Carlos Sabater, Lorena Ruiz, Inés Calvete y Abelardo Margolles. e. c.

Una segunda vida para la magaya

Un equipo del IPLA descubre que a partir del residuo vegetal que se genera en la elaboración de la sidra se pueden crear suplementos alimenticios para dietas saludables

Miguel Rojo

Gijón

Viernes, 22 de julio 2022, 02:21

Una investigación liderada por el Instituto de Productos Lácteos de Asturias del CSIC, en colaboración con investigadores del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (SERIDA), del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL-CSIC) y del HUCA, abre nuevas oportunidades para valorizar ... la magaya de sidra asturiana, el producto vegetal resultante una vez extraído el jugo de la manzana. Hoy en día, la mayor parte de esos residuos no aportan ningún beneficio económico al sector, pero este grupo de investigadores ha descubierto que «la magaya es muy rica en ingredientes saludables, como las pectinas. Nosotros hemos estudiado la capacidad de la magaya y sus pectinas para producir un efecto prebiótico», resume Abelardo Margolles, corresponsable del trabajo. Los prebióticos son ingredientes alimentarios que pueden ser metabolizados de forma selectiva por algunos de los microorganismos que viven en nuestro intestino (la microbiota intestinal). Este efecto tiene como consecuencia el fortalecimiento de nuestro sistema inmune y la mejora de nuestra salud intestinal.

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Los científicos, tomando muestras de la magaya en el laboratorio. e. c.

El estudio es pionero a nivel mundial. «Teniendo en cuenta las miles de toneladas de magaya que se producen en Asturias anualmente y que no generan ningún beneficio económico, valorizar este residuo representa nuevas oportunidades de negocio para el sector sidrero de nuestra región», apunta Lorena Ruiz, corresponsable del estudio. Además, cree que «contribuirá al desarrollo de una industria agroalimentaria más sostenible que cubra la creciente demanda de alimentos saludables, adecuada a modelos de economía circular y de baja generación de residuos, alineada por ello con las actuales directrices nacionales y europeas».

Sobre la aplicación práctica, los investigadores del IPLA explican que son los empresarios sidreros quienes tendrán que ver su viabilidad. «Es una posibilidad para aprovechar un recurso natural que se está tirando a la basura. Podrían obtener toneladas de pectina. Nosotros lo hicimos a pequeña escala, en el laboratorio, con unos pocos kilos de magaya. El siguiente paso sería hacer una prueba piloto y ver si estos procedimientos son válidos a escala industrial», apuntaban.

De la magaya de sidra, explican los científicos, «se extraen unas fibras con efectos prebióticos que las bacterias de la microbiota son capaces de asimilar». Y más allá de recibirla directamente de alimentos que la contengan –como la propia manzana– «también los podemos separar de la magaya, como hicimos en el laboratorio, y utilizarlas como complementos alimenticios, y también a través de lo que llamamos nutracéuticos, esto es, sobres o pastillas que servirían para complementar la alimentación, que no son un medicamento, pero sí causan beneficios obvios para quienes los consumen». Han observado además en este estudio que los efectos cambian en función de si la persona tiene enfermedad de Crohn –favorece la presencia de microorganismos 'buenos' de los que carecen estos enfermos– o de personas sanas.

Las pectinas están presentes en muchos otros residuos vegetales, como la naranja, la alcachofa... pero nunca hasta ahora se había explorado esta posibilidad para valorizar la magaya de sidra. «Se están utilizando en otros ámbitos, porque tienen poder gelificante, como dar una estructura a los alimentos procesados, pero no como prebióticos. Esta investigación aborda por primera vez este tipo de propiedades prebióticos», detallan los investigadores del IPLA. Una nueva vida para la magaya es posible.

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