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Manuel J. Tello
Jueves, 16 de marzo 2023, 20:09
Todo lo que se mueve induce movimiento en las moléculas de aire, generando una onda de presión que llega a nuestro oído. Esa onda, mueve el tímpano y esa vibración es captada por el nervio auditivo, que lo trasmite al cerebro. Solo una parte del ... movimiento de las moléculas de aire es captada por el oído humano como sonido, aquel para el que las moléculas de aire vibran (oscilan) con una frecuencia superior a 16 veces por segundo. Por eso, una corta definición de sonido podría ser: todo aquello que puede ser oído.
Los sonidos que oímos configuran el entorno acústico (sonoro) en el que nos movemos. Esos sonidos, utilizando la nomenclatura científica actual, provienen de tres fuentes. Primero, las 'geofonías', que son los sonidos producidos por agentes naturales no biológicos, como el viento o la lluvia. Estos sonidos dependen de las características geomórficas de la región (montañas, clima…). En segundo lugar tenemos las 'biofonías', que son los sonidos producidos por los animales y el hombre. Estos dependen de muchos factores, como la hora del día, la estación del año o el estado de ánimo, entre otros. No es lo mismo una bandada de pájaros en verano que en invierno, o un grupo humano en una fiesta o en un convento de clausura. Por último, tenemos las 'antropofonías' que son los sonidos artificiales producidos por fábricas o automóviles, entre otros. Las 'antropofonías' tienen su máxima intensidad en los entornos urbanos, industriales y en las redes de comunicación (transporte).
Los sonidos permiten recuperar imágenes y vivencias del pasado. Sonidos y silencios son estímulos cargados de significados, capaces de generar múltiples y variados sentimientos y sensaciones. Por ello, los sonidos forman parte de la experiencia humana y también la del mundo animal.
Cuando un sonido no es agradable se le llama ruido. Por tanto, el ruido tiene una connotación subjetiva. Un sonido desagradable para unos puede ser agradable para otros, porque la influencia del sonido en el hombre, en general, no es independiente de otras percepciones: visuales, táctiles... Esto dificulta la clasificación de muchos de los sonidos naturales. Por ejemplo, ¿es ruido una tormenta? ¿una cascada?, ¿un río? El ruido se puede convertir en crónico en las áreas urbanas, en las infraestructuras del transporte, en las áreas industriales y se sabe que afecta a la salud: trastornos del sueño, salud mental, discapacidad auditiva, falta de comunicación, estrés…
El otro polo del sonido es el silencio. Para comprobar su existencia, un músico entró en una cámara anecoica. Cuando salió dijo haber oído un sonido agudo y otro grave. El primero se asocia a su sistema nervioso, que envía impulsos eléctricos a su cerebro; el segundo, a su circulación. Este experimento abrió un interrogante sobre la existencia del silencio absoluto. Aun así, se suele considerar el silencio como sinónimo de tranquilidad y bienestar.
Al hablar de sonido hay que añadir otros muchos aspectos: escuchar frente a oír, los modos de escucha, la acusmática, el sonido como intercambio de información, lo visual frente a lo sonoro… de los que hablaremos en otro momento. Actualmente, los sonidos son un elemento más cuando se estudian las culturas y las sociedades que los producen, utilizan y perciben. Lo que se llama paisaje sonoro busca mostrar la importancia de los sonidos en la vida cotidiana y hacer a las sociedades más tolerantes, abiertas y productivas. Es una atractiva y nueva rama de la ciencia y la tecnología de carácter interdisciplinar.
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