«No hay más remedio que diversificar para sobrevivir»

Esta temporada han sido muchos los que se han acercado a su establecimiento, especialmente para adquirir su producto estrella, el cruasán de mantequilla y la empanada de hojaldre de bonito. «De vez en cuando, hago mis cosas, tartas o empanadas y, entonces, si los clientes lo saben, vuelan porque a todos nos gusta lo casero, lo de confianza». La crisis para ella, viene de lejos. «Cuando funcionaba la rula, había otro movimiento distinto. Hoy, la mayor parte de los vecinos están de alquiler y de paso; los de siempre han ido desapareciendo». La Confitería Brisamar sigue ubicada en el mismo local que la vio nacer, pero Isabel García y Mónica se han encargado de darle un lavado de cara. «Hemos reformado el interior, con muchos cambios que son visibles, pero hemos dejado ese aire 'vintage', que a mí me tanto me gusta».

Esta gijonesa, de 47 años, «de Cimavilla de pura cepa», se hizo cargo de este comercio junto a su hermana en el año 2002. «La señora que lo llevaba antes estuvo aquí desde los años 50. Tenía un obrador, que ya no conservamos, pero cuando pudo se jubiló. Fue la oportunidad para ambas».

Jamás se había imaginado Isabel García que tras el mostrador de la confitería por la que pasaba a diario desde niña se situaría algún día ella. «Aquí compraba de vez en cuando. Es una tienda que conozco de toda la vida porque la casa de mis padres, en la que he vivido durante años, está enfrente de este negocio».

Junto a pasteles, empanadas y pan, se sirven cafés, refrescos, cubatas... «Tengo hasta sidra. Hay una amiga que dice que esto es un chigre dulce». Asegura que «no hay mas remedio que diversificar si quieres sobrevivir».