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RUTH ARIAS
AVILÉS.
Domingo, 17 de septiembre 2023, 00:51
Estudiosos de la historia industrial de Asturias, curiosos en busca de espectáculo y extrabajadores que acudieron a contemplar el fin de una instalación emblemática componían el público de la primera de las voladuras que terminarán con las antiguas baterías de cok de Ensidesa y que ayer por la mañana vieron caer la primera de las chimeneas.
La demolición tenía un componente de espectáculo y otro de carga emotiva, sobre todo para aquellos que trabajaron en la instalación y que dejaron incluso caer alguna lágrima. «Se ha ido un trozo de historia», comentaba emocionado Generoso Menéndez, que a lo largo de su vida entró muchas veces en las baterías como parte de la plantilla de una empresa de montajes. «Tengo 67 años y las conocí siempre», relataba.
Hasta ayer. Desde unos minutos después de las diez de la mañana el 'skyline' de Avilés cambió para siempre. De las cinco chimeneas solo quedan cuatro, y en unas semanas desaparecerán también, además de uno de los dos gasómetros.
«Derribar esto es un error, era como la catedral industrial de Asturias», señalaba otro de los curiosos. No era el único, también Eduardo Urdangaray, del Archivo Histórico Minero, se manifestaba contrario al derribo. «Me da pena como elemento patrimonial que son, creo que habría que haber estudiado los usos que se podían haber dado», explicaba. Urdangaray acudió con su cámara fotográfica para documentar el momento, lo mismo que Gumersindo Fernández, de la Asociación Minera Santa Bárbara, de Mieres.
Entre el público se encontraban también empresarios cono Daniel y Orlando Alonso, y la exeurodiputada y exconcejala de Podemos, Tania González, una de las que más trató desde las instituciones de evitar un derribo del que ayer fue testigo. «Nos arrepentiremos de esto», sentenció poco después de ver caer la estructura.
Por comprobar cómo salía la voladura vino desde Puerto de Vega José Manuel González, que antes de jubilarse se dedicó a las voladuras submarinas. Su juicio fue claro: «Técnicamente perfecta».
De Mieres, de Corvera, de El Entrego o de Gijón llegaron ayer a Avilés personas interesadas en ser testigos del derribo, como un momento histórico y, sobre todo, simbólico, en la evolución de Asturias. Pero también aquellos deseosos de contemplar una voladura insólita en la zona y que solo habían podido ver a través de vídeos, como era el caso de Jorge Cuesta y su grupo de amigos, unos moteros gijoneses atraídos por un espectáculo de explosiones al que prometieron volver en las semanas sucesivas.
Eran los menos, nos obstante. Lo cierto es que la mayoría de quienes se acercaron a contemplar la caída de la chimenea Número 5 sintieron congoja cuando la vieron caer. «Lo pasé peor cuando paramos el último horno, pero me da cosa, sobre todo por qué se tiran sin que haya una alternativa», aseguraba Javier, un extrabajador de la instalación, que ya ayer había estado buscando ubicación para observar el derrumbe. Junto a él, su compañero Antonio confesaba también que le daba «mucha pena», no solo por el hecho de enterrar bajo los escombros que dejó ayer la chimenea, sino porque «era una imagen muy reconocible».
«Creo que se deberían haber conservado, en otros países lo hacen», planteaba Luis Mones, que llegaba desde Valliniello. Otros se mostraban menos sentimentales, como Antonio Llobregat. «Da pena, pero hay que hacerlo, está parado y ocupando espacio que debe aprovecharse».
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