«No me gustan las teclas de piano, sino la sonrisa natural»

Fue buen estudiante, aunque reconoce que los primeros tiempos se centraron más en «pasarlo bien». Pero la carrera le entusiasmó. No solo terminó sus estudios universitarios sino que descubrió que lo que la cirugía maxilofacial le apasionaba. Y allí, en plena carrera, conoció a Pilar, la que se convertiría en su mujer y con la que comparte trabajo en la clínica. Hoy, a sus 37 años, casado y con tres hijos de 7 y 4 años y un bebé de seis meses, está convencido de que fue su mejor decisión. Pero el camino hasta montar su propio negocio, Clínica Dental Busto, en 2015, no fue fácil. «Estuve en varias clínicas antes. Llegué a estar en cinco a la vez, entre Cangas del Narcea, Oviedo y Gijón. Una locura, pero fue la única forma de poder llegar a tener la actual». El hecho de instalarse en Gijón se debió a una casualidad. «Mi mujer es de Salamanca, pero tenía familia aquí y estábamos trabajando en Gijón». Y se quedaron definitivamente.

Aunque los sacrificios son evidentes –«la mayor parte de los días entro a trabajar a las nueve de la mañana y salgo a las nueve de la noche»–, hay grandes satisfacciones que compensan. «Una vez llegó una señora que llevaba más de veinte años queriendo comer una manzana y no podía. Le rehabilité toda la boca y le di una manzana al terminar: lloró de emoción».

¿El caso más complicado? «Un señor al que le tuve que reconstruir toda la boca porque estaba llena de quistes», rememora.

Asegura que «no existe la perfección». «No me gusta una dentadura como teclas de piano, todos blancos e iguales; prefiero una sonrisa natural». Le gustaría dedicarse más a sus aficiones: las motos, la bici, los coches. En tanto llega ese tiempo, estudia y lee.