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AMANDA GRANDA
AVILÉS.
Jueves, 11 de agosto 2022, 16:47
Las manos de la boxeadora avilesina Yolanda Pardo hacen muchas más cosas que dar golpes, entre ellas, escribir literatura desde que era niña. Siempre lo ha utilizado como método de evasión y reflexión para sí, víctima de la montaña rusa emocional que la recorría, y ... aún recorre, por dentro. En ocasiones descontextualizada, siente que la edad es una cuestión más mental que cronológica, lo que hace que conserve la mente abierta y se sienta todavía como una niña de veinte años, pero lo que también la llevó de adolescente a vivir al ritmo de la precocidad. Impulsada por los consejos de los suyos, decide ahora lanzar en la editorial Círculo Rojo 'Sex, drugs and perros' su ópera prima y también el relato de cómo el ser humano puede llegar a tomar la vía de las relaciones tóxicas ante la incertidumbre.
«La historia de Calle es una radiografía de la mirada juvenil, en cualquier momento de la historia, porque hay cosas que no cambian», dice. Habitante de los años noventa y dosmil, Calle representa las dudas y las relaciones que todas las personas han vivido o vivirán en algún momento de su juventud. «Calle es un lugar común», asegura la autora, quien alerta de que el nombre de la protagonista es simbólico.
«Calle siempre está sola pero rodeada de gente. Lo siente pero aún no lo sabe. Es el miedo a la soledad el que, entre otras cosas, la mete en una espiral tóxica de la que solo se puede salir haciendo autocrítica. Pero eso no lo sabrá hasta que pasen los años». La autora avilesina desvela que su protagonista se acoge al desenfreno, al consumo de drogas y a las relaciones sexuales como quien juega a la comba en el abismo. Un rasgo que bien podría caracterizar al comportamiento humano en cualquier margen generacional, pero que actualmente viene agravado por una relación conflictiva con las redes sociales.
«Nos vinculamos a relaciones tóxicas, ya sean de pareja, de amigos, trabajo o con distintos elementos que nos rodean en el día a día porque en el fondo estamos más preparados para relacionarnos a través del dolor, es casi una reacción masoquista la que impulsa al ser humano», explica. Cuando a esto sumamos el uso de las redes debemos reflexionar que el peso de fingir lleva a terrenos pantanosos. Observa la autora que las redes son ahora para los jóvenes la forma de fingir ser mayores.
«Deberían enseñarnos a expresar con naturalidad las cosas que sentimos, deberían enseñarnos a comunicarnos pero no a saltarnos los tiempos con los que uno debe crecer», pide. También recuerda que el respeto a las decisiones es vital «como decía Cortázar: «Querer a las personas como se quiere a un gato' , libres e independientes».
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