Ponerse morenos

Llega esa época del año en la que la sociedad se divide entre quienes toman el sol y los que huyen de él, tal vez por el calor, tal vez por la concienciación sobre el riesgo de quemaduras, pero ¿cómo nos afecta la radiación solar? ¿Cómo funcionan los protectores?

La radiación solar es esencial para la vida y, en nuestro caso, para la síntesis de vitamina D. Con una exposición de entre 5 y 15 minutos diarios en cara y brazos durante la primavera es suficiente. La radiación solar permite que el 7-dehidrocolesterol se convierta en pre-Vitamina D3. Esta vitamina es esencial para la salud de órganos y tejidos, especialmente los huesos.

Sin embargo, una exposición demasiado intensa o prolongada puede ser peligrosa. Las radiaciones UVB y UVA son capaces de penetrar en nuestra piel, llegando a capas profundas. Allí pueden interactuar con nuestras moléculas, incluido el ADN, dañándolas, desestabilizando su estructura e impidiendo que puedan realizar bien su función. Esto puede ocasionar mutaciones que terminen transformando esas células de la piel en tumorales, originando el melanoma.

Como defensa, los melanocitos de nuestra piel aumentan la producción de una molécula llamada melanina, la que permite que nos pongamos morenos. Esta molécula funciona como una especie de estudio, recibiendo el daño de la radiación solar para evitar que lo hagan otras moléculas más importantes, como el ADN.

Pero, como todos sabemos, a menudo la melanina no puede con todo, y por eso es esencial ayudarla. Los protectores solares son nuestros aliados. Pueden ser químicos, formados por derivados del petróleo capaces de captar la radiación y convertirla en calor, o físicos, pigmentos minerales como el óxido de zinc o el dióxido de titanio que son capaces de reflejar y dispersar la luz. Son el complemento que nuestra melanina necesita para que disfrutemos con seguridad.

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