luis enrique gonzález
Miércoles, 24 de agosto 2016, 08:14
El buque-escuela Creoula abandonó ayer el puerto de Avilés con rumbo a las islas Cíes. Ponía así punto y seguido al primer curso de la Universidad Itinerante del Mar (UIM) de este año. Una semana de viaje por el Cantábrico que alumnos, profesores, profesionales de diferentes ámbitos y marineros difícilmente olvidarán.
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La Armada portuguesa ofrece en estas travesías anuales la posibilidad de formar a un grupo de instruendos civiles en el buque-escuela, que antaño fue bacaladero, junto a alumnos de la escuela naval y la tripulación de la Marinha.
Distribuidos en grupos o quartos, los chavales se han tenido que ocupar durante estas jornadas de las labores de limpieza, cocina, vigía o timonel en el barco, además de izar las velas y trabajar con los cabos para mantener el empuje del viento. A bordo pudieron disfrutar además de las palestras impartidas por los profesores, investigadores y profesionales embarcados junto a ellos. Compañeros en las labores del barco que encontraban colaboración también por parte de los más jóvenes en sus respectivas tareas. Como ayudar a Mafalda Correia estudiante de doctorado en Biología en la Universidad de Oporto a localizar y registrar los avistamientos de cetáceos desde la cubierta del lugre.
Cada puerto visitado en la travesía ofrecía una nueva visión de la vida junto al mar. Primero Bilbao, luego Santander y por fin Avilés, cada uno diferente pero con denominadores comunes. Cómo transformar sus rías y modelos económicos para adaptarse a los tiempos y mantener la identidad de las ciudades portuarias, nacidas al calor del comercio y la pesca, que aprovecharon el tirón industrial del siglo XX y ahora en busca de la conquista del ocio y el conocimiento, a través de centros culturales y del turismo marítimo. Las visitas a museos y las explicaciones de los profesionales en cada puerto, así como en las palestras en el barco, hacían del viaje algo más que un paseo en velero.
Poner a prueba los límites
La Universidad Itinerante del Mar pretende facilitar un entorno multidisciplinar en el que aprender a colaborar, a buscar diferentes puntos de vista, a poner a prueba los propios límites y romper barreras mentales, sociales, culturales e incluso geográficas. En el mar es más difícil dibujar fronteras o buscar excusas, por lo que la personalidad y habilidades de cada uno quedan más al descubierto y se hacen más permeables.
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Para algunos de los instruendos, Avilés sólo era la mitad del camino, que el Creoula continua ya hacia las Islas Cíes, Oporto y Lisboa. Para otros, era el final de una aventura que ya ha hecho mella, con recuerdos imborrables y amistades con las que quizá sigan recordando esta semana dentro de muchos años, y que incluso en los peores momentos les ha servido para conocerse mejor a sí mismos.
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