobreprotección de la madre hacia su hija. El entorno de Carrasco, sin embargo, narró que Triana y Montserrat tenían una auténtica manía persecutoria hacia la presidenta de la Diputación.
«Estaba desesperada. Me estaba volviendo loca por lo que le estaba haciendo a mi hija. Lo que le ha hecho no tiene nombre», declaró en el juicio, dos años después del crimen. Reconoció en todo momento que apretó el gatillo, que la remató en el suelo y que luego se fue de aquella pasarela sobre el río Bernesga con paso calmado. «Lo hice por desesperación», dijo, buscando un atenuante de alteración mental que el tribunal no tuvo en cuenta a la hora de dictar la sentencia.
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Dijo sobre el arma que utilizó que la había comprado en un bar de La Calzada, en Gijón, tal y como adelantó EL COMERCIO poco después del asesinato. Pero no concretó las circunstancias de aquel episodio que quedó en el aire. «Fui al Rastro un domingo y pregunté en unos puestos dónde podía comprar una pistola, me dijeron que a 'Armandín', que tenía un bar en La Algodonera y un día fui allí y se la compré...», relató, como si fuera a un supermercado. 'Armandín' no pudo ofrecer su versión porque cuando llegó el juicio ya estaba muerto. Su cadáver apareció dentro de su negocio. Dejó varias causas pendientes en el juzgado, pero nunca se la relacionó con la muerte violenta de la presidenta de la Diputación de León.
Para Montserrat su perdición fue cruzarse en ese puente con Pedro Mielgo, policía nacional, como su marido, quien durante toda su vida había perseguido a carteristas por Bernidorm y que ese día, el día de autos, tuvo la viveza de seguir de cerca a la asesina e ir indicando a sus compañeros por dónde iba la asesina, tras verla disparar y que su mujer le dijese: «Es la Carrasco, es la Carrasco». Pedro la siguió y en un momento dado vio pasar a un coche de la Policía Local y les dio el alto. Sosprendieron a Montserrat dentro de un coche y justo en ese momento llegaba Triana, después de que, según se desprendió de la investigación, introdujese una bolsa con el arma en el coche de Raquel Gago, la tercera implicada. De no haberse cruzado con el policía jubilado, fiel a su deber y a sus principios, el presente de madre e hija podría ser otro a día de hoy.
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Delito: cooperadora necesaria del asesinato. Condenada a 20 años de cárcel. Tenía una enemistad con Carrasco
Delito: asesinato. Condenada a 22 años de cárcel, tras declarar que mató a la presidenta por «la persecución que tenía hacia su hija»
Se le consideró autora de los delitos de encubrimiento y tenencia de armas. Condenada a 15 años de cárcel por la Audiencia Provincial
Cumplida la mitad de la condena, ahora el propósito de Triana y Montserrat es disfrutar de sus primeros permisos penitenciarios. Hasta ahora les han sido todos denegados por la Junta de Tratamiento. Rechazado le siguen los recurso ante el juzgado de Vigilancia Penitenciaria, de momento, sin éxito.
Pero no todo han sido 'sinsabores' entre rejas. Triana encontró el amor en prisión y en 2018 llegó a inscribirse como pareja de hecho con Romeo Chelaru, un ciudadano rumano, condenado por robo, al que conoció en el penal de Mansilla de las Mulas, en León. Ambos fueron luego trasladados al centro penitenciario de Asturias y disfrutaron de los encuentros a los que tienen derecho los cónyuges. Hasta que Romeo cumplió su condena, salió en libertad y el presente entre ellos es incierto.
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Triana ahora se refugia en los libros. Dicen otros presos que «es una mujer muy educada y con muy buen trato con todos, es una persona apreciada y respetada aquí dentro». «Su madre es de otra manera...», concretan.
En cuanto a Raquel Gago, con vínculos familiares en Oviedo, fue condenada a quince años de cárcel y desde el pasado verano se encuentra en situación de tercer grado penitenciario. Dispone de un control telemático que comprueba que regresa al domicilio que tiene fijado, fuera de León, pero en la misma comunidad autónoma. Fue considerada cómplice, si bien ella siempre aseguró que «se había tratado de una casualidad fatal». Sin embargo, el mismo día del crimen estuvo en casa de Triana con ella y con su madre, planeando el asesinato, según la sentencia. Y en su coche apareció el arma homicida.
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Es precisamente esta la gran incógnita del caso. ¿Qué le llevó a Gago, policía local, a participar en el plan para matar a la presidenta de la Diputación de León? A Montserrat y a Triana las empujó la venganza. El fleco que queda aún por atar es el de Raquel Gago.
Pablo Martínez era el jefe de la Comisaría de Astorga cuando en mayo de 2014 su mujer mató a la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. La conmoción que causó el crimen de la conocida política del Partido Popular se tornó en estupor al trascender que tras aquella atrocidad estaban la esposa y la hija del mando de la Policía Nacional.
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A los pocos días el inspector jefe Martínez pidió su traslado inminente a la Comisaría de Gijón, donde había estado destinado previamente muchos años, hasta 2004, y a donde volvió como refugió en sus últimos años de carrera profesional. Dos años después de aquel episodio que le cambió drásticamente la vida se jubiló, y otros dos años después, en 2020, falleció como consecuencia del covid. «Nunca las dejó de lado y estuvo con ellas en todo momento», dicen quien le conocieron. «Veía por los ojos de su hija, de la que siempre mantuvo su inocencia», abundan. De hecho, durante el juicio, en una controvertida declaración en la que habló como padre entregado, puso en tela de juicio la labor policial de los que eran todavía sus compañeros: «Son perros viejos, la engañaron para que confesaran algo que no hizo», dijo.
No faltaba a su cita a las visitas en la cárcel, primero en León, luego en Villanubla y por último en el penal de Asturias. «Les llevaba todo lo que le pedían y se desvivía por ellas. Era un hombre con una personalidad muy fuerte, pero aquello le hundió, no fue el mismo desde aquel día, intentaba seguir adelante, pero le hundió», comentan sus antiguos compañeros de Gijón.
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