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Rocío Argüelles confiesa que «nunca me imaginé vendiendo en una mercería». Así se lo trasladó a su padre cuando este le propuso abrir un comercio de este tipo junto a la tienda de telas que regentaba en la calle Quintana. «Me niego» fue su ... frase para frenar las pretensiones familiares. Todo cambió, sin embargo, cuando se quedó embarazada. Entonces decidió embarcarse en el negocio de la mercería. Empezó primero con la venta a través de Internet y hace dos años y medio abrió su comercio físico con un nombre que es toda una declaración de intenciones: Lluvia de ideas.
Argüelles asegura que es una de las mejores decisiones de su vida: «Estoy muy contenta porque creo mucho en el proyecto». Estos últimos tiempos han sido difíciles para el comercio de proximidad: «Me moría de pena al ver las calles vacías y los comercios cerrados durante el confinamiento. Si se cierran las tiendas, la ciudad se muere; no todo son grandes superficies».
Salvó la cuarentena gracias a las ventas «on line». Ahora, en la vuelta a la nueva normalidad, ve que cada vez hay más clientela nueva. Es consciente de que vendrán tiempos difíciles pero en su mente no hay hueco para el pesimismo. «Apuesto por mi negocio. Cerrar sería una derrota, y yo soy muy cabezona».
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