BORJA PINO
AVILÉS.
Miércoles, 15 de enero 2020, 02:20
Para la mayoría de las personas, sufrir una discapacidad física marca un antes y un después tanto en las relaciones con terceros como con ellas mismas. Y, a menudo, más allá de las evidentes secuelas físicas, la autoestima es la gran damnificada de ese proceso. ... Revertir ese daño es la tarea que se ha marcado la psicóloga Laura Feito Pérez (Molleda, 1988), quien, desde ayer y durante todos los martes del próximo trimestre, de 18 a 19.30 horas, imparte el taller 'Ser más autosuficiente para ganar autonomía' a una veintena de miembros de la asociación Discapacitados Físicos de Avilés y Comarca (Difac).
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-¿Es la autoestima una víctima más de la discapacidad física?
-Es algo que, según he notado, muchas personas que se han visto en esa situación tienen menos fortalecido. Por eso son importantes estos talleres. Se trata de concienciar a la gente de que tener una discapacidad limita, sí, pero mucho menos de lo que el propio afectado cree. En el momento en que se potencia la autoestima se fomenta la autonomía.
-¿Cómo es posible lograrlo?
-Trabajando. En esto no hay trucos, ni varitas mágicas que valgan. Hay que esforzarse día a día, dar pequeños pasos para hacer cosas que, hasta ese momento, se creían imposibles en solitario, dada la nueva realidad física de la persona.
-De ahí su importancia.
-Exacto. Este taller trata, precisamente, de potenciar la autonomía emocional porque, cuando somos independientes, cuando nos atrevemos a dar pasos y a afrontar situaciones que, por nuevas, nos generan ansiedad o estrés, es cuando verdaderamente le estamos plantando cara a la discapacidad. Es entonces cuando aumenta nuestra autoestima y nuestro concepto de nosotros mismos. Y no hay nada malo en esa ansiedad, cualquier persona la siente ante lo desconocido. Solo hay que dar pasos para afrontarla.
-¿Y los participantes están predispuestos a ello?
-Sí, aunque hay algunos temores. Por ejemplo, hay personas que tiene miedo a enfrentarse a la realidad cuando sus familiares no estén, cuando se queden sin ese apoyo. Somos nosotros, o nuestro entorno, los que, a menudo, nos limitamos.
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-¿Qué papel juega ese entorno en todo el proceso?
-El entorno es fundamental. Sobre todo, para bien, aunque hay algunas situaciones especiales. No es fácil decir a los seres queridos que, a partir de ahora, se quiere hacer algo en solitario. Las familias tienden a la sobreprotección.
-¿Son usuales situaciones críticas?
-Hay casos de seres queridos que han dejado aparcadas cosas para cuidar de la persona discapacitada, y puede generarse un sentimiento de ingratitud o rechazo. Y, a la vez, en el discapacitado puede nacer un sentimiento de culpabilidad por ese supuesto rechazo. Es crucial enseñar a que decir que no se desea ayuda no tiene por qué ser algo malo.
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-¿Son los más jóvenes o los veteranos quienes responden mejor?
-Más que una cuestión de edad, se trata de la actitud previa a la discapacidad. A menudo, quienes tenían una vida activa antes la siguen manteniendo. Hay un chico que hasta se ha lanzado a hacer zumba, pese a ir en silla de ruedas.
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