¿Para qué sirve una célula madre?

Probablemente todos hemos escuchado alguna vez el término, intuitivamente lo asociamos a los embriones, al menos durante sus primeras etapas. Las células madre embrionarias son capaces de producir los distintos tipos celulares de nuestro organismo, las células de la piel, las neuronas, las células musculares del corazón o las fotosensibles de nuestra retina. ¿Qué pasa con ellas cuando nacemos? ¿Y al envejecer?

Mientras que las células que conforman un embrión de 50 o 60 células darán lugar en el futuro a las distintas células de los tejidos que lo componen, las células que se encargan de mantener la salud de nuestros tejidos tienen un potencial más limitado, y pueden renovar las células madre de este tejido en particular.

A diferencia de las células diferenciadas, las características de cada tejido, cuando una célula madre se divide no da lugar a dos células hijas idénticas. Mientras una de las células hijas sufre el proceso de diferenciación, la otra se mantiene indiferenciada, para conservar la reserva de células madre y la salud de ese tejido.

Pero, ¿cómo es posible que haya células madre y células diferenciadas si todas tienen el mismo ADN, el de cada uno de nosotros, el del embrión que una vez fuimos? Estas diferencias no se deben a la información genética que contienen las células, sino a la parte de está que están expresando, como si se tratase de un libro, la diferencia está en qué páginas se están leyendo en cada una de esas células.

Entender cómo funciona este proceso, y poder revertirlo en el laboratorio, nos ofrece la oportunidad de explorar el tratamiento de distintas enfermedades, de generar estructuras en el laboratorio que se comporten como los tejidos del paciente, reduciendo la necesidad de una biopsia. De entender enfermedades generativas para poder llegar a tratarlas algún día.

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