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Cristina Fidalgo, la crisis sanitaria le pilló en uno de los momentos críticos para un comerciante. Con su zapatería abierta hace apenas un año y medio había logrado «coger el vuelo». Tenía su clientela y comenzaban a despuntar las ventas. «Un negocio no ... te da beneficio el primer día, cuesta un tiempo», explica desde su local de la calle Darío de Regoyos, en el barrio ovetense de Fozaneldi.
Pero ahora, asegura, se siente un poco como cuando abrió la tienda por primera vez. «Es como si estuviera empezando, un volver a arrancar pero con la suerte de que ya tengo una clientela fija».
Cristina se toma el futuro con optimismo pero no obvia la realidad. «Yo sé hasta dónde puedo invertir y si no da, me tendría que plantear cerrar. Pero aún es pronto para evaluar, hay que ir día a día. Por lo menos me daré un plazo de un año».
Emprendedora de pies a cabeza, un día decidió dejar su trabajo de teleoperadora, tras haber pasado antes por el sector de la hostelería, para hacer realidad una idea. «Yo siempre tuve en mi cabeza el sueño de tener mi negocio y cuando en mi anterior trabajo dije que no podía más, decidí dar el paso. Era ahora o nunca».
Este proyecto le ha permitido conciliar y pasar más tiempo con su familia. «El local está cerca de mi domicilio y adapté el horario al del colegio de mi hija», explica. Confiesa que no se arrepiente, si no lo hubiese hecho «me hubiera quedado con la duda y las ganas».
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